“¿Y ahora?”. Esa fue la pregunta más repetida en los chats de whatsapp y conversaciones telefónicas entre empresarios ayer a la tardecita cuando en el momento en que empezaban a prepararse para sus respectivos planes de sábado por la noche se conoció la salida de Martín Guzman del Ministerio de Economía. Es que entre empresarios lo que importa no es tanto lo que pasó sino lo que va a pasar. Y en base a las expectativas que se arman de ese futuro inmediato es que definen sus próximas acciones.

Los operadores financieros son los que más están más ansiosos por tener un panorama claro ya que la lógica de los negocios no les permite esperar.  El lunes abren los mercados y hay mucho dinero que se puede perder si se derrumban bonos y acciones y se dispara del dólar. “Hay que cuidar al comitente”, decía anoche un operador haciendo referencia a la responsabilidad de los agentes de no hacer locuras con el dinero de sus clientes.

Y ante tamaña crisis política, estaban los que anoche firmaban como un buen número que el dólar blue se vaya a $272, como operó en las plataformas electrónicas de criptomonedas el sábado al conocerse la renuncia de Guzman. No hay que olvidar que el mercado viene golpeado con una fuerte suba de los dólares financieros en las últimas jornadas que llevaron la brecha con el oficial por encima del 100%, al tiempo que los bonos vienen siendo castigados y el riesgo país superó los 2.400 puntos el viernes. Y en medio de una fuerte demanda de dólares en el primer día de julio, el viernes el blue cerró a $242 en Rosario.

Pero la necesidad de tener un horizonte claro de lo que viene es común en todos los actores económicos, sobre todos los vinculados a la economía real por más que éstos tenga más margen que los financieros para esperar señales. Lo necesita el comerciante pyme que debe hacer un pedido de productos al mayorista calculando no quedarse con mercadería que se le puede vencer ante el riesgo que una disparada inflacionaria borre el consumo y lo necesita el industrial que debe definir una inversión o se disponía a tomar un nuevo empleado.

Como muestra de lo delicado de la situación, el viernes (un día antes de la salida de Guzman) había alimenticias que se quejaban de que sus proveedores, por ejemplo de glucosa y azúcar, no tenían listas de precios y habían dejado de vender. Y si ya hay problemas de abastecimiento (con el gasoil como emblema pero no circunscripto a ese insumo) por las distorsiones que genera la inflación, el arranque de la semana promete más reticencias de los proveedores y más dispersión en los precios al público. Una invitación a demorar el gasto y la compra. Y si bien esa parálisis es lo recomendable para no dar un mal paso, este tipo de frenazos no es gratis para la economía. Deja secuelas.

Es que por definición estas crisis políticas tienen dos efectos inmediatos que pueden esperarse para el arranque de la semana si no llegan definiciones de peso que tranquilicen el panorama: actividad económica real parada, alta volatilidad financiera y mucha especulación por todos lados. “¿Queres que te diga lo que va a pasar el lunes? No va a sonar un teléfono”, esa fue la respuesta que dio a Rosario3 uno de los principales operadores inmobiliarios de la ciudad. Es que la experiencia muestra que ante semejante crisis política todos ponen en stand by sus planes de gastos. Sólo lo transaccional se mueve hasta la espera de claridad en el escenario.

Anoche, en círculos empresarios, el análisis que más se repetía es que no se trata de saber el nombre del futuro ministro de Economía sino su banca político. Y es que la orientación ideológica que traiga (más industrialista, más intervencionista, más liberal, o más pro-mercado) poco importa: lo determinante es que su llegada al Palacio de Hacienda sea con consenso interno en el frente gobernante.

Y el tejido o fracaso de ese entendimiento es lo que desvela a los hombres de negocios. Nombres como Emmanuel Álvarez Agis o Martín Redrado, que pueden pivotar entre amplios sectores y no quedan atrapados en un lado de la grieta, eran bienvenidos por muchos paladares empresarios. Pero la identidad del reemplazante era un tema secundario ante la necesidad de que surja del consenso interno pleno. Si así no ocurre su gestión estará terminada antes de iniciarse independientemente de la orientación que traiga. Y también hay otro requerimiento empresarios: que el nuevo ministro llegue con un plan para contener una economía que se desborda de inflación.

Y ante una análisis generalizado entre empresarios de que lo ocurrido el sábado terminó de coronar (para muchos blanquear lo que estuvo claro desde el momento 0) el triunfo de Cristina en la interna oficial (algo que espanta a los más liberales y no desvela a los más industrialistas), también estaban los que veían el vaso medio lleno y destacaban que la salida de Guzmán era una buena noticia porque marca que se terminó la crisis al definirse el ganador de la interna. En efecto, no eran pocos los que ayer veían un horizonte más despejado que el viernes porque se acabó la incertidumbre política: Cristina manda y gobierna. Y eso da claridad en el horizonte para ver cómo organizar en los negocios diarios. Y es que, para el capital (siempre temeroso), lo primero es tener certidumbres de lo que viene y recién en un segundo momento aparece la preferencia o no por el rumbo que se tomará.

En ese contexto, los más optimistas se entusiasman pensando que ante el fin de la interna política y con un ministro, que pueda transitar el centro con consenso de las fuerzas gobernantes hasta las próximas elecciones, lleguen la señales de estabilidad que necesita el país para aprovechar un contexto internacional económico muy favorable en precio y demanda de los dos principales productos de la economía nacional: agroindustria y energía. Por el contrario, los más pesimistas temen que con el triunfo político de Cristina venga una radicalización del discurso K y arribe a Economía un ministro que exprese fielmente el pensamiento mas intervencionista y por eso resumen todo en una frase: “¡A los botes!”