Es muy común sentir malestar estomacal por los nervios propios de un examen, así como también mejorar el ánimo tras una rica comida. La relación entre intestino y cerebro se viene estudiando desde el siglo XIX, y en los últimos años se ha puesto el acento en la microbiota intestinal, que de acuerdo a los investigadores podría influir en el desarrollo de trastornos psiquiátricos y neurológicos relacionados con el estrés como la ansiedad y la depresión, pero también en trastornos del comportamiento como el autismo (TEA).

Diversos estudios muestran que los probióticos podrían jugar un rol clave en corregir estos trastornos o al menos atemperarlos. En primer término, científicos de la Universidad McMaster, en Canadá, trabajó con un grupo de ratones muy tímidos, a quienes se les alteró la microbiota dándoles una potente dosis de antibióticos. Tras ello, los ratones volvieron aventureros, según consignó Muy Interesante.

Por otro lado, en un metaanálisis reciente que incluía 254 pacientes, se detectó que los niños autistas tenían una menor diversidad bacteriana. De allí que en otro trabajo realizado en Taiwán sobre 72 niños de 7 a 15 años con TEA se descubrió que el suministro de una cepa probiótica en algunos de ellos mejoró significativamente diversos síntomas de comportamiento en comparación con el grupo que recibió el placebo.

El origen de los TEA es aún desconocido y se cree que ocurre en la etapa prenatal, momento en el que se forman importantes conexiones neurológicas, pero tampoco hay certezas. Lo que sí se ha visto en distintos estudios es que la microbiota de personas con TEA generalmente contiene variaciones respecto a los que no presentan este cuadro. Y probióticos como el NeuraxBiotic Spectrum podría ayudar a mejorar la microbiota de niños con TEA, garantizando la implantación, de manera inocua, de cepas bacterianas faltantes.

En cuanto a la mejora en el comportamiento de estos pacientes, el doctor Guillermo Álvarez, presidente de la Sociedad Española de Microbiota, Probióticos y Prebióticos (SEMIPYP) afirma: “Aunque hay que ser cautos y son necesarios más ensayos clínicos controlados y con mayor rigor científico, sabemos que los niños con trastornos digestivos al mejorar éstos usando probióticos, secundariamente también lo hacen en la esfera del comportamiento”.