El amor suele ser visto como algo irracional, sin embargo en verdad es una reacción biológica que nada tiene que ver con esa visión romántica que tenemos de él. Finalizado el Día de San Valentín, una buena pregunta es ¿qué dice la ciencia sobre el amor? Y la respuesta está bastante vinculada con el cerebro y una serie de cambios químicos que se producen en él.

El amor que siente una madre por su bebé permite que este sobreviva y en la edad adulta el amor favorece a que la especie continúe reproduciéndose. Pero, sobre todo, que desee estar en compañía de otros, ya que, como se sabe el ser humano es un ser social, según indica un artículo titulado Neurobiología del amor y reproducido por 20 Minutos.

Cuando nos enamoramos, en nuestro cerebro se empiezan a producir una serie de cambios químicos, aumentando los niveles de dopamina y norepinefrina, y bajando los de serotonina. Esto provoca un maremoto de emociones.

Dopamina: provoca euforia y un aumento de la energía.

Norepinefrina: causa insomnio, pérdida de apetito y ansiedad.

Serotonina: cuando los niveles están bajos provoca pensamientos obsesivos y una necesidad imperiosa de estar con la persona amada.

Todos estos cambios químicos se producen durante la etapa del enamoramiento, van cambiando cuando llevamos un tiempo con la pareja y, entonces, empieza otro tipo de amor. Algunos expertos lo denominan amor maduro, otros simplemente la etapa de apego.

En este punto de la relación, será la oxitocina y la vasopresina sérica las hormonas que tendrán mayor protagonismo. La primera estabiliza las relaciones amorosas y hace que tengamos la necesidad de buscar el apoyo de la pareja, mientras que la segunda se libera tras experimentar un orgasmo, lo que favorece la relación de cercanía con la persona y afianza más el apego.