En la semana que le anunció a la ciudad que iniciaba un tratamiento por un tumor de próstata, el intendente Pablo Javkin pudo al menos matizar con dos buenas noticias. La primera y más satisfactoria tiene que ver con las muestras de afecto de miles de ciudadanos, además de acompañamiento desde todo el arco político. La segunda llegó el viernes, cuando en las cuentas oficiales de la Municipalidad se acreditó una transferencia de la provincia por unos 500 millones de pesos por el convenio de Salud con la provincia.

Esto último no debería ser noticia si no fuera porque el dinero normalmente se acreditaba dentro de los tres primeros días hábiles y esta vez fue el décimo. Como se contó la semana pasada, la demora obedeció a una decisión tomada en caliente por la Casa Gris como reacción a la postergación del Presupuesto en la Legislatura. Pero el enojo es una emoción por lo general incompatible con el alcance de lo que se busca, en este caso la aprobación del Presupuesto en febrero.

De nada sirve acorralar al intendente de Rosario –que además hasta aquí funcionó casi como un aliado– y empujarlo a armar “un súpermegaquilombo”, como dijo un funcionario municipal, porque sin esos fondos se dificulta pagar los sueldos. Demasiados frentes abiertos tiene el gobierno provincial como para crearse nuevos problemas donde no los hay, menos por dinero, que es lo que nunca le ha faltado. 

Tras las conversaciones telefónicas con el intendente y el paso de los días, el gobierno metió marcha atrás con el Operativo Sequía –que nadie lo va a admitir, pero existió– y ordenó al ministro de Economía, que recién llegaba de una semana de descanso, pagar el Convenio de Salud. En el medio, el ministro Coordinador Marcos Corach y la flamante ministra de Gobierno Celia Arena recibieron a Javkin. Fue el principio de una instancia de diálogo que debió darse en diciembre y que no ocurrió porque el gobierno se la jugó (sin éxito) por un acuerdo a paquete cerrado con los senadores del peronismo. 

Un cascotazo desde Buenos Aires

La política santafesina estaba silenciosa, mayormente por la migración a centros de veraneo de sus principales referencias, hasta que reapareció el ex ministro Marcelo Sain. Desde Buenos Aires se subió al reproche que Ginés González García le hizo al presidente Alberto Fernández por haberlo echado del gobierno para hacer lo propio. Le bastó un retuit y unas pocas palabras: “Tiene razón Ginés. En Santa Fe, también quien conduce tiene que bancar, particularmente a aquellos que se jugaron el cuero y el trabajo por una gestión de gobierno acordada explícitamente”. Por si alguien no entendió de qué estaba hablando, el siguiente retuit fue para un artículo periodístico titulado “Marcelo Sain reprochó a Perotti la falta de apoyo”. 

Sain no es un improvisado y mide cada palabra que escribe. “Una gestión de gobierno acordada explícitamente”, leído en el contexto de una investigación en trámite por presunto espionaje y acopio de información sobre personas e instituciones prohibidas por la ley, no tiene dobles lecturas ni requiere mucho análisis. Sain va a tirar cada tanto un cascotazo desde Buenos Aires para que no lo olviden los que no tienen que olvidarlo.

El 2022 peronista

Si para el peronismo santafesino, 2018 fue el año de la transición entre el ensayo de unidad en las legislativas de 2017 y la conquista de la Gobernación en 2019; para el arco opositor el 2022 es la transición entre el triunfo electoral de 2021 y una potencial unidad de todos los partidos que integran el Frente Progresista y Juntos por el Cambio en 2023.

Para el peronismo santafesino, después de las primarias del año pasado, en la que la lista del gobernador Perotti se impuso a quienes lo desafiaron, todo se juega en la centralidad de la gestión provincial y sus resultados. 

Salvo un cisma en el Frente de Todos a nivel nacional, no hay espacio para exclusiones. La única forma de que el peronismo tenga chances de pelear la continuidad en la Casa Gris es recomponiendo algo parecido a lo que en 2019 fue la “unidad en la diversidad”.

Ese objetivo estará tensionado por la sucesión de Perotti. Al no haber podido encaminar un delfín propio en las elecciones pasadas, ese partido quedó abierto y empezará a jugarse en el segundo semestre.

La oposición

La transición opositora hacia una nueva alianza político-electoral se sustenta en tres factores centrales. La derrota del Frente Progresista en 2019 y la muerte de Miguel Lifschitz licuaron el Frente Progresista; a nivel nacional el escenario electoral no permite visualizar espacios para terceros lugares competitivos; en la última elección la amplia victoria de Juntos por el Cambio tuvo como gran artífice a la UCR.

Sin embargo, cuando se observa con mayor detenimiento, el camino es más poroso. ¿Se trata de un espacio de carácter provincial o alineado con Juntos por el Cambio, hoy por hoy el único referente opositor al peronismo de alcance nacional con capacidad de discutir poder? ¿Se va hacia una alianza de poder exclusivamente, o además se buscará una síntesis identitaria? ¿Esa identidad será sobre valores positivos o la definirá el hecho de no ser peronista? ¿Cómo blindar a ese espacio provincial de los enfrentamientos entre los principales dirigentes y espacios de Juntos por el Cambio a nivel nacional? ¿Cómo encontrar la síntesis para la distancia ideológica y de práctica política que existen entre el PRO y el socialismo?

Sobre todas estas cuestiones previsiblemente conviven miradas y opiniones distintas, propio de la multiplicidad de actores que son parte de esa oposición y que se sienten legitimados para reclamar protagonismo. Las urnas mostraron que la oposición puede ganarle al peronismo, pero de ahí no salió un elector indiscutido, más bien quedó un amplio abanico de referencias personales y partidarias.

Uno de los que por estos días deja en claro que no está dispuesto a ser espectador de ese proceso es el intendente de Santa Fe Emilio Jatón. “Hoy todos definen en forma individual. Lo hizo el sector del socialismo con Clara García, (Maximiliano) Pullaro en el radicalismo, (Julián) Galdeano... Yo también estoy en condiciones de sentarme a la mesa de las decisiones. Quiero estar sentado ahí”.

Jatón superó la prueba inicial del periodista administrando una ciudad, salvó el dominio del Concejo municipal santafesino, tiene trato institucional fluido con el gobierno provincial y llegada directa en un par de ministerios nacionales –cerró 2021 con dos convenios de obras de urbanización por 700 millones– en parte gracias a los contactos que le abrió el presidente Alberto Fernández el año pasado durante el encuentro de capitales alternas en Rosario.

Sin embargo, después de dos años de gobierno a Jatón le pasa lo mismo que a Javkin: todos le empiezan a preguntar a dónde va en la política, cuál es el rumbo. Desde los empresarios de su ciudad hasta las organizaciones sociales que son parte de la gestión.

Y es a partir de allí que como intendente de la segunda ciudad de la provincia y la más grande que gobierna el socialismo, reclama ser parte de la mesa política donde se toman las decisiones. Es un mensaje a la conducción del socialismo que lidera Mónica Fein pero de paso le avisa al resto de los capitanes avocados a armar el team 2023 que él y su gobierno municipal van a tener que ser tenidos en cuenta.

El ex conductor de TV no se define socialista, pero cuando le preguntan aclara que su gobierno tiene corazón socialista. Llegó a la política y la Intendencia de la mano del socialismo y los resortes de su gestión los manejan hombres y mujeres de una línea del PS que se denomina Fuerza del Territorio y que en Rosario tiene como referencias a la concejala Susana Rueda, el secretario de Salud Leonardo Caruana, Luciano Vigoni o la ex secretaria de Promoción Social Laura Capilla, entre otros. 

El objetivo de Jatón es muy similar al de Javkin. La alianza J&J nace de esa necesidad de unir fuerzas para hacerse oír, antes en el Frente Progresista y en adelante en lo que se construya. En esa discusión pesarán mucho quienes tengan votos y capacidad de liderazgo.

Eso obliga a multiplicar los esfuerzos por construir acuerdos entre múltiples actores. Maximiliano Pullaro y su sector radical hicieron una muy buena elección, pero no les alcanzó para ganar. Carolina Losada fue la cara de una resonante victoria sobre el peronismo, sin que eso la consagre por encima del resto. Clara García y el socialismo hicieron una campaña épica y el resultado los confirmó como accionistas relevantes en cualquier escenario futuro, pero muy lejos del protagonismo de los últimos 20 años. El PRO seguirá pesando por su relevancia a nivel nacional, pero su internismo arrastró a la derrota a casi todos sus referentes, y los que salvaron la ropa están reposicionándose, como el caso de Gabriel Chumpitaz, quien deshizo su alineamiento con Patricia Bulrich después del papel que ésta jugó a favor de Federico Angelini en la campaña y hoy es un diputado nacional PRO pero políticamente aliado a Evolución (la línea nacional de la UCR que lidera Martín Lousteau) con posibilidades de ser la carta electoral en Rosario de ese sector.

Como se ve, 2022 será un año en el que construir futuro demandará innumerables desafíos.