El especialista expresó: “primero deberíamos preguntarnos ¿para qué testeamos? Y yo respondería: “para sacar de circulación a esa persona portadora del virus”. Ésta sería la finalidad del testeo: confirmar la presencia del virus, para aislar a la persona infectada, y evitar la cadena de contagios”.

Luego, el doctor Mariño, agrega: “allí hace su aparición el adjetivo masivo y pedimos: “testeos masivos”; ¿se puede salir a hisopar a toda la población al azar. Tengo que tener “un sentido” y focalizar. Debo seleccionar a la persona que manifiesta tener síntomas sospechosos para sacarla del circuito.

Además, se nos presenta la gran incógnita: “¿cómo llegamos a los asintomáticos?”, que son los que portan el virus y no sienten los síntomas. Éstos son los más difíciles.

Nosotros podemos ser críticos; de hecho, lo somos. Sabemos que, para que haya testeos, debemos comprarlos a los tests; y distribuirlos equitativamente. Pero también sabemos que nuestro país es centralista; ya que se ha concentrado en el AMBA mucha energía; y el interior quedó un poco más desprotegido.

Y si somos sinceros, todos sabemos y sentimos que AMBA e Interior, son cosas diferentes.

Las estrategias se vieron dificultadas, ya que pensamos que la pandemia se iba a autolimitar, que iba a durar menos tiempo; y, hoy, estamos esperando la segunda ola y no ha desaparecido la primera. Veamos en Rosario: se llegó a un piso de 200 casos de infectados reportados, y hoy estamos entre 400 y 500. Es decir, los duplicamos, en pocos días.

Si bien no se trata de un virus de comportamiento estacional, sabíamos que en verano baja, con lo cual nos enfrentamos a otra complejidad.

Esta experiencia que se extiende nos encuentra un poco agotados porque el 2020 ha sido para todos, un año de mucha intensidad y esta segunda ola nos va a tomar con un personal de la salud gastado y agotado.

Si hoy hacemos una foto de la ocupación de camas en el hospital público, la sala general está al 76%, y las camas críticas que ocupan la patología habituales para esta época del año, está rondando el 70%; los pacientes covid ocupan el 20% de las camas. Podemos ver que, a la hora de los recursos, nos hemos hipertrofiado porque, de algún modo la pandemia nos ha desbordado. Debo aclarar que hemos hecho muchas cosas durante el año de pandemia; pero, si se viene la segunda ola, con más intensidad nos va a encontrar con los músculos cansados. De todos modos, los profesionales de la salud, no vamos a bajar la guardia; por otro lado, la sociedad no muestra conciencia colectiva frente a este fenómeno. La mayor cantidad de casos se concentra dentro de un rango etario que va de los 20 a los 45 años; es decir, gente joven que seguramente demandarán menos uso de camas generales y camas críticas. El tema a dilucidar es si ese adulto joven que, dentro de la comunidad, forman parte del grupo de personas con mayor actividad y vida social, pueden contagiar a algún adulto mayor. Esta es la preocupación; ya que en el marco teórico se supone que todos sabemos qué tenemos que hacer y qué no; pero en lo cotidiano vemos que los cumplimientos en este sentido son escasos.

Nos está costando. Somos una agotada y no son sólo los jóvenes; ellos son parte de esa sociedad; hicieron nueve meses de encierro, al igual que el resto, pero llega el verano, aire libre, sol y playa. Y se generan desbordes.

Para mi modo de ver, el mensaje para los jóvenes no tiene que ser restrictivo; sino que ese mensaje debería habilitar actividades, pero con control. Ya que está visto que, cuanto más se restringe más se habilita la clandestinidad.

Esta es mi mirada. La experiencia nos enseña que el cerebro humano transforma un NO en un SÍ.

Hay que adecuar el vocabulario; en lugar del NO, como restricción autoritaria; la recomendación del cuidado es la más conveniente; otorgar, dentro de los límites, mayores márgenes de maniobra. Tenemos que invertir tiempo y esfuerzo en EDUCAR, desde el lugar desde donde actuemos. Yo, a la juventud le diría: “usted puede, pero estas son las reglas”, es hasta acá, son tantas personas, en estas condiciones; es decir, con control.

No hago otra cosa que describir aquello que estamos viendo, como integrantes del equipo de salud  desde nuestros lugares de trabajo.

¿Qué le diría a un joven que va a su consultorio y dice que se va con amigos a la costa?

En principio, hay muchos que decidieron quedarse, es cierto que son los jóvenes los que se movilizan. Creo que en el lenguaje comunicacional se juega la trama: hablamos de espacios abierto donde hay menos probabilidad de circulación de virus y consecuentemente de contagios; y enumeramos los límites: armado de burbujas con pocas personas y conocidas. Armar microclimas familiares y de amistades. No compartir el mate, pero sí el termo. Cada uno, responsablemente, deberemos encontrarle la vuelta. Charla entre adultos para habilitar con control, para no restringir, pero señalando los límites; y sin bajar la línea prohibitiva contundente ya que vemos que este modo no sirve.

Debemos proveerlos de herramientas para que puedan funcionar dentro de un margen que les asegure cuidado para ellos y para quienes los acompañan. 

*Marcelo Mariño, especialista en clínica médica, matrícula 1193 - Consultorios del Británico, Jujuy 1540 Rosario