“Recibe, recibe”. Leda Bergonzi le pide a la gente que reciba a Dios en sus corazones. Repite una y otra vez esa palabra, la canta y la enreda a otras, elevando una oración musical. Es martes y la tarde se desvanece sobre la ex Rural de Rosario, donde la Municipalidad de Rosario dispuso de dos pabellones para poder albergar a la incesante cantidad de seguidores que van en búsqueda de su bendición.
Cada vez más gente rodea a esta mujer a quien se le adjudican sanaciones tanto del cuerpo como del ánimo. De las 400 personas que se congregaban en la catedral de Rosario, hoy se cuentan más de 12 mil.
Esperando el milagro
Muchas horas antes de que Leda iniciase sus bendiciones cerca de las 18 - la instancia en que se acerca a cada uno de los presentes, aunque sean miles, y los toca, les habla y canta al oído, el momento exacto en que despliega sus carismas- que Fabricio, su esposo haga su prédica de la Biblia y el padre José Calandra brinde una misa, la gente ya estaba allí. Muchos habían llegado el lunes y habían pasado la noche en reposeras, soportando el frío de un invierno ansioso que sabe que le queda poco tiempo.
A las 8 abrieron las puertas y unos 3 mil fieles tomaron asiento en ambos galpones, pero una multitud quedó afuera, organizada en una fila interminable, de la mano de una veintena de agentes municipales de la Secretaría de Control y Convivencia y de Defensa Civil. También, se dispusieron ambulancias del Sies con atención médica que, efectivamente, fue requerida por al menos 30 personas con algunos problemas de salud, alterados por las condiciones climáticas y el cansancio. A todos se les brindó maté cocido bien calentito y azucarado para amenizar la larga espera.
Unos 5 colectivos de doble piso y larga distancia estaban estacionados afuera de la ex Rural. Trajeron a Rosario a cientos de personas de distintas provincias, incluso de otros países, por ejemplo, Paraguay. Se sumaron a los fieles rosarinos, muchos de ellos partícipes de los encuentros de Soplo de Dios Viviente en sus orígenes, hace unos 8 años atrás. Se podía ver gente en sillas de rueda o andadores, niñitos con problemas motrices, gente mayor y muchos jóvenes. Entre los participantes llamó la atención la presencia de Celia Messi y su hijo, Matías, quienes hace un tiempo se acercaron al grupo para ofrecer su colaboración, conmovidos con su obra espiritual.
El Dios de toda la gente
“Busco todo el tiempo el mismo Dios que busca la gente”. Leda Bergonzi habló con los medios de comunicación presentes en el Parque Independencia unos minutos antes de comenzar su oración y bendición. “Creo que Dios sana, puedo llegar a ser una persona que Dios está utilizando hoy, pero bueno, esto no es determinante. Y no cambia absolutamente nada en mí”, declaró ante la consulta sobre sus carismas que, de acuerdo a la doctrina católica, son dones que Dios otorga a algunas personas para su manifestación.
“Siento mucha felicidad, creo que hay mucha unción del Espíritu Santo, eso que hace que la gente se conmueva”, sostuvo y agradeció la intervención de la Municipalidad de Rosario que dispuso el predio e instaló el altar y las pantallas para permitirle a los presentes seguir la celebración religiosa.
Cuando se le preguntó por el crecimiento de la comunidad y su porvenir, aseguró: “Sé que Dios tiene el control de todo, vamos paso a paso”. Luego, admitió que siente “responsabilidad” por este incremento de fieles que se suman de a centenares. “Confíen en Dios, que es un Dios vivo”, agregó e invitó a sentir a Dios presente en la reunión de tanta gente.
Al ser consultada por la presencia de la familia de Lionel Messi, observó: “Para mí son todo iguales. Yo tengo una mirada de Dios presente. No nos condiciona nada" y agregó: "Dios ama a ellos como ama a todos". Por último, hizo una bendición: “Que Dios los bendiga a todos y que los abrace, que nos podamos reunir en esta adoración eucarística. Que puedan tener esta experiencia que tuve yo de un Dios inmenso, poderoso y grande”.
Más colaboradores para la obra de Leda
Además del incremento de los seguidores, Soplo de Dios duplicó la cantidad de colaboradores y colaboradoras de Leda. En el comienzo era una decena, hombres y mujeres cercanos que participaban de acciones solidarias y se reunían para orar. A medida que congregaron más y más fieles, y el grupo se hizo conocido muchas personas se ofrecieron a ayudar para organizar los encuentros, la mayoría conmovidos por las acciones espirituales de Leda.
A raíz de la mudanza a la ex Rural, y esperando la participación de muchos más fieles que la semana anterior, Leda incorporó 20 personas al grupo que alcanzó la cifra de 50 integrantes. Este martes, Fabiana Nissoria, hermana de Marcela Nissoria, esposa de Hugo Montefusco, uno de los muertos en el estallido del 6 de agosto de 2013 en calle Salta 2141, acomodaba en cajas los alimentos que trajeron algunos. Llevaba puesta una remera azul con el logo de Soplo de Dios Viviente, prenda que compró de su bolsillo y que la identifica como “colaboradora”.
“Hace dos semanas que fui a ver a Leda a la iglesia de la calle Ricchieri y fue impactante. Apenas la vi sentí una conexión algo especial con ella y cuando llegué a mi casa le dije a la virgencita de San Nicolás que necesitaba estar cerca de Leda y ayudando a la gente. Lo necesitaba mi corazón, me lo estaba pidiendo. Al otro día me llamaron para ver que si quería ser parte del del voluntariado de Soplo. Una emoción terrible”, contó acerca de su incorporación a la comunidad.
Fabiana dio sus primeros pasos en la acción social tras la tragedia de calle Salta y allí descubrió que esta tarea le sentaba bien. “Teníamos un dolor terrible, pero tratamos de paliar ese dolor ayudando al otro, en medio de un caos”, recordó. Tras aceptar la invitación a formar parte del grupo, asistió a una reunión con Leda: “Nos dieron las pautas de organización y compartimos una merienda, hablábamos con la gente como si nos conociéramos de toda la vida y Leda nos pidió que tratemos a todos con amor, que nos arrimemos con cariño porque cada persona tiene su historia. Y bueno, a eso bien, a estar con la gente, agarrarla de la mano, hablarle y alentarlos. Se me llena el corazón”, confió.
A su lado, Andrea relató sobre cómo conoció a Leda: “El último día que estuvo en catedral quedé impactada con el abrazo que me dio, se me caían las lágrimas, lloré un montón, ese amor, que transmite esa paz, esa felicidad y me dijo «Recibe. Vida nueva»”. El impacto que le causó la llevó a ofrecerse para colaborar. “No tengo palabras de agradecimiento. Todo es amor y sanación y veo los testimonios de la gente que se cura y es maravilloso”, consideró. Desde entonces, está a disposición de las necesidades de la gente que va a buscar la bendición. “Estoy en los baños, ayudo con los alimentos, acomodo a la gente, sirvo el mate cocido, estoy donde me necesiten”, manifestó, mientras daba una mano con las donaciones.
Más que un soplo, es un vendaval, un viento huracanado que sacude la razón, conmueve a quienes tienen fe e inquieta a los descreídos.