En medio de una escalada de tensiones entre Pekín y Taipei, el ejército de Taiwán presentó el pasado martes 26 de octubre un exoesqueleto mecánico para sus soldados. En este caso, se trata de un armazón externo de 10 kg de peso que se adosa al tren inferior y -a través de servomotores eléctricos-, tiene la capacidad de aumentar la fuerza y la resistencia de quien lo utilice. Equipado con baterías de litio con una duración de seis horas, este exoesqueleto ayuda a la flexión y extensión de la rodilla, entregando el torque correcto en el momento adecuado y reduciendo la energía necesaria para desplazarse, arrodillarse o agacharse.

Un ejemplo hollywoodense de esta tecnología lo encontramos en la armadura exterior que utiliza Tom Cruise en la película de ciencia ficción “Al filo del mañana”, que al utilizarlo le otorga al protagonista una fuerza física bestial y la capacidad de dar saltos sobrehumanos. Además de Taiwán, sólo un puñado de naciones están trabajando -en total confidencialidad- en una tecnología similar para uso militar: Estados Unidos, Japón y Canadá.

El deseo de superar las limitaciones naturales del cuerpo humano a través de la ayuda de un ingenio mecánico se remonta a 1890, cuando el ingeniero ruso Nicholas Yagn, con el objeto de aumentar la eficacia del desplazamiento pedestre y disminuir la fatiga, patentó un rudimentario aparato que utilizaba bolsas de gas comprimido para asistir en el movimiento. Este dispositivo antropomorfo que trabajaba en paralelo al organismo y era “vestido” como un esqueleto adicional por el operador, es lo que ahora conocemos como exoesqueleto. El propósito final es mejorar el rendimiento humano en sujetos sanos o devolver la movilidad a discapacitados.

El primer exoesqueleto, patentado por el ingeniero ruso Nicholas Yagn en 1890

Esta integración entre el hombre y la máquina está sucediendo también fuera de los ámbitos militares y médicos. En los últimos años, esta tecnología adquirió mayor impulso en entornos laborales de alta demanda física, donde se busca evitar lesiones producidas por esfuerzos repetitivos o sobrecarga musculoesquelética.

La espalda baja, las rodillas y los hombros son las regiones donde se presentan los mayores incidentes, y el uso de exoesqueletos industriales minimiza el riesgo de este tipo de accidentes. Existen versiones pasivas de estos trajes que no necesitan alimentación externa, sino que utilizan elementos capaces de almacenar energía producida por el movimiento humano -como resortes o amortiguadores. para liberarla cuando sea necesario, a costa de una reducción en el rango de movimientos naturales.

Los exoesqueletos activos, en cambio, se valen de motores eléctricos compactos, sensores y en algunos casos hasta inteligencia artificial para anticipar y acompañar los movimientos del usuario. Ambos se están probando con excelentes resultados en industrias como la automotriz, donde la carga muscular en la espalda, hombros y rodillas de los trabajadores que los utilizan ha descendido hasta un 50%, disminuyendo con ello el riesgo de lesiones. En nuestro país, en los últimos meses algunas empresas líderes de la industria petrolera, bebidas y comercio electrónico estuvieron llevando adelante ensayos para integrar estos exoesqueletos a su planta laboral.

Un ejemplo curioso del uso de esta tecnología se está dando en Japón; con el 28% de las personas mayores a 65 años, es una de las sociedades con mayor número de ancianos del planeta. Los cambios demográficos impulsaron modificaciones en la edad jubilatoria, que se llevó a los 70 años para poder mantener la fuerza laboral ante la escasez de mano de obra.

Ancianos japoneses prolongan su vida laboral mediante exoesqueletos

Allí, la empresa Innophys desarrolló un exoesqueleto económico, similar a una mochila, con unos “músculos” accionados por aire que se recargan con una pequeña bomba manual. Esta mochila permite a los adultos mayores levantar pesos hasta 25 kg con facilidad y así alcanzar la demanda física que exigen sus trabajos, particularmente en la construcción, agricultura y manufactura. Tanto Toyota como Atoun -una empresa subsidiaria de Panasonic- también trabajan en la fabricación de exoesqueletos motorizados. A medida que la población siga envejeciendo, estos dispositivos tendrán mayor demanda.

En base a datos de la consultora de tecnología neoyorkina ABI Research, el mercado de los exoesqueletos está valorado actualmente en unos 400 millones de dólares, y para 2030 se espera un crecimiento en ingresos globales de unos 6.800 millones de dólares.

Probablemente en unos años el exoesqueleto sea un elemento muy común en los rubros más diversos, desde fábricas y talleres al campo de batalla; desde la recreación a aplicaciones médicas. Sin embargo, el viejo sueño de imaginar a las máquinas trabajando para nosotros mientras disfrutamos de la vida y el ocio, se diluye ante la posibilidad cada vez más cierta de transformarnos en incansables cyborgs que nunca dejen de trabajar.