La Liga Profesional consume entrenadores a una velocidad espeluznante. Sólo se menciona a la principal categoría del fútbol argentino, pero de la Primera Nacional para abajo, el descalabro es mucho peor.
Once directores técnicos en doce fechas volaron por el aire mientras unos cuantos están en la cuerda floja. No es novedad que son el fusible de cualquier campaña mediocre.
El fin de semana pasado fue un récord: cuatro técnicos dejaron su cargo.
Es más, hay casos, como el de Julio Vaccari, que arrancó en Defensa y Justicia y hoy dirige Independiente.
Talleres, por ejemplo, se quedó sin Copa Libertadores y también sin Walter Ribonetto. Allí queda claramente demostrado que el único que paga los platos rotos es el entrenador.
A Talleres lo desarmaron impiadosamente antes y durante la competencia internacional y el responsable fue el ex defensor de Central y campeón con Lanús.
Once directores técnicos en doce fechas volaron por el aire mientras unos cuantos están en la cuerda floja
Algo parecido sucedió con Independiente Rivadavia de Mendoza, que después del ascenso, o a mitad de competencia, entre la Copa de la Liga y la Liga Profesional, perdió a sus figuras y Martín Cicotello ya es historia.
El presidente Daniel Vila quiere recordar buenos viejos tiempos y reclutó al Pelado Alfredo Berti, el DT del ascenso, pero el plantel es el mismo que dejó sin trabajo a Cicotello, que ya había reemplazado a Rodolfo de Paoli en la Copa de la Liga.
Hasta River dio un volantazo y echó a Martín Demichelis entre lágrimas, abrazos y cartelitos cariñosos después de someterlo al escarnio cada vez que nombraban al equipo en el Monumental porque no les gustaba cómo jugaba el equipo.
Demichelis es el responsable de que River sea el principal candidato a ganar la Libertadores: define todo de local.
No todo es resultados en la viña del Señor, parece. Aquí se produce una situación diferente. El regreso de Gallardo vino acompañado de una nómina impresionante de refuerzos que no fueron posibles en la era Demichelis.
Cuando la dirigencia recibió los primeros atisbos de rechazo por el juego regular del equipo, inmediatamente sacó a un técnico y buscó a quien podía absorber todas las presiones. Y le cumplieron en todo. Ahora nadie mira de reojo a Brito y compañía. El Muñeco descomprimió todo.
Milagrosa es la situación de Boca. El entrenador resistió el papelón de la eliminación en octavos de final de la Sudamericana, pero ahora va partido a partido. Es más, podría casi asegurarse que si el equipo de Martínez pierde esta noche con Central, probablemente tenga que dejar el cargo.
En Rosario la historia no es diferente.
En Newell’s, empezó Larriera y sigue el Gallego Méndez... Por ahora.
En Central, Miguel creyó que ya era suficiente y el club apostó por las inferiores. Lequi fue ratificado el miércoles hasta fin de año a pesar de la eliminación en la Sudamericana, pero todavía falta más de la mitad de la Liga profesional como para poner las manos en el fuego.
Cuando la cosa viene complicada, todas las dirigencias miran para el mismo lado: el banco de suplentes. Allí está el mal de todos los males, el fusible, el entrenador.