Después de intentos fallidos con fotos, asados y otras movidas similares, la semana que pasó se concretaron reuniones formales entre partidos para encaminar el armado de una opción electoral en 2023 donde converja el grueso de la oposición santafesina. A 8 meses del cierre de listas electorales, una gran coalición no peronista empieza a perfilarse con la UCR, el PRO, el PDP, CREO y la predisposición para sentarse a conversar del Partido Socialista. El peronismo sigue de cerca los acontecimientos y saca cálculos.

La UCR es la que articula la convocatoria al Partido Socialista, Creo de Pablo Javkin y el PRO porque es la única fuerza partidaria en condiciones de hacerlo sin que ninguno lo rechace de antemano. Ni el socialismo podría hacerlo respecto del PRO ni a la inversa.

La tarea incluye tenderle una alfombra roja de ingreso a cada uno y construir un ambiente lo suficientemente amable y flexible para no dinamitar las identidades de las partes. Una coalición estrictamente santafesina que bajo ningún punto de vista puede ser la sucursal local de Juntos por el Cambio. Menos que traiga a Santa Fe las disputas y enfrentamientos que se dan a nivel nacional. Esas son las principales condiciones pedidas por el intendente Pablo Javkin y el Partido Socialista para sentarse a hablar. Los radicales ya pusieron manos a la obra: en una próxima reunión con la conducción nacional del partido llevarán esos planteos. El éxito de la operación frente de frentes o como se lo quiera llamar depende del blindaje provincial que lo aísle de la atmósfera de Juntos por el Cambio.

El intendente ratificó que lo que se arme debe recoger la historia del Frente Progresista y ser “bien santafesino” para “no desperdiciar la oportunidad de convocar gente” y pidió avanzar en cuestiones programáticas.

Reunión de los referentes de la UCR en la Intendencia de Rosario

Una de las voces que en los últimos tiempos recobró peso en el socialismo es el ex gobernador Antonio Bonfatti. Igual que Javkin machaca por un acuerdo programático que defina “el proyecto de provincia y el cómo se va a hacer, el rol del Estado, de la EPE y Aguas, la necesidad de actuar sobre los desequilibrios de mercado, políticas de energías renovables”.

En definitiva, una reivindicación de políticas de gobiernos del Frente Progresista. “Si hay acuerdo en todo eso soy frentista”, transmite el ex gobernador hacia adentro del Partido Socialista, y también puede serlo peronista, radical u otros que suscriban ese acuerdo.

Si ese contrato se rompiese, responde con el ejemplo de lo que hizo el socialismo en el gobierno de la Alianza. “Al año de gestión nos fuimos, dejamos todos los cargos donde había funcionarios socialistas y nos fuimos porque se había traicionado el rumbo. Seremos parte de un gobierno que tenga claro a dónde vamos. Si eso no ocurre entonces no nos quedaremos”, retruca a quienes le hacen notar que, a diferencia de los gobiernos del Frente Progresista, en esta oportunidad no será el PS quien defina el rumbo.

“Hay algunos que son frentistas sólo cuando se conduce, pero no siempre se tiene la conducción, estas son cosas que aprendimos en 50 años de militancia. Somos frentistas siempre, y no quiero el desastre de este peronismo gobernando Rosario. A Javkin lo apoyo porque es nuestro intendente, el intendente del Frente Progresista”, retruca. 

Imagina que el modelo de una alianza provincial –se niega a llamarla frente de frentes–, es el del gobierno municipal de Venado Tuerto, porque dice que el proyecto y la bandera la llevan adelante el intendente Chiarella y la UCR y no el PRO. Les recuerda a sus compañeros de partido que cuando se incorporó el PRO a esa alianza local algunos dijeron de irse. “¿Por qué nos vamos a ir de lo que construimos hace años, y si nos hubiéramos ido no hubiéramos podido ganarle al peronismo?”, opone.

El ex gobernador afirma que el socialismo no tiene por qué irse de una coalición en la que está hace 30 años ni tiene que explicar nada. En su opinión, son los demás los que tienen que explicar por qué adhieren “a un proyecto progresista”, y no el socialismo que está ahí hace casi tres décadas (por la alianza con la UCR).

La línea que Bonfatti y su ex ministro de Gobierno Rubén Galassi pregonan dentro del PS, está en sintonía con la posición del lifschitzmo, sector predominante en la actual conducción partidaria y que referencian Mónica Fein, Enrique Estévez Boero, Joaquín Blanco y Pablo Farías. Fuerza del Territorio, otro de los sectores internos con mucho peso en los gobiernos municipales de Santa Fe y Villa Gobernador Gálvez es parte de las conversaciones internas y la que plantea las dificultades de trasladar ese acuerdo provincial a cada ciudad. 

Es lo que plantea el santafesino Emilio Jatón cuando dice que con José Corral no va “a ningún lado”. El ex intendente radical, que esta semana fue uno de los representantes de la UCR en las reuniones con socialistas y Creo, se convirtió en la principal oposición de Jatón. “Ya nos hizo de todo, incluso con una denuncia en la Justicia federal para ensuciarme y que fue desestimada por el fiscal. ¿A dónde voy a ir con Corral? A ningún lado”, avisa el intendente. Y aclara a donde vaya que “Santa Fe habla por sí misma, nadie del socialismo puede decir que habla en nombre nuestro. Santa Fe tiene capital propio para sentarse en todas las mesas”.

También en Rosario hay voces socialistas que marcan la imposibilidad de converger en un espacio electoral con concejales del PRO. Seguramente algo de esto se deslizará este lunes en el lanzamiento del centro de estudios Nexo de la corriente interna Fuerza del territorio que harán la concejala Susana Rueda, el secretario de Salud Leonardo Caruana,y los intendentes de Villa Gobernador Gálvez Alberto Ricci y Jatón. 

En tanto, el sector Bases que lideran Eduardo Di Pollina y la diputada provincial Claudia Balagué no sólo dejó en claro que no será parte de la coalición por más que así lo decida el Congreso partidario, sino que esta semana montó una demostración de disidencia con un encuentro de espacios y referentes identificados con la centroizquierda e izquierda.

El punto de encuentro fue el rechazo a un frente de frentes, incluidas ácidas críticas a la idea de un acuerdo programático. “Disculpen pero no hay posibilidad de discutir un programa con el PRO”, lanzó Agustina Donnet de Igualdad y Participación (compañera de banca de Rubén Giustiniani). Algo parecido dijo Caren Tepp de Ciudad Futura. También fueron parte Carlos Del Frade del Frente Social y Popular, Alicia Gutiérrez (Partido SI), y Juan Giani, filósofo peronista no afiliado y hoy cercano a La Corriente de Agustín Rossi. También estuvo el diputado provincial Fabián Palo Oliver, presencia que celebró el presidente de la Convención de la UCR santafesina Lisandro Enrico: “Por fin alguien que se lleve al Palo Oliver”, escribió en Twitter.

Si entre los presentes el rechazo a un frente de frentes fue unánime, no ocurrió lo mismo a la hora de qué hacer. Hubo quienes reivindicaron los gobiernos del Frente Progresista y lo pusieron como punto de partida para una propuesta electoral, como Palo Oliver y la ex ministra de Educación Balagué; otros hicieron silencio, pero quedó claro que Santa Fe tuvo una experiencia de gobierno concreta en su historia reciente y que interpela como experiencia de ejercicio de poder real.

También hubo opiniones divididas sobre si construir una opción electoral independiente (de corte testimonial, se agrega) o, como dijo Giani, el lugar es adentro del Frente de Todos, a pesar de “los personajes que hay en los peronismos provinciales y que no nos gustan”. Esto último no lo mencionó porque sí. Sabe que para algunos de los que estaban allí sería el mismo dilema convivir en una alianza con el PRO que hacerlo con el gobernador Perotti y el conservadorismo de los senadores.

Todos estos movimientos son seguidos de cerca (y alentados) desde el peronismo y el gobierno provincial. Legítimamente aspira a que la oposición se divida para mejorar las chances electorales propias en 2023, porque entiende que una coalición que convoque a toda la oposición compromete sus chances electorales.

Sin embargo, la convocatoria de Giani a no desperdigar el voto para “evitar que gobierne la centroderecha” pone en escena los riesgos que también corre el peronismo si los espacios políticos y referentes personales presentes y otras organizaciones políticas y sociales no aceptan desarroparse ellos de parte de su identidad para ser parte de las listas del peronismo santafesino.

Cuando desde el socialismo argumentan que no son ellos los que van a una coalición con el PRO, sino que el PRO se suma a una coalición que funciona hace 30 años en Santa Fe, se generan dos planos de significación. Por un lado los hechos históricos corroboran la lectura y convicción de buena parte de su dirigencia, pero la pregunta imposible de responder hoy es cómo lo entenderá el votante tradicional del socialismo. ¿Lo entenderá de la misma manera? 

Es necesario detenerse en la complejidad de las decisiones que se avecinan, porque es tan cierto que PS y UCR son aliados en Santa Fe desde los años 90, como que en cuentagotas ese radicalismo santafesino se fue mudando hacia la centroderecha en sintonía con lo que ocurría a nivel nacional, y en 2021, apenas muerto Miguel Lifschitz, se desarropó por completo de los atuendos progresistas para abrazar sin dobleces la causa de Juntos por el Cambio. Mal no le fue. Justamente ahí yace el riesgo que asume el socialismo si finalmente decidiese parte de la gran coalición opositora: que su electorado no encuentre correlato entre el futuro inmediato y la identidad del partido que desde la década del 90 para acá fue la referencia ineludible de experiencias reales de gobiernos progresistas no peronistas en Argentina. Más aún, ¿qué pesará más, la experiencia concreta construida en las gestiones de gobierno con sus más y sus menos, o el potencial desencuadre ideológico por convivencia con el PRO?

2023 obliga al socialismo a decidir no en el escenario ideal que tenía cuando disponía de la manija del Frente Progresista, sino en un escenario donde debe optar por el mal menor. Por un lado se expone a que le cuestionen su identidad y el desprendimiento de un sector interno acotado, por el otro está la necesidad de defender espacios institucionales para influir en política y en gestión, además de apuntalar sus gobiernos municipales en Santa Fe, Villa Gobernador y decenas de localidades.

La movida que hizo Bases sirvió para visibilizar la disidencia, pero también expuso la flaqueza de un hipotético tercer espacio por fuera de los grandes bloques electorales que ordenan la política argentina y que finalmente hicieron pie en Santa Fe.