Cuando Vladimir Putin anunció la “operación militar especial” en Ucrania, el 24 de febrero pasado, el periodista Germán De los Santos estaba de vacaciones en Bariloche con un objetivo: descansar en familia, desconectarse, estar tranquilo. Pero unas imágenes lo hicieron cambiar de planes: los tanques y las barricadas en la ciudad de Kiev. "Quiero estar ahí", pensó en medio de esas escenas de guerra del siglo pasado.

Preparó el bolso, con un botiquín a medias, que le sirvió de poco. Apenas arribó a Polonia le perdieron el equipaje. Con diez grados bajo cero, solo tenía una campera de abrigo y una mochila con la computadora y el celular. Siguió adelante con una premisa, en parte aprendida por su experiencia en Afganistán en 2001: “Hay que meditar las cosas pero no demorarse, hay que actuar rápido porque sino te empantanás”.

Ya en la frontera con Ucrania evitó seguir al malón, un vicio habitual en el periodismo, y detectó uno de los tantos negocios que crecen en las crisis humanitarias. “Te decían que tenías que pagar 400 dólares para cruzar 500 metros en un auto con varias horas de espera”, recordó De los Santos en la charla para Desde la Redacción, el podcast de Rosario3.


Entonces, hecho mano de una herramienta clave: detenerse a mirar y preguntar. Al final cruzó caminando por un paso peatonal alternativo gratis y en cinco minutos. La anécdota enuncia una forma de trabajo que mantendrá las tres semanas en la guerra: primero en Lviv y luego en Kiev, donde se topó con "el silencio espantoso" de una ciudad bajo asedio.

Como corresponsal para Aire de Santa Fe (también trabaja en el diario La Nación y es columnista en Radio 2) se alertó con las sirenas anti misiles. Pasó hambre y frío. Especuló de noche dónde caería la próxima bomba e incluso aprendió a escuchar (o eso creyó él) cuál era el proyectil enviado por los rusos y cuál el de defensa ucraniano.

Por supuesto que tuvo miedo: “Es como un anticuerpo, te sirve para tabular el riesgo”. También se preguntó: ¿para qué? En pocas palabras, vivió la guerra para poder contarla.


Una de las experiencias más impactantes fue constatar la destrucción total de seis manzanas tras un ataque nocturno que escuchó distinto a los anteriores. Al otro día, en ese mismo lugar donde él había estado, fue asesinada una periodista rusa. La información oficial en Kiev culpó a un bombardeó del Ejército invasor. A Germán le pareció inverosímil. ¿Por qué bombardear dos veces el mismo lugar?

En la zona quedó el auto en donde se trasladaba la periodista (Oksana Baulina, del portal de investigación The Insider, opositor a Putin). No había sido alcanzando por un misil. El vehículo estaba acribillado a balazos. Germán sabía que en la esquina había un puesto de la resistencia ucraniana, muy sensible a presencias ajenas. Un crimen, en principio por las fuerzas locales, que fue presentado como una muestra de la crueldad ajena. La guerra de la información, y la manipulación de la misma, se da en paralelo y puede ser tan importante como la militar.

El bloqueo informativo es una estrategia doble del gobierno de Kiev. No solo por un cuidado militar para no ser atacado, también para controlar los datos que circulan: en Ucrania estaban bloqueadas las redes sociales, por ejemplo.

¿Es posible entender por qué la guerra se extendió tanto en el tiempo? Para Germán la estrategia rusa “es más política que militar sino Kiev ya hubiera sido tomada”. Una prueba de eso, dice, es que Putin logró que algunos países empiecen a pagarle el gas en rublos y no en dólares. También busca apropiarse de los recursos naturales en las zonas del este.

Geopolítica pura. Pero ese es el juego de los poderosos. Lo que queda en el cuerpo, lo que aún recuerda él al menos, es el desayuno listo en una mesa de una casa que permaneció congelada un mes después de un bombardeo. El éxodo y disgregación de una familia entera, la que habitaba ese salón de museo íntimo del horror.



El corresponsal de guerra que vive y trabaja en Rosario también se trajo de vuelta una historia pendiente: la mujer violinista que tocaba a Astor Piazzolla en las calles de Lviv. Dos veces le habló para hacer una nota con ella; nunca le respondió. Y se tuvo que volver con esa incertidumbre.

Al escucharlo, da la sensación de que Germán volvería mañana mismo a Ucrania solo para poder develar ese misterio.

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