Después de publicar la nota en Rosario3 sobre la ausencia de Raúl en la plaza frente a Tribunales, vecinos comenzaron a contactarme. Algunos pidiendo novedades, otros contando lo que habían visto.

Al parecer, entre ocho y nueve gendarmes se llevaron a Raúl en ambulancia del Sies el sábado 1 de enero entre las 8 y las 9 de la mañana. Nadie pudo expresar los motivos. Las preguntas quedaron sin responder.

Al día siguiente, me contactaron de la Secretaría de Desarrollo Humano y Hábitat perteneciente a la Municipalidad de Rosario. Leopoldo pidió que le cuente detalles de lo ocurrido ya que había realizado un seguimiento en hospitales y no había ningún ingreso del Sies registrado. Admito que por un instante pensé lo peor. 

Le conté lo mismo que a ustedes. Lo que vecinos vieron, lo que el policía dijo. Prometió seguir buscando y lo cumplió. Al cabo de dos horas Leopoldo había encontrado a Raúl. Mi viejo amigo estaba internado en el hospital Centenario y aislado por positivo de covid, entre otras cosas que devienen de su situación: un hombre de 61 años que perdió la cuenta del tiempo que lleva durmiendo bajo el árbol de una plaza. Bebiendo para olvidar el olvido y comiendo sobras ajenas.

Pedí que agenden mi número y me mantengan informada de su evolución. También cumplieron con eso. A los pocos días llegó el siguiente mensaje: Raúl está mejorando, se lo ve entusiasmado. Aceptó ir a un refugio cuando tenga el alta.

No voy a mentirles, me asombró su predisposición para mudarse pero respiré con alegría. Conozco lo terco que puede ser Raúl, él suele decir que es por ser del signo Leo. Entre mensaje va y mensaje viene acordamos en que lo acompañaría hasta el refujo el día que los médicos confirmen que pueda irse del hospital. Estimaban que sería entre miércoles o jueves de esta semana. 

Pero ayer sonó mi teléfono informando que al parecer Raúl habría firmado un alta voluntaria, o sea que agarró sus cosas y se fue del Hospital. Me consultaron si lo había visto por el barrio y enseguida caminamos hacía la plaza. 

Sentado en la garita del colectivo estaba Raúl. Bañado, con remera nueva, su gorra limpia, un diario viejo en la mano y una bolsa roja. Me senté junto a él y le conté todo. Todo esto que ustedes ya saben. También le pedí que relate su versión de la historia.

Es un gran narrador de anécdotas así que escuché entretenida lo que, según él, había ocurrido el primer día de enero. Raúl no está contento con el accionar de dos o tres gendarmes. Sontiene que lo insultaron y que incluso hubo golpes. Que le pusieron un calmante y así lo trasladaron a un hospital. Desde mi lugar no puedo apoyar ninguna versión porque no estuve ahí, solo me atrevo a poner en palabras la ausencia de Raúl.

Como sea. Escupió todo eso que tenía atragantado y después le pregunté por qué se fue del Centenario. Me miró y volvió a decir lo que ya había dicho en otros encuentros: "No voy a ir a ningún refugio". Sacó de su bolsa roja las medicinas, como un nene que quiere evitar que lo reten, dijo que está haciendo caso a lo que le dijeron, tomarlas hasta que no queden más. Y también agregó un detalle: la comida que le daban tenía poca sal. Nos reímos un rato juntos como antes, como siempre.

Raúl mencionó que lo más triste de la historia es que no tiene más su radio ni su reloj, compañeros imprescindibles de su día a día. Algo que trataré de localizar o reemplazar. "Sos difícil Raúl" le dije; "Me quedo acá", me respondió él.

La radio trabajaba su lucidez y le daba parla con los vecinos. Siempre tenía de qué hablar porque estaba informado. Las noticias lo mantienen con los pies en la tierra. Ya les dije, es fan de Roberto Caferra y Radio 2. ¿Cómo va a arrancar el día sin escucharlo? es la pregunta que se hace ahora y que ojalá podamos resolver pronto.

Estiró su puño y nos dimos un choque. Acarició a India y soltó un "nos vemos mañana". Crucé la calle pensando en avisarle a Leopoldo que Raúl está bien pero sería imposible porque vivir en la calle y estar bien no van de la mano. No existe tal dualidad y nadie podrá convecerme de lo contrario.

De todos modos todo el equipo de la Municipalidad actuó de forma inmediata. Enfermeras, médicos, asistentes sociales se ocuparon de su bienestar y solo puedo agradecer por ello.

Raúl dice que no a la única posibilidad que el sistema le ofrece: vivir de prestado en un refugio con otras personas que habitan las mismas injusticias que él. No hay una respuesta de reinserción para quienes habitan las calles, hay soluciones rápidas y escurridizas. No solo en Rosario, en el país entero.

¿Quién soy yo, quién sos vos para pedirle a Raúl que acepte ese ratito de resguardo que le ofrecen? A nadie le gusta vivir de ilusiones.