Este jueves se conmemoran 30 años del peor atentado terrorista perpetrado en la historia del país, en la sede de las entidades judías Amia de Buenos Aires, que dejó 85 víctimas fallecidas, centenas de heridos, y una deuda pendiente de respuestas en torno a las causas que lo motivaron.

En busca de desgranar algunas de las principales hipótesis del caso, el periodista Javier Sinay se adentró en el archivo judicial de la Unidad Fiscal a cargo, y trazó una renovada cartografía de los hechos, con entrevistas a decenas de imputados, jueces y fiscales, agentes de la Inteligencia nacional y de la Policía Federal, dirigentes comunitarios y al ministro del Interior durante el gobierno de Carlos Menem, Carlos Corach.

El libro propone traslaciones a los primeros 30 días desde el hecho, ya que al investigar, Sinay se encontró con que "las fichas judiciales" fueron establecidas en esos primeros momentos y luego permanecieron a lo largo del tiempo. Un caso que permanece activo tras un nuevo fallo de la Cámara de Casación Penal y una condena de la CIDH al Estado Argentino por encubrimiento.

El autor de “Los crímenes de Moises Ville” realizaba una crónica sobre el caso Amia para el medio inglés The Jewish Quarterly en 2022 cuando cayó en la cuenta que estaba creando un libro. Lo ofreció en la editorial Sudamericana, y hace dos semanas lanzó en librerías su nueva obra, Después de las 9:53. Amia. Cartografía de un atentado.

En tono de thriller policial y en primera persona, además de ordenar por fecha esos primeros 30 días y trasladarlos en el tiempo hacia el presente, el cronista también recreó algunas escenas probables –basado en sus fuentes–, como el rescate de los dos empleados de Maestranza de la Amia entre los escombros, o una persecución feroz de policías al vendedor de autos Carlos Telleldín, quien luego sería uno de los protagonistas involuntarios del caso judicial, dos veces enjuiciado y luego absuelto. En otro fragmento imaginó los minutos previos al impacto de la camioneta en la entidad, cuyo texto reza: “La camioneta está en marcha, se abre paso por calles con tráfico denso. Carga kilos de explosivos. Es una Renault Trafic, una camioneta tan común que casi nadie la recordará. ¿Quién la conduce? ¿Ibrahim Berro? En alguna ocasión ese será un nombre adjudicado al conductor, pero su identidad no podrá ser determinada con certeza. Berro —si acaso se trata de él— es un muchacho enviado desde Beirut, donde vive con su padre, su madre y sus hermanos. Tiene 21 años. Parece un chico normal. Hasta sonríe en las fotos. Pero también podría ser un atacante suicida que vino para matar y morir”.

En los días previos al aniversario de tres décadas del estallido terrorista de la Amia, desde una habitación en un hotel de Brasil, Sinay contó a Rosario3 del otro lado del teléfono en torno a su nuevo libro y el proceso de su investigación.

— Es llamativo que quien no recuerda nítidamente (o no vivió) aquellos tiempos, tiene una idea de que “no se investigó”, y sin embargo a lo largo del libro uno se entera de cada nueva punta que aparecía en aquellos primeros 30 días, como el arrepentido de Hezbollah o el señalamiento a Telleldín por haber vendido la supuesta camioneta Renault Trafic a quienes organizaron el atentado (según la pista iraní).

— Es así tal cual. Por ejemplo, el 9 de agosto (día 23 tras el atentado) el juez Juan José Galeano presentó la pista iraní en base al testimonio del disidente de Hezbollah que él entrevistó, y pidió que Telleldin continúe detenido en esa causa. Y con ese fallo marcó un rumbo: habló por primera vez de una conexión local, con hipótesis de por qué el atentado se decidió realizar en Argentina en el marco del conflicto con Medio Oriente.

El caso es una completa maraña, pero es una historia que sigue viva y que muta. Aunque muchos escépticos no coincidan, puedo decir que habiendo entrevistado al fiscal de la UFI Amia Sebastián Basso y a varios empleados judiciales, se sigue investigando. Busqué contarlo desde un vaso un poco lleno en vez de hacer una colección de críticas y de pesimismo, que es lo más habitual.

Yo nunca había trabajado en nada sobre el tema. Me pareció complicado meterme, pero tenía un buen deadline de trabajo, y ya estaba investigando para la crónica que me pidió el editor de un medio del Reino Unido llamado Jewish Qarterly .

Aún faltaba un año para que se cumpliera el trigésimo aniversario, y me di cuenta que en los primeros 30 días tras el atentado hubo un trabajo intenso que marcó a muchos de los elementos que se iban a amplificar en los siguientes 30 años. Esos primeros días eran como un prisma para mirar lo que vendría después.

El actual fiscal a cargo de la causa Amia, Sebastián Basso, mostrando a Sinay parte del archivo judicial.

— Son varias las referencias literarias que tomaste en el hilo narrativo, entre las cuales se destacan en varios momentos Jorge Luis Borges y Rodolfo Walsh.

— Totalmente. Lo pensé como un thriller político, entonces traje muchas citas sobre el género policial detectivesco: Raymond Chandler, Arthur Conan Doyle.

A Borges y Walsh los tomé como pilares, y de este último cité de Operación Masacre: No puedo, ni quiero, ni debo renunciar a un sentimiento básico: la indignación ante el atropello, la cobardía y el asesinato.

En sintonía con esa idea, también tomé del Talmud (una especie de código civil y religioso judío) un concepto que funcionó como pilar del libro: no estás obligado a terminar la obra, pero no estás libre de desentenderte de ella. Eso es lo que sentía que debía indagar en la causa como periodista.

Cuando estalló la Amia vos eras adolescente, por lo que describiste en tu libro aquel momento histórico en que viste el estallido en la televisión a media mañana, en medio de las vacaciones de invierno. Y recordaste haber ido a aquella primera marcha de reclamo unos días después. ¿Sentías en esa cercanía al hecho cierta necesidad de búsqueda de conocer el por qué y quiénes lo hicieron?

— Yo no conocía a nadie que haya muerto en la Amia. Tengo un origen judío del cual no reniego, pero al escribir, decidí hacerlo desde la identidad de un periodista que creció en los años 90, en tiempos de varios hechos de mucha impunidad policial, social y judicial.

Uno de los desafíos narrativos que tuve era si usar no la primera persona. Me gusta escribir libros en primera persona, entonces me cuestioné qué iba a decir de mí, que no soy un judío activo de la comunidad. Entonces me posicioné desde la identidad actual, un poco “detective ciudadano”, sin más armas que la curiosidad y sin mas interés que publicar el libro.

— Los familiares de Memoria Activa y el CELS a lo largo de los años reclamaron y reclaman que no se investigó las hipótesis de la pista siria, que fue la brindada por el ex agente policial Iosi (conocido por el libro de Lutzky y Lewín que fue llevado a una serie de Amazon Prime) en la que estaba implicado el entonces presidente Carlos Menem. ¿Por qué pensás que la Justicia no siguió esa línea?

— Les consulté por el asunto, y los judiciales dicen que se investigó la pista Siria: que hay más de 70 cuerpos de investigación de 200 páginas cada cuerpo que investigó al empresario cercano a Menem, Alberto Jacinto Kanoore Edul.

Pero dicen que hay una prueba científica material que indica que existió la Trafic que hizo explotar la Amia, ya que 27 de los cadáveres tenían esquirlas de la camioneta en sus cuerpos, aunque del conductor haya muy pocos indicios. Esa es una prueba indiscutible, junto a otros indicios y pruebas en los que se apoyan.

Si se inclinaron por la pista iraní, no fue por testimonios, ya que muy pocos testigos vieron la Trafic antes del estallido. Recordemos que esta fue armada por el primer juez Galeano, luego la siguieron los jueces siguientes, y la siguen los actuales que en abril sacaron este fallo, y la sigue el fiscal actual Sebastián Basso. Y son sectores judiciales que están enemistados entre sí.

La pared de ingreso de la UFI Amia y el mapa que indica el lugar del estallido cuando apenas comenzaba a investigar el juez Galeano.

— Habiendo investigado en los archivos y entrevistado a 26 personas alrededor del caso, ¿Tenés una postura ante el interrogante del por qué se realizó el atentado?

— El golpe contra la comunidad judía global estoy seguro que era una causa. El asunto de las armas nucleares que Menem negoció parece haber tenido algo que ver. Eligieron en Argentina porque era un lugar con un sistema de seguridad muy frágil, donde dos años antes fue perpetrado el atentado en la Embajada de Israel.

Se dice que Menem había recolectado plata de la comunidad siria para su campaña y que después se alió con Estados Unidos y entonces fue una venganza, quizás hay algo de eso también.

La verdad es que si me pongo a repasar todas las posibles razones, todas tienen sentido y probablemente se deba más de una razón. Y entre la pista siria y la iraní, probablemente la verdad está en el medio, como en casi todos los hechos.

— En tu libro, el vendedor de autos Carlos Telleldín y el juez Galeano son de alguna forma protagonistas.Y sorprende la complejidad de ambos personajes: el ex juez es ahora instructor de yoga, y Telleldín que era un changarín con saunas y venta de autos usados, se recibió de abogado en los años que estudió en la cárcel.

— El primer mes la propia causa los puso como en un duelo que continuó durante años. Por momentos, en ese duelo estuvo Galeano como el poderoso que inculpó a Telleldín, y después en 2004 cuando Telleldín fue absuelto y liberado, apartaron a Galeano del caso, dando vuelta la suerte para ambos.

Creo en la complejidad de las personas. Todos nos movemos en una escala de grises. No hay nadie completamente blanco ni completamente negro. La gente es ambigua, y ahí es donde está la verdad del ser humano. Por eso los entrevisté muchísimas veces y trabajé sobre esos esas contradicciones.

Pero debo reconocer que a Galeano lo vi como un tipo honesto que investigó. Estaba dispuesto a arriesgar y hacer cosas que no estaban en el Código Penal. La primera vez que nos vimos, me dijo «yo pude haber cometido errores, pero no cometí delitos». Le creo que quiso resolver el caso.

El ex juez y ahora abogado e instructor de yoga, Juan José Galeano (izquierda) y el ex imputado en la causa Amia Carlos Telleldín.

— En un fragmento del libro hablas de cien años antes del atentado, cuando en 1894 comenzó la colonización judía del barón de Hirsch, de la cual fue parte tu bisabuelo, y sobre la cual ahondaste en tu libro Los crímenes de Moises Ville. ¿Por qué destacaste ese paralelismo con estos judíos que decidieron ser argentinos? ¿Lo pensaste con cierta logica de precuela de un hecho histórico al otro y de tu libro anterior a éste?

Pensé en las contradicciones, los mitos y las ambigüedades de la Argentina, porque a la vez que fue un atentado antisemita, creo que la sociedad argentina en general abrazó a la comunidad judía después del atentado.

Quería escribir sobre esta historia de los colonos como una historia que es parte de las ambigüedades del país, y justo 100 años antes del atentado a la Amia fue ese origen de los judíos en Argentina.

Y como dije, escribí en primera persona. Soy bisnieto de un rabino que inmigró a las colonias, y a eso se suma que para aquel libro anterior debía investigar en la biblioteca del IWO (siglas en yiddish para el Instituto Científico Judío), el cual fue perdido en gran parte bajo los escombros en calle Pasteur. Había un hilo histórico sobre esta inmigración.

— Sorprende la cantidad de entrevistados que accedieron a hablar para tu investigación, 26 personas en total. ¿Hubo alguno que no accedió?

– Me sorprendió que mucha gente aceptó rápidamente hablar conmigo. Eso fue muy loco, yo mismo me sorprendí. Pienso que pasó el tiempo, hubo juicios y sentencias, y los que participaron en esta historia habrán sentido que va quedando atrás el asunto, entonces quieren hablar y contar su verdad.

De los que mas sorprendieron, Corach ya es un hombre grande, no necesitaba hablar. Pero evidentemente le gusta la polémica. Quien no me dio una entrevista fue Eduardo Menem. Entiendo que no quiera, porque no los beneficiaba en nada hablar.

En el año 2014 escribí un perfil muy largo sobre el “Tigre” Acosta, el represor de la Esma, para un libro que editó Leila Guerriero que se llama Los malos. Tanto en ese momento como ahora, siento que rompés con una pared que permite que, al escucharlos hablar, entendés el punto de vista de ellos, su versión de los hechos. Hablar con quienes no piensan como uno es lo más interesante de investigar.

— Si el caso Amia sigue vivo y ha ido mutando, ¿no te dio en ningún momento algún temor repasar este caso que interesa al Mossad, la CIA, la Intelgencia argentina y a terroristas?

— Seguramente habrá algunas cosas en el caso que no conozco. Pienso que lo arriesgado hubiera sido ir a investigar en la Triple Frontera, donde hay referentes del terrorismo. Me hubiera encantado ir, pero mi plan de trabajo se centraba en lo judicial y en las figuras que entrevisté, que viven en Buenos Aires. El verdadero peligro, pienso, debe estar ahí en Ciudad del Este.

Investigué siguiendo algunos consejos, y atento a si la vida tenía alguna nota disonante, pero todo siguio su curso normal. Y las cosas que dejé fuera fue por exageradas o porque me podían implicar alguna demanda, al no tener pruebas de cosas que hayan sido como me las contaban. Pero entrevisté a toda gente muy civilizada, no hubo temor. Una fuente de la SIDE me convidó torta durante la entrevista.

*

Entre las personas entrevistadas para su investigación, Sinay dialogó con el actual fiscal de la UFI Amia Sebastián Basso, agentes de la ex Side, espías de la Policía Federal, empleados judiciales, dirigentes de Montoneros y de Quebracho, los autores Horacio Lutzky y Gabriel Levinas, los dos primeros fiscales de la causa Eamon Mullen y José Barbaccia (quienes trabajaron junto al fallecido fiscal Alberto Nisman), los dirigentes de la Amia y de Daia en 1994, el ministro del Interior durante el gobierno de Carlos Menem, Carlos Corach, y la referente de la organización de familiares de víctimas Memoria Activa, Diana Wassner.