“Creo que he visto una luz
al otro lado del río”
(“Al Otro Lado del Río”, Jorge Drexler)
La atención de todo el país está puesta en el paradero de Loan, el niño de 5 años desaparecido el 13 de junio pasado en Corrientes en medio de una trama oscura y criminal. La conmoción de la noticia, enseguida, despierta el interés por otros casos, el de los otros niños y niñas distanciados de sus casas, alejados en total soledad de sus afectos, muchos de los cuales hoy son jóvenes adultos. Si hay mayores que buscan criaturas por años, ¿qué hay de esos niños cuando crecen si logran sobrevivir?
En Rosario hay unos 500 casos registrados de personas que intentan establecer su verdadero origen y conocer a su familia biológica tras transitar años de oscuridad identitaria. Rosario3 profundizó sobre esa búsqueda interceptada por el ánimo de quienes crecieron confundidos o expectantes y de a poco empiezan a obtener claridad y paz y a los “encontrados”, que descubren o confirman lazos completando un rompecabezas. Son procesos muy particulares y diversos, pero que en todos los casos atraviesan a las personas involucradas de manera radical.
Desde el área local de Búsqueda de Identidad de Origen de la Secretaría de Derechos Humanos, Sabrina Acosta ayuda a personas que fueron adoptadas o apropiadas a recuperar su identidad de origen biológico, sin abordar los casos ocurridos durante la dictadura militar. Según señaló, la oficina (funciona en Santa Fe 1950 y sus teléfonos de contacto son 341- 4772531 o bien, 342- 5502604) tiene una resolución del 25 por ciento. Su trabajo es atar cabos y generar lazos basándose en la ley provincial 13.725 que tiene la misión de nutrir un archivo que conecte buscadores y buscados. Allí están los nombres y apellidos que componen los 500 casos que actualmente abordan: solo 50 consisten en búsquedas de madres y padres que por distintos motivos se desconectaron de sus hijos, mientras que la restante mayoría se conforma del requerimiento de adultos y adultas que intentan saber de dónde vienen.
“Hay dos grandes grupos de personas que llegan a la secretaría, las que fueron adoptadas y, por otro lado, quienes fueron apropiadas”, estableció y advirtió que ayudar al primer grupo es más sencillo porque pueden acceder a expedientes en el Registro Civil. “Con esos datos, vamos a ir al archivo de Tribunales y ahí podemos dar con el expediente de adopción donde, en general, podemos obtener datos, casi siempre de la madre biológica, a veces también del padre, de hermanos, hermanas y demás. De ahí, avanzamos en intentar establecer contacto con esa persona”.
Los casos más difíciles son los de sustitución de identidad. “En algunos casos saben que nacieron en tal nosocomio y ahí podemos obtener un libro de parto”, indicó. Si los padres de crianza le dieron algunas pistas sobre el horario del nacimiento, por ejemplo, les permite filtrar la búsqueda. “Hemos podido lograr encuentros con estos datos, pero hay otros casos en los que no los hay, nacieron en una clínica clandestina, la partida figura que nacieron en un domicilio, los padres de crianza les mintieron toda la vida y se enteran de grandes por otros familiares cuando están fallecidos y no hay nada para hacer porque no hay realmente ningún dato. En este caso, quedan ingresados en nuestro registro y estamos a la espera de que del otro lado ingrese alguna búsqueda”, manifestó.
La culpa
La sustitución de identidad supone un delito, por lo tanto, los afectados pueden denunciarlo. “Casi siempre dicen que no porque implicaría denunciar a sus padres de crianza y eso les genera un conflicto interno. Hay amor hacia la familia de crianza y sienten culpa por buscar. Ahí es importante tener en cuenta el Derecho a la Identidad, un derecho humano fundamental constitutivo de la persona humana que nada tiene nada que ver con el amor construido con la familia de crianza”, observó.
Los casos de búsqueda de identidad son tan variados y diferentes como lo son las personas involucradas, los sentimientos que se despiertan y las condiciones que rodean tanto a la separación como al reencuentro. Más allá de la diversidad, para Acosta hay un factor común: “Detrás, casi siempre, hay una mujer en estado de vulnerabilidad”, remarcó. Según su experiencia, “en todas las mujeres que encontré nunca percibí que no recordaran a ese hijo o hija, o que lo tomen con frialdad. Sí, experimentan miedo al juicio social, esto de ser ‘madre abandónica’ Han formado otra familia y tienen que contarles de esto y les resulta muy difícil. Me piden tiempo, vamos charlando con ellas y veo cómo se sacan una mochila enorme de encima tras tantos años de silencio”.
La funcionaria también destacó el alivio que implica saber del destino de ese hijo o hija del que se separaron, muchas veces por limitación económica y también presionadas por parejas que ejercían violencia. A lo que Ramón Verón, director provincial de Memoria Democrática, agregó: “En la zona, no hay antecedentes de redes (de trata), sino de mamás prolíferas que no sabían cómo cuidarse, cómo mantener a esos hijos soportando la presión familiar también de darlos, muchas veces a cambio de algo, y ese algo a veces es una bolsa de harina”.
En ese sentido, ambos recordaron un reencuentro entre una mamá y su hija en 2022. Norma se acercó en 2013 a la delegación para dar con la hija que había parido a los 15 años y de la que se desprendió en medio de presiones y dificultades económicas. “Ella decía que no se quería morir sin antes decirle a la hija que la quería”, apuntó Acosta. Sin la ley sancionada aún, no se logró dar con ninguna pista, hasta que en 2022, una joven llamada Betiana apareció en la oficina. “Nos relata su historia, empezaron a surgir algunos elementos en común, se hace un ADN para corroborar el vínculo biológico con Norma y se termina confirmando. Hicimos un encuentro en la secretaría y estaban emocionadas y muy agradecidas.
Ambas habían atravesado una búsqueda cargada de prejuicios: a Norma, muchas veces, le achacaron haber entregado a su hija, incluso amenazaron con denunciarla y hasta trataron de convencerla de que su hija seguramente tendría una vida mejor sin ella. A la joven, por su parte, le cuestionaban la necesidad de conocer su origen y la tildaban de desagradecida hacia quienes la criaron.
Los buscadores
Andrea Cerda hace lo mismo que Sabrina Acosta, pero en la ciudad de Santa Fe. Desde 2017, trabaja para encontrar esa pieza que le falta al rompecabezas, devolviendo a su cauce el río del destino. “La temática es compleja y particular. Como Estado trabajamos mucho con los sitios de buscadores, que pueden buscar en redes sociales. Nosotros no. Los buscadores tienen esta chance de poder armar redes y cadenas en los sitios de una manera diferente, por eso nos complementamos”, precisó.
Cada caso es único y la directora del área santafesina expone una multiplicidad de circunstancias. “A algunos se les ha ocultado durante mucho tiempo que eran adoptados, muchos lo descubrieron cuando se estaban por casar y tuvieron que pedir la partida. Muchos otros saben desde chicos y no tuvieron interés. Tenemos muchísimos casos de hermanos que buscan hermanos y no quieren saber nada de sus padres biológicos. Otro ejemplo -precisó- es el de una persona que busca a un familiar del que ya tengo todos los datos para poder dárselos y todavía me dice no estar preparada para dar ese paso”.
No soy de aquí ni soy de allá
¿Qué le sucede a una persona que desconoce su origen, que no puede conectar con ninguna referencia? ¿Qué busca en definitiva? Las preguntas no tienen una sola respuesta, pero Cerda, de profesión psicóloga, lo intenta: “Todo lo relacionado al conocimiento del origen ayuda a proyectar y a comprender cómo trascienden, qué tienen para dejar. Muchos tienen la intriga de si son así porque son así o por la genética. Se preguntan mucho qué tendrán de su mamá y de su papá. Se cuestionan: ¿esto que me está pasando, esta angustia que siento, vendrá de algo que viví de niño y no lo sé?”.
Para la funcionaria, existe una “intriga” y una necesidad de conocer el pasado para comprender el presente. El proceso de búsqueda requiere en muchas ocasiones un acompañamiento psicológico que, desde la Secretaría, se brinda a quien lo pide.
Los encontrados
Tanto en Rosario como en Santa Fe, las funcionarias que conectan gente, remarcaron que del otro lado de una decisión de búsqueda que se concreta en un proceso complejo y costoso emocionalmente, está la alteración radical que debe atravesar la persona encontrada. “El que busca, generalmente, da este paso porque lo pensó y averiguó, pero el buscado, cuando es encontrado se desayuna con mi llamado. Entonces, hay que darles los tiempos y esta instancia es totalmente particular, no está estandarizado”, observó la santafesina.
En ese sentido, recordó algunas experiencias: “Por ejemplo, una chica busca a sus hermanos, encontramos a doce, pero los dos últimos no tienen afectivamente ningún lazo con su familia biológica y no los quieren conocer. No tienen la misma construcción que ella, ni la idea de abandono que tiene esta hermana que busca, que fue la mayor y que vivió situaciones de violencia y de abandono de sus padres biológicos. A ella, encontrar a sus hermanos le cierra un poco esa historia, pero no a estos dos hermanos que no vivieron lo que ella dice haber vivido. Pueden entender su relato, pero no quieren ningún vínculo y eso hay que respetarlo”.
A fin de plasmar la heterogeneidad de las reacciones, comentó: “Encontré a una chica que era buscada por su hermana y su madre, aunque ella es una señora mayor. Le hablé, le comenté todo lo que pasaba, pero me dijo que no las quería conocer. «Yo tengo otra vida, supe siempre que era adoptada y no quiero que me des ningún dato ni nombres»”.
Hacer contacto
Los datos que surgen de documentación y testimonios se hilvanan hasta armar la trama. Una vez que se tiene la confirmación de la identidad de la persona buscada, desde el área se las contacta. “Cuando hago un contacto con el familiar buscado, nunca digo, ni quién busca ni cómo se llama. Son muy escuetos los datos que doy hasta que me los van pidiendo”, aclaró.
“Tengo acceso a la Secretaría Electoral para ubicar direcciones y se manda en el marco de la ley una convocatoria para que tome contacto con nosotros, le doy todas las opciones y bueno, queda un poco a la buena de Dios porque es bastante general, no puede ser específico. No puedo poner nombre del peticionante, y no sé quién me encuentro del otro lado. Hay mucha gente que ante la requisitoria ha mandado a sus padres adoptivos”, advirtió.
La voz de la sangre
María Rosa Palolle asegura que tiene una flecha clavada en el corazón que no se la puede sacar hasta el día de hoy. No, no puede, incluso ahora con 78 años es incapaz de quitarse el dolor de la revelación que tuvo a sus 50: no era hija de sus padres. La confirmación, curiosamente, le llegó por un análisis de sangre que determinó que padecía una enfermedad genética cuyo origen se ubica en África. Desde entonces, empezó a buscar con desesperación su propia fuente biológica y en el camino, creó la organización ¿Quiénes somos? para agrupar a los buscadores y acompañarse en la fatigosa tarea de desentrañar lo oculto y derribar mentiras consolidadas como verdades. A pesar de que no logró aún dar con sus padres, no pierde la esperanza de saber, algún día de dónde vino.
“Yo soy una hija que busca y a lo mejor mis padres también me buscaron. No sabemos. Pero como todo esto no se habla claro, te encontrás con una pared, un muro muy largo. Es muy triste cuando pienso en mi mamá, en cómo vivió, o cuando imagino a mis hermanos”, sostuvo en diálogo con Rosario3 esta mujer que, curiosamente, según el Registro Civil nació el 23 de agosto de 1946 en la calle Juan Francisco Seguí al 2400 de Capital Federal donde vivió con su familia, pero que también tiene otra fecha de nacimiento del 14 de agosto, nueve días antes, en el Hospital Fernández.
Según contó, una de las partidas de nacimiento fue firmada por Bautista Pallone, quien la crió como su hija. La otra, establece que ese día nació en el hospital una niña sin madre ni padre conocidos a la que se le puso el nombre de Norma Irma. Conoció esta situación cuando sus padres habían muerto, era madre y había quedado viuda, tras practicarse un análisis que debió repetir ante los resultados impensados: “Todo lo que sé de mí me lo dijo la sangre”, remarcó, y recordó el momento exacto de la revelación: “El médico me dijo «Tenés hemoglobina S, una enfermedad viene del norte de África, de Marruecos es un resto de la malaria, y no tiene cura, porque es genética. Vos se la pasás a tu hijo y es muy probable que la tengan tus nietos». Salí de ahí como si me hubieran disparado”, expresó.
María Rosa inició una búsqueda alocada, según sus propias palabras, con ansiedad y angustia aumentadas por el silencio perturbador de los familiares que habían sobrevivido a sus padres de crianza. “Ya me hice tres estudios de ADN ancestrales. Pude saber que mi mamá era de la isla Brava (Cabo Verde) pero allá había una mezcla grande y mi mamá tiene mucho también de sirio libanés. Es tan triste, tan triste, porque pienso en la historia de los negros que han venido todos esclavos, huyendo, pasando por Europa y quizás mi mamá como muchos, caminó desde Salta o Jujuy, tengo también genes indígenas”.
Estos orígenes la impulsaron a recorrer de a una las casas que en su Palermo natal habían sido habitadas por integrantes de una comunidad negra cuando era una niña. Pero tampoco ahí pudo dar con los rastros de esa mujer morena que le dio la vida. Un comienzo que es pura incógnita, más allá de las luces que arrojó su propia sangre.
Su lucha no solo consiste en hallar a sus padres biológicos sino favorecer la búsqueda desde el ámbito legal. “Quiénes somos” presentó varios proyectos en el Congreso nacional para que se habilite la apertura de archivos oficiales, pero perdieron estado parlamentario. Según apuntó, en 2006, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó una norma para facilitar la apertura de los archivos en los hospitales públicos y privados de la Capital, pero aún no fue reglamentada.
Para María Rosa, su caso es el de miles y miles. “La cantidad de gente que busca es inconmensurable y en todas las provincias”, alertó y destacó: “Muchos son pobres y no tienen recursos, por eso yo siempre estoy de su lado. Hay que atender a los marginados, a veces me quedo hasta las 12 de la noche con mi teléfono fijo, hablando y atendiendo gente que trata de encontrarse con esas personas queridas. Es muy difícil porque en el medio tenemos que vivir”.