En la vorágine del día a día, sucede que ciertas cosas pasan desapercibidas y no nos detenemos a pensar en el medioambiente, y cómo podemos aportar a cuidar de él desde nuestro lugar individual. Como seres humanos deberíamos preguntarnos ¿Es posible que existan elementos de forma omnipresente y, sin embargo, sean perjudiciales al mismo tiempo?

Hoy entre las partículas presentes en el ambiente encontramos a los microplásticos; pequeñas piezas de plástico que contaminan al ecosistema. Estos, se clasifican en dos grandes grupos: primarios y secundarios. Los primeros se producen para un fin específico a través del proceso de molienda o por extrusión, donde se funde y se moldea al plástico. A dicho grupo de materiales se los utiliza en productos de limpieza, cosmética e higiene personal, siendo la gran mayoría partículas de polietileno y poliestireno. En cambio, los secundarios provienen principalmente de la fragmentación de artículos de plástico más grandes a través de procesos físicos, químicos y biológicos.

¿Por qué debemos prestar atención a los microplásticos? Estos se encuentran de forma notoria y se han detectado en diversos entornos acuáticos como: aguas marinas, residuales, dulce y potable; tanto embotellada como de grifo. Estas partículas ingresan a los sistemas de agua dulce de varias maneras: ya sea por escorrentía superficial; es decir, una corriente de líquido que se vierte al rebasar su depósito o cauce naturales; o los efluentes de mareas residuales.

¿Cómo afecta a los individuos? El gran problema de los microplásticos es que no se biodegradan, sino que solo se desintegran en partes más pequeñas. Así, estos terminan siendo absorbidos o ingeridos por organismos, tales como: peces, plantas, invertebrados, entre otros. A su vez, el riesgo para la salud humana radica principalmente en el hecho de estar en el agua potable, lo cual representa una función de peligro y de exposición. De esta forma quedan demostradas dos premisas: los microplásticos tienen un impacto medioambiental negativo y que los humanos estamos ampliamente expuestos a ellos.

Los componentes de los materiales microplásticos, como monómeros y aditivos, pueden liberarse durante el uso y la eliminación de los productos, y algunas de estas sustancias pueden ser peligrosas para el medio ambiente.

Como consecuencia de sus propiedades físicas y químicas, los microplásticos pueden adsorber contaminantes químicos presentes en el entorno que los rodea. Esta capacidad de adsorción se ve influenciada por el tamaño de las partículas. Aquellas que tienen un tamaño nanométrico o micrométrico pueden intercambiar sustancias químicas orgánicas más rápido que los desechos plásticos de tamaño milimétrico debido a su área superficial mayor y sus caminos de difusión más cortos. También, los microorganismos pueden colonizar rápidamente la superficie de los microplásticos y transportarse a zonas donde no estaban presentes, ya que los plásticos suelen ser más duraderos y persistentes que otros medios. El análisis de estas situaciones y sus efectos en ecosistemas tradicionalmente libres de estas sustancias debe realizarse a conciencia.

Por otro lado, los organismos marinos pueden confundir a los microplásticos con sus presas e ingerirlos directamente. Se ha señalado la presencia de microplásticos en mejillones y peces, haciéndonos pensar en los riesgos potenciales, cuando son transferidos a las cadenas alimentarias y si, por ende, pueden tener efectos sobre la salud humana. Si bien es cierto que se identificaron fragmentos plásticos en vísceras, tubo digestivo y tejidos de organismos marinos, la ingestión no impone directamente efectos fatales sobre los organismos. Sin embargo, los efectos crónicos se convierten en un tema clave.

Como sujetos individuales debemos encontrar la mejor forma de minimizar estos riesgos. Hoy, las opciones con las que contamos son a partir de una menor utilización de plásticos para reducir la cantidad de dichas partículas secundarias; así como también, elegir productos más naturales, libres de microplásticos así como de otros más pequeños, los nanoplásticos. Estos últimos consisten en partículas de polímeros dentro del rango de tamaño de 1 a 100 nanómetros y son producidos con una finalidad específica o involuntariamente a partir de la fabricación y la degradación de los objetos de mayor tamaño de dicho material.

En términos medioambientales aún queda mucho por hacer e investigar como sociedad en general. Sin embargo, debemos trabajar individualmente para lograr un lugar mejor y atenuar las consecuencias en la salud de las personas, ya que el cambio debe comenzar por cada uno de nosotros.