Las transformaciones urbanas son complejas y responden muchas veces a la interacción con los vecinos, a las demandas que surgen de quienes habitan los territorios que el Estado interviene. Un ejemplo de eso son los 30 pasillos de villa Banana que fueron cerrados al paso con portones que solo pueden abrir y cerrar los habitantes del lugar, como reacción o prevención ante la inseguridad y la violencia. 

Las estructuras de metal, que en la barriada del distrito oeste en proceso de urbanización están pintadas de negro, generan una especie de consorcio o privatización del uso de un camino que, en principio, es público.

En Lima 2810, la tercera cuadra desde 27 de Febrero hacia el oeste, Selva defendió la incorporación de esa medida. Además del portón, tapiaron una de las salidas del pasaje para que no se conecte con la calle posterior (Valparaíso).

“Sí, lo pedimos nosotros. Antes venían y pasaban por acá cuando robaban porque esto tenía salida del otro lado”, contó a Rosario3 la mujer de 49 años que vive desde la adolescencia en la villa que de a poco se convierte en barrio.

Alan Monzón/Rosario3

 

La pared de ladrillo tabica el paso interior y el camino forma una ele que muere en una vivienda precaria en el centro de manzana. Son doce familias que tienen llave del portón y comparten el ingreso y egreso al lugar. “Estamos mejor así", dijo Selva y reclamó: "Nos falta la cloaca acá y que arreglen el pasillo”.

Según confirmaron desde el área de Vivienda y Hábitat de la Municipalidad, ya colocaron en Banana 29 portones de cierre, la mayoría están sobre las arterias que dan a las vías del ferrocarril, donde nació el asentamiento hace medio siglo y le dio forma y nombre al lugar.

Las estructuras están instaladas en las calles Lima (entre Rueda y Gálvez), Valparaíso (entre Rueda y Gálvez), Gálvez (entre Río de Janeiro y Valparaíso) y Gálvez (entre Lima y Servando Bayo). Forman parte de la urbanización de 98 pasillos. Se suman las ocho calles abiertas y las obras de infraestructura en 27 cuadras. 

Fuente: Secretaría de Hábitat de Rosario.

 

En Banana, fueron relocalizadas 122 familias y 50 viviendas fueron “cortadas” para dibujar la nueva traza de calles amplias y con veredas. Un territorio que busca "cambiar la piel y dejar atrás el miedo", como planteó el ex alcalde de Medellín, Sergio Fajardo, en una recorrida realizada la semana pasada.

Aunque cerrar corredores suena a contrasentido (porque la urbanización abre calles) e incluso es reconocer la dificultad de cuidar la seguridad en los espacios públicos, es promocionado por el propio Ejecutivo porque, explican, lo pidieron los vecinos y atiende una demanda específica.

Tampoco es una particularidad exclusiva de la obra pública emblema de esta gestión. En villa Moreno, otra de las zonas con proyectos de integración sociourbana, de 35 pasillos a intervenir 30 ya tienen portones. El último implicó un largo debate con los vecinos porque incluyó a 70 familias y el requisito del municipio es que se pongan de acuerdo. 

Fuente: Secretaría de Hábitat de Rosario.

 

Solo en esos dos barrios, entonces, existen 60 vías públicas tabicadas con estructuras a las que solo pueden acceder (o facilitar el acceso) quienes viven en el lugar.

Esos escudos de chapa y metal contra la delincuencia y la violencia no son nuevos. Rosario3 dio a conocer en enero de este año el cerramiento de rincones de Tablada y Empalme Graneros. También en Acindar y Parque Field. “Son las vecindades que el miedo trazó a lo largo de toda la ciudad”, resumió la periodista Sabrina Ferrarese en aquel relevamiento.

“Es una forma de organizar el territorio, no es distinto de la dinámica de una casa de pasillo en pleno centro. Los propios vecinos lo plantean, no tanto por seguridad, sino por una cuestión de ordenamiento y de control respecto de quienes ingresan y salen, muchas veces son familiares que viven todos en un mismo pasillo”, dijo entonces Josefina del Río, subsecretaria de Hábitat, sobre la construcción de siete puertas en Tablada.

Otros vecinos habían improvisado esa misma salida años antes. “Nosotros cerramos en 2016 porque se metía gente de otros lugares. Se entiende que pasar por acá te permite ahorrar camino y también evitás el rayo del sol, pero empezaron a faltar cosas. Dijimos «basta, pongamos un portoncito así el que no conoce, no se mete»”, contó un habitante del lugar.

Mientras las modificaciones urbanas avanzan, la ciudad pierde pasadizos. La explicación de su consolidación suena lógica en la crisis pero va en sentido contrario a lo que propuso Fajardo en la recorrida por Banana. El alcalde de Medellín que pacificó a una de las ciudades más violentas del mundo habló de una "intervención apoyada en el urbanismo social" y "reconstruir el tejido". Para eso, recalcó, es vital cambiar porque "cuando ha habido tanta violencia pues cada quien está en su espacio, encerrado, atrapado”.

“El miedo –completó– nos encierra y la circulación es reducida. Lo que nosotros teníamos que hacer era construir nuevos espacios para encontrarnos. Nos tenemos que volver a encontrar para reconstruir el tejido social. Se tiene que volver a ver la gente".