Desde los alimentos en conserva, inventados para preservar la comida de los ejércitos napoleónicos, pasando por el inocente horno microondas, cuyo origen accidental se remonta a los sistemas de radar desarrollados durante la Segunda Guerra Mundial, hasta Internet, concebido como un proyecto del Departamento de Defensa de EE.UU; muchas son las tecnologías desarrolladas inicialmente con propósitos militares que posteriormente encontraron aplicaciones en la vida cotidiana.
De este extenso catálogo de innovaciones, se podría decir que el dron ha dado la vuelta completa, comenzando como experimentos de vehículos aéreos no tripulados (UAV, por sus siglas en inglés) durante la Primera Guerra Mundial. Estos primitivos “torpedos aéreos” controlados por radio no eran más que rudimentarias bombas voladoras guiadas remotamente con muy baja precisión, pero sentaron las bases para el desarrollo futuro de esta tecnología. A lo largo del siglo XX, los drones evolucionaron considerablemente, llegando a la madurez bélica a comienzos de la década del 2000. Modelos como el Predator y el Reaper, capaces de atacar a los objetivos enemigos con misiles y bombas sin poner en riesgo las tropas propias, se convirtieron en plataformas de ataque precisas y letales.
Sin embargo, la verdadera transformación del dron se produjo cuando esta tecnología traspasó el ámbito militar para comenzar a utilizarse en una amplia gama de aplicaciones civiles. La miniaturización de componentes, la mejora en las baterías y la reducción de costos de fabricación permitieron el desarrollo de drones más pequeños, económicos y fáciles de operar. Esto impulsó su adopción en diversos sectores, como la industria, la agricultura de precisión, logística, monitoreo ambiental y operaciones de búsqueda y rescate.
Pero una de las mayores beneficiadas ha sido indudablemente la industria audiovisual. Antes de la llegada de los drones, las tomas aéreas requerían el uso de grúas o helicópteros, lo que disparaba los costos y limitaba la creatividad. Hoy, la disponibilidad de drones económicos y fáciles de utilizar permiten que cualquiera pueda capturar imágenes espectaculares con una inversión insignificante, convirtiendo el vuelo de estas pequeñas aeronaves en una actividad recreativa para personas de todas las edades.
Es precisamente la proliferación y accesibilidad de estos dispositivos la que los ha devuelto a los campos de batalla, pero ahora utilizados como una herramienta ofensiva de bajísimo costo en la guerra en Ucrania. Los drones FPV (First Person View o Vista en Primera Persona, por sus siglas en inglés) son un tipo de dron que permite al operador controlarlo en tiempo real mediante una cámara que transmite imágenes a un visor. Esto proporciona una vista similar a la de un videojuego, que permite al “piloto” operar el dron como si estuviera a bordo. Desplegados en una escala sin precedentes, estos drones se utilizan tanto para reconocimiento como para misiones de ataque, desempeñando un papel determinante en lo que la doctrina militar moderna denomina «guerra híbrida», de la cual el enfrentamiento entre Ucrania y Rusia es un ejemplo paradigmático.
“Guerra híbrida es un concepto donde en un conflicto bélico, al empleo clásico del poder militar se suman otras herramientas a disposición de los gobiernos, como el caso de la ciberguerra”, explica a Rosario3 el comodoro Cristian Haller. “Se suma a eso también el manejo de la guerra de información, jugando también el conflicto en las redes, difundiendo noticias falsas o manipulando la información, y con el uso masivo de drones, satélites y elementos irregulares. Todos los elementos que caracterizan la guerra híbrida están presentes en este conflicto en Ucrania”, detalla Heller, oficial del Estado Mayor de la Fuerza Aérea Argentina y miembro del Grupo de Operaciones Especiales.
Una de las mayores ventajas de los drones FPV es su relación costo-beneficio al momento de atacar vehículos de transporte, tanques, blindados, artillería autopropulsada y aeronaves en tierra, muchos de estos con un valor de varios millones de dólares. Un ataque con media decena de drones de uso civil como el DJI Mavic 2, equipados con explosivos o munición RPG, pueden dejar fuera de combate con sorprendente facilidad a un tanque T-72, cuyo costo asciende a 1,2 millones de dólares. La habilidad de los pilotos para estrellar estos drones kamikazes contra las zonas más vulnerables de los tanques, como orugas, compartimiento del motor e incluso ingresándolos a través de la escotilla del comandante para hacerlos detonar en el interior del vehículo ha demostrado ser devastadoramente efectiva.
El impacto de esta tecnología en el conflicto no se limita solo a la táctica y la estrategia militar. El despliegue de drones repetidores a mayor altura ha permitido realizar ataques hasta 20 km detrás de las líneas del frente ruso, mientras que la presencia constante de drones FPV ha alterado la dinámica psicológica en el campo de batalla, aumentando la tensión y la incertidumbre entre las tropas. Saber que en cualquier momento un dron podría estar observando o acercándose para un ataque ha añadido una capa adicional de complejidad a la ya difícil tarea de mantener la moral entre los soldados, que se mantienen constantemente alertas al inconfundible zumbido característico que producen estos pequeños cuadricópteros al acercarse.
“En esta guerra estamos viendo una nueva medida, porque al fin y al cabo, la guerra se trata de medidas y contramedidas. Y en este caso, para tratar de lidiar con la amenaza de los tanques, los drones son una solución bastante barata y muy eficiente para esta función”, cuenta a Rosario3 Andrei Serbin Pont, analista internacional y presidente del centro regional de investigaciones CRIES.
“Los drones tienen un rol renovado que está cambiando el campo de batalla en muchos sentidos, en parte porque reduce los espacios de resguardo y donde el personal militar se puede sentir menos expuesto. Muchas veces los atacan dentro de las trincheras, o lanzan una granada dentro de un tanque que está inmovilizado, o que está detrás de las líneas defensivas, donde en teoría está al resguardo de posibles ataques. Entonces el drone termina teniendo un rol casi de omnipresencia dentro del campo de batalla, porque está en grandes cantidades y se despliegan de esa manera para generar este efecto”, detalla Serbin Pont.
El despliegue masivo de drones es una solución tan económica como ingeniosa, al punto que Zelenski anunció planes para adquirir un millón de unidades durante este año, comprometiendo a 200 empresas ucranianas para fabricar drones e incentivando a los ciudadanos a que los fabriquen en sus casas para donarlos al ejército. A través del proyecto “El dron del pueblo”, iniciado por la ONG Victory Drones y con el apoyo del Ministro de Transformación Digital de Ucrania, Mykhailo Fedorov, los participantes pueden tomar un curso de ingeniería gratuito para aprender a ensamblarlos y contribuir así al esfuerzo bélico. Al tratarse de elementos no reutilizables, Ucrania necesita de un enorme volumen de estas aeronaves no tripuladas, y la producción masiva y descentralizada podría cambiar considerablemente la dinámica del conflicto.
“Lo que estamos viendo es que también cambia la manera en cómo se trata de lidiar con los drones. Tanto ucranianos como rusos están tratando de implementar masivamente formas de soft y hard kill de los drones”, detalla Andrei Serbin Pont. Para este especialista en temas de política exterior, defensa y seguridad, “vemos la proliferación de jammers, que buscan saturar las frecuencias en las que trabajan los drones para que su operador no pueda guiarlos al objetivo. También estamos viendo el aumento de uso de escopetas, que son particularmente útiles para disparar a corta distancia a un dron que se acerca. Y acá volvemos a la idea de medidas y contramedidas, empiezan a haber más drones, ¿cómo los destruyo?”.
Con su costo marginal y su naturaleza descartable, los drones FPV facilitan operaciones más audaces sin temor a grandes pérdidas económicas o tecnológicas. “Los escenarios van a ser cada vez más complejos y cada vez más robotizados”, resalta el Comodoro Heller. “Es decir, mayor presencia de drones, ya sean aéreos, terrestres, o navales, que ya los vimos a todos funcionando en este teatro de operaciones. También habrá mayor utilización de elementos controlados a distancia o autónomos con inteligencia artificial. Se avanza hacia la robotización de la guerra, y en ese escenario, el uso masivo de drones aéreos”.
Si bien los drones están transformando drásticamente la guerra moderna, para Serbin Pont no desplazarán por completo a los sistemas de armas tradicionales. “De acá a un futuro el dron va a tener un gran rol dentro del campo de batalla, pero ninguno de los dos lados, tanto Ucrania como Rusia, consideran factible poder realizar cualquier tipo de operación ofensiva a gran escala si no cuentan con medios como los tanques y los vehículos de combate de infantería que los acompañan”, detalla. “Lo que muestra que, a pesar del bajo costo y la proliferación y masificación del uso de drones, este tipo de medios sigue siendo el rey en el campo de batalla, sobre todo para las operaciones ofensivas”.
El teatro de operaciones moderno es un escenario cada vez más complejo, en el que nuevas y viejas tecnologías se entrelazan obligando a las doctrinas militares a adaptarse. La ciberguerra, la desinformación y las operaciones psicológicas expanden el campo de batalla más allá de los límites geográficos, afectando directamente a ciudadanos que nada tienen que ver con la contienda. Pero aunque las causas y métodos puedan cambiar con el tiempo, la esencia del conflicto permanece constante en la naturaleza destructiva del hombre.