Alexis no pudo dormir durante su primera noche en libertad. Estaba en su casa, lejos de la cárcel y sus barbaridades, pero igualmente, sentía mucho miedo. La desolación se le había encarnado a lo largo de los 6 años en los que estuvo preso en distintos penales de Rosario y Santa Fe. Al segundo día de estar libre, quería volver tras las rejas porque estar “afuera” le resultaba imposible. “Adentro el sistema te come el coco”, resumió sobre esa mezcla de brutalidad e indiferencia que reina intramuros y que a pesar de padecerla termina convirtiéndose en una forma de estar en el mundo.

El desdibujado porvenir era tan inquietante como el intento de supervivencia cotidiana detrás de las rejas. Salir de la cárcel es casi tan duro como entrar: la hostilidad, la discriminación y la incertidumbre económica tejen un escenario de desprotección que muchas veces se salda con nuevos delitos.

La ausencia de nuevas oportunidades y la acumulación de necesidades, obligan a muchos ex presos a aceptar viejas pero conocidas “ofertas laborales” desde adentro. La usina delictiva detrás de las rejas es vox populi, el mercado de delitos que se compran y venden ha sido reconocido por las máximas autoridades de los Ejecutivos locales, el Ministerio Público de la Acusación y la Justicia.

El 65% de las personas que es liberada de la cárcel vuelve a delinquir, de acuerdo a lo informado desde el Servicio Público Provincial de Defensa Penal. Pero, además, según el ministro de Seguridad, Claudio Brilloni, los ex presidiarios se convierten también en blanco fácil. El funcionario aseguró que, de los 288 homicidios del año pasado, 22 víctimas eran personas que estaban en libertad condicional o en salida transitoria. En ese sentido, señaló que el Patronato de Liberados de Santa Fe, el organismo encargado de acompañar a los ex presos en sus primeros pasos en libertad, está desmantelado y carece de recursos para asistir a las más de 10 mil personas que fueron excarcelados. 

Oportunidad

Alexis tiene 29 años y estuvo preso entre 2013 y 2019 por el asalto a un supermercado en el que murieron dos personas, una de ellas, su compañero en el delito. Hace 4 años terminó su condena y hoy, alejado del universo criminal, es cocinero y dirige la cooperativa La Esmeralda, que funciona de la mano de Tercer Tiempo, una organización que acompaña el camino de resocialización de presos en Santa Fe. Rosario3 lo encontró en la casa donde la fundación desarrolla sus actividades, en Esmeralda al 2900, haciendo los sandwiches que venden a clubes de rugby y hockey. Una de las tantas iniciativas que impulsa la organización.

La cara redonda y jovial coronada por un sombrerito verde, el de forma de champiñón que usan los chefs. El delantal en composé. Alexis es un cocinero con todas las letras, pero “no siempre fue así”, tal cual comentó. “Este oficio lo descubrí hace dos años. Cuando salí de la cárcel no encontraba ayuda porque es lo que sucede cuando una persona sale en libertad”, señaló y aclaró que su suerte cambió cuando decidió tocar las puertas de Tercer Tiempo, a cuyos integrantes había conocido durante su reclusión, a través del rugby.

Alexis cocina y enseña a cocinar. (Alan Monzón/Rosario3)

“Antes no sabía lo que me gustaba hacer”, dijo varias veces y reveló que descubrió la pasión por la cocina durante el cumplimiento de su condena. Así, comenzó a compartir algunos ingredientes de la gran receta de su vida: conocer sus gustos y sembrar aspiraciones fueron claves para seguir adelante, lejos de ese universo que habitó por un tiempo y que lo empujó al encierro.

“En mi caso salí y no toqué más nada. ¿Pero por qué? Porque tuve ayuda de la fundación, y por qué me di una oportunidad de cambiar porque soy joven, tengo una vida por delante. Y también, porque tengo padre y hermanos que me acompañaron y que me ayudaron”, destacó y advirtió: “Pero hay personas que vuelven a delinquir porque no saben hacer otra cosa, porque no tienen otra ayuda o porque salen con enojo, con ira y con bronca de adentro”.

A su lado, Fernando Benítez, director de Tercer Tiempo, reflexionó sobre las dificultades que asoman, a la par de los rayos del sol, cuando las puertas del penal se abren. “Soy muy duro con el Patronato de Liberados, con esta y con las otras gestiones. Ellos tienen un control de 8 mil personas en toda la provincia de Santa Fe y disponen de un psicólogo y una trabajadora social. No existe. A nosotros que somos una ONG y nos cuesta horrores convocar a los profesionales tenemos ocho veces más que ellos. No es serio el laburo de la Provincia”, lanzó y profundizó: “Esto también explica el problema del egreso de la cárcel”.

En la ciudad hay mucha reiterancia del delito. No digo reincidencia que implica un proceso judicial y una condena, sino que me refiero a los casos que el sistema no registra. Entonces, nosotros acompañamos al que egresa para intentar romper ese círculo vicioso que existe y mínimamente bajar la cantidad de una mano de obra muy fácil para todas las bandas que son los pibes que salen de la cárcel”, apuntó.

Alexis prepara con un compañero los sandwiches que la cooperativa debe entregarles a clubes de rugby. (Alan Monzón/Rosario3)

Mano de obra de las bandas

La perpetración del delito en las cárceles, asumida por autoridades de los distintos estamentos del Estado, tiende un puente directo a la experiencia, no solo de detención sino de liberación de los presos por delitos menores o los internos más jóvenes. Tal como denunció en varias oportunidades Benítez, muchos jóvenes son captados intramuros por condenados de alto perfil para realizar distintas tareas. Y estos “trabajos” se mantienen una vez que alcanzan la libertad.

Alexis confirmó esta situación, un factor más a la hora de analizar la relación entre la reincidencia o reiteración del delito de ex presos: “Hay muchas ofertas que te hacen desde adentro”, aseveró.

“La gente que está adentro y que tiene, se aprovecha de la persona que no tiene. Cuando no tenés nada, te dicen «Bueno, yo te doy una casa, te doy esto y te doy esto y trabajás para mí o me cuidás» Hay muchas personas que salen con lo puesto, entonces ¿qué van a hacer? Muchas agarran la primera opción que tienen”, remarcó y contó en primera persona: “Me llamaron cuando salí, me ofrecieron, «te doy tantas cosas pero hacé esto», pero yo no quise más, ya no es vida para mí”.

La casona en la que funciona Tercer Tiempo, en Tablada, Rosario. (Alan Monzón/Rosario3)

El combo del odio y el resentimiento

La construcción de una nueva vida fuera de la cárcel y lejana al delito, también se complejiza, de acuerdo a lo que planteó Fernando Benítez, por el clima violento en el que se cumple una condena, en ámbitos superopoblados. “Adentro hay que pelear por un colchón para dormir, ¿cómo sale un tipo después de eso? Sale con mucho odio y resentimiento”, aseguró.

“No estamos cumpliendo con lo que nos pusimos de acuerdo hace ciento y pico de años en la Constitución, esto de que las cárceles deben ser sanas, limpias y no para que los presos sean castigados, sino corregidos. Y no lo estamos haciendo. No digo que la cárcel sea un jardín, pero sí, que tenga las cuestiones mínimas garantizadas. Como sociedad destinamos un montón de plata a las cárceles, dinero que no estamos sabiendo utilizar. Estamos tapando un bache con tierra”, observó y resumió su mirada: “La cárcel deshumaniza y la persona cuando sale no es la misma”.

Durante los 6 años que Alexis estuvo preso se sintió “como un número”. “Cuando vos entrás te dan un colchón, si es que hay, como esto de finito -dijo y mostró el lomo de unos dos centímetros de un anotador sobre la mesa- Ni frazada te dan. Si alguien te recibe en un pabellón estás con esa persona y si no, encárgate. A veces te mandan a lo que llaman buzones, son lugares pelados, sin ventanas ni puertas, y te dejan ahí hasta que alguien te quiera recibir”, describió.

“El sistema te golpea, te tratan mal y sos lastimado porque ahí sos considerado malo”, ahondó y confió: “No hay momento en que me olvide lo que he pasado adentro, sueño con esos lugares. Nunca te podés desprender y, si sos débil mentalmente te afecta mucho. Yo gracias a dios pude tomar bien la la situación hasta el día de hoy y ser fuerte. ¿Por qué soy fuerte? Porque no quiero volver a ese lugar”, destacó.

Alexis junto a Fernando Benítez en Tercer Tiempo. (Alan Monzón/Rosario3)

Cortarse y drogarse

La violenta hostilidad que impera en los penales, reproducida por los guardias y por los mismos internos, es dura de soportar. Alexis lleva en sus brazos rastros de autolesión como tantos presos, una forma de canalizar el espanto. “Son marcas de sufrimiento”, manifestó. “Me las hice en un momento en que me sentía muy triste, solo y uno se desahoga lastimándose. No sé por qué. Claramente, hoy me puedo desahogar llorando, pero la verdad yo antes no quería llorar entonces me marcaba”, explicó.

Otra manera de subsistir es tomando drogas. El consumo, mayormente previo a la detención, se torna problemático tras las rejas y es una complicación más a la hora de egresar de una cárcel. “La droga -marihuana, cocaína y pastillas- nunca va a terminar. Es lo más fácil que conseguís en la cárcel, más fácil que la comida”, sentenció Alexis, quien aseguró que “cualquiera” vende y accede a sustancias.

“Hay muchas personas que no pilotean la droga, y terminan en un lugar en el que no tendrían que estar. Como pasa afuera, ves jóvenes que se pierden por la droga, se piensan que la van a controlar y no la controlan”, añadió.

Benítez señaló que el consumo es un impedimento contundente a la hora de intervenir en lugares de detención. “Cuando vamos con el rugby, les decimos que no fumen porque no les va a dar el aire. En alguna ocasión se han prendido porros, pero ya establecimos que en nuestras prácticas nada de nada”, comentó. De acuerdo a lo que expuso, esa es la única iniciativa que pudieron poner en práctica: “Hemos tenido propuestas para trabajar el consumo adentro y la respuesta siempre fue «como Estado no podemos reconocer el consumo en la cárcel»”, expresó.

Las marcas de la cárcel que lleva en sus brazos. (Alan Monzón/Rosario3)

Para la libertad

Alexis no para de hacer planes. Mientras espera su primer hijo junto a su pareja, una joven maestra jardinera que también trabajar en Tercer Tiempo, sueña con seguir cocinando y, además, no descarta hacerle caso a Fernando y anotarse en un reality de cocina para que más y más gente conozca su historia.

“La libertad no tiene precio, es algo hermoso poder estar en tu casa sin pedir permisos, porque estar encerrado es estar tutelado. No pienso perder más mi libertad, no quiero volver a estar más manipulado”, sostuvo con contundencia, casi como un juramento.

Su nueva vida, sin dudas, está atada a sus años de detención. No existe el chef sin el delincuente que fue. “Tengo un poco de miedo, pero puedo caminar libremente. Uno tiene que aprovechar las oportunidades que te da la vida y gracias a dios estoy acá tranquilo. Hago lo que me gusta y además de cocinar enseño a otros chicos y chicas a hacer pasta casera. A ellos les puedo decir que se puede”, subrayó y concluyó: “La cárcel tiene lo suyo, pero a mí me sirvió estar preso porque aprendí a valorar, a cambiar mi trato con las personas. La realidad es que si no hubiese caído preso, no estaría hablando con ustedes”.