Los avances que se están generando a nivel tecnológico, y puntualmente en el campo de la Inteligencia Artificial (IA), han demostrado que en períodos relativamente cortos de tiempo se logran resultados que pueden incrementar exponencialmente las capacidades de las herramientas con las que la humanidad cuenta en la actualidad.

Un ejemplo de esto es lo que permite hacer ChatGPT, el chatbot lanzado a finales del año pasado por OpenAI que en pocos meses acaparó la atención de millones de usuarios de todo el mundo.

Familiarizados con la lógica del buscador de Google, que ofrece una gran cantidad de resultados para consultas generales, quienes comenzaron a usar ChatGPT lo hicieron para indagar en las posibilidades que supone utilizar una herramienta que procesa toda esa información para entregar un resultado único y, en teoría, más preciso, que a su vez se puede complementar con múltiples extensiones.

En este contexto en el que se desafían los límites operacionales de la tecnología disponible en la actualidad, surgen debates en torno a los desafíos que trae consigo ese avance. Y sobre esta temática decidió escribir Mustafa Suleyman, experto en IA y desarrollos afines que este año publicó su libro The Coming Wave (La ola que se avecina).

Suleyman fue fundador de DeepMind, una compañía posteriormente adquirida por Google como inversión para sus desarrollos de machine learning e IA, lo que le permitió dirigir equipos que diseñaron los modelos grandes de lenguaje (LLM, por sus siglas en inglés) de la tecnológica.

Para evitar que la IA tenga efectos negativos para la humanidad, se necesitan estrategias de control.

En su libro, el autor habla de las tecnologías que "marcarán el comienzo de un nuevo amanecer para la humanidad" o, por el contrario, permitirán "desencadenar trastornos, inestabilidad e incluso catástrofes a una escala inimaginable".

Esos cambios trascendentales, dice Suleyman, estarán impulsados por dos tecnologías: la IA y la biología sintética. Los desarrollos en estos campos "marcarán el comienzo de un nuevo amanecer para la humanidad, creando riqueza y excedentes como nunca antes se habían visto. Y, sin embargo, su rápida proliferación también amenaza con empoderar a una diversa gama de malos actores para desencadenar trastornos, inestabilidad e incluso catástrofes en una escala inimaginable", dice.

El especialista en tecnología pone el foco sobre el futuro a partir de un análisis del proceso evolutivo de nuestra relación como especie con la tecnología. Primero, sostiene, los humanos utilizaron la tecnología para operar en el mundo físico, es decir, el mundo de los átomos; luego pasaron a trabajar con unidades de información expresadas en bits; y actualmente se está trabajando en la creación de nuevas formas de vida biológica.

Aunque las preguntas que plantea el autor no tienen respuesta en la actualidad, el objetivo del libro es invitar a pensar soluciones para los desafíos que llegan con estas nuevas tecnologías. Para ello propone diseñar estrategias utilizando el término "contención", que en los tiempos de guerra fría se refería a los métodos de control y vigilancia del adversario que dominaban las relaciones internacionales, aplicados para detectar y prevenir los avances expansivos del enemigo.

"Contener la tecnología", escribe Suleyman, "tiene que ser un programa mucho más fundamental, un equilibrio de poder no entre actores en competencia sino entre los humanos y nuestras herramientas. Es un requisito previo necesario para la supervivencia de nuestra especie durante el próximo siglo. La contención abarca regulación, mejor seguridad técnica, nuevos modelos de gobernanza y propiedad, nuevos modos de rendición de cuentas y transparencia, todo ello como precursores necesarios (pero no suficientes) de una tecnología más segura. Es un candado global que une ingeniería de vanguardia, valores éticos y regulación gubernamental".

Suleyman sostiene que se necesitan estrategias de "contención" para las nuevas tecnologías.

Puntualizando sobre la IA, sostiene que "está en todas partes, en las noticias y en tu teléfono, en las bolsas de comercio y en el diseño de páginas web". Y agrega: "Muchas de las empresas más grandes del mundo y muchas de las naciones más ricas avanzan a pasos agigantados en el desarrollo de modelos vanguardistas de IA y de técnicas de ingeniería genética, alimentadas por decenas de miles de millones de dólares en inversiones".

Una vez consolidada, esta tecnología se extenderá. Al multiplicarse, costarán menos, y ese aumento de su accesibilidad hará que llegue a casi toda la sociedad. "Nos ofrecerán avances extraordinarios en medicina y en energías limpias, crearán no sólo nuevas empresas sino también nuevas industrias", destaca Suleyman en relación con el lado positivo.

Sin embargo, plantea algunos reparos: "Junto a estos beneficios, la IA, la biología sintética y otras formas avanzadas de tecnología conllevan riesgos a una escala muy inquietante. Podrían representar una amenaza existencial para los Estados-nación, un riesgo tan profundo que podría alterar o incluso anular el orden geopolítico actual".

Un escenario posible es uno con inmensos ciberataques potenciados por la IA, guerras automatizadas que podrían devastar países, pandemias artificiales y a un mundo sujeto a fuerzas inexplicables pero a la vez omnipotentes en apariencia.

Es por esto que Suleyman aboga por estrategias urgentes para controlar y contener la ola, aunque advierte que "por ahora nadie tiene un plan". "La mayoría de las organizaciones, no sólo los gobiernos, no están preparadas para afrontar los complejos retos que se avecinan", dice, y concluye que lo que sí existe es la obligación de trabajar para evitar las posibles consecuencias.