Antes de asumir, un integrante legislativo leal al presidente vaticinó la tormenta. “La peor oposición es la nuestra. Contra eso es muy difícil avanzar”. En la semana más complicada de Alberto Fernández en la presidencia, los movimientos de piezas de una maquiavélica partida de ajedrez marcan un panorama incierto. El Presidente parece secuestrado en su sillón por la única medida que agrupa a la “partidocracia” Argentina: terminar su mandato.

Sin ideas ni proyectos, ni fuerza o convencimiento para hacerlos realidad, el Presidente parece no presidir nada mientras vive un doble estándar emocional. Fue padre de abril. Su hijo Francisco mañana cumplirá tres meses de vida, un luminoso momento que convive con los peores tres meses en su vida laboral: debilitado, acorralado y en la más tortuosa soledad del Poder.

Con una banda desteñida, una lapicera sin tinta y encadenado al sillón que la política codicia. En este caso, el trono, la trampa.

“¿Quién tiene el control del país?”, preguntó la periodista Mariel DiLenarda a la vocera presidencial Gabriela Cerruti. “El Presidente tiene el control del país”, dijo enojada la funcionaria. Aclarar sobre el tema, si lo tiene que decir, si alguien se lo pregunta, es porque es verosímil la duda o se puede esperar otra opción en la respuesta.

La palabra "Control" volvió a aparecer en una frase del titular de la AFI, Agustín Rossi: “Si el Presidente no tuviese el control del país, se estaría vulnerando la voluntad popular de la última elección presidencial”.

Control y Kaos. Una comedia americana de tele de los 60 que parodiaba las secuelas de la Guerra Fría. Maxwell Smart, el Súperagente 86 de la Agencia de contrainteligencia Control, era un inepto que se las arreglaba junto con sus compañera, la 99, para frustrar las operaciones de la organización criminal Kaos. Creativa contracara de las series y films de espías como James Bond o Misión Imposible, etc. Nada será lo que parece: Ni el bueno, ni el malo.

La actual vicepresidenta eligió a Alberto Fernández como su compañero a encabezar la formula como una hábil escalera que le permitiese llegar a la cima. El recordado anuncio del 18 de mayo de 2019 se asumía como una humilde mujer que sacrificaba sus intenciones porque “primero la patria, después el Movimiento y finalmente los hombres, aunque permítanme un poco de humor feminista, en este caso una mujer, yo”.

En el anuncio las virtudes del candidato terminaron siendo su defecto: “Le he pedido a Alberto Fernández que encabece la fórmula que integraremos juntos. Alberto a quien conozco desde hace ya hace más de 20 años y es cierto con quien tuvimos diferencias. Lo vi como Jefe de Gabinete de Néstor decidir, organizar y acordar y buscar siempre la mayor amplitud del gobierno. Aquellos (por los de Néstor) fueron momentos muy difíciles, pero estos son realmente dramáticos”.

El anuncio destacaba la moderación del candidato, una estrategia valiosa que logró que muchos de los que habían apoyado a Macri en 2015 votaran al moderno y moderado hombre del nuevo peronismo argentino. Porteño, conciliador, buen declarante y sin prontuario delictual en Comodoro Py: un hombre que parecía sensible y honesto.

Pero en la lucha por el poder y con cuchillo en la llaga toda operación es verosímil. Hoy con el desgaste en el lomo las amenazas de tirarle los jueces a Cristina o el contraataque de la Cámpora con el archivo fotográfico de las “intimidades” de la Quinta de Olivos alientan a que el volcán anuncie un movimiento devastador.

Con una “excelentísima” Vice que es capaz de revolear ministros si no acatan el rumbo que el "mequetrefe" y "okupa" debe ahora conducir el Ejecutivo argentino irá por dos sectores a los que cree cómplices de la incertidumbre: las empresas de alimentos que para Cristina remarcan especulativamente y los grandes empresarios del campo que según creen desde el gobierno “retienen los granos en silobolsas presionando por una devaluación”.

Espionaje cruzado, amenazas y extorsiones: expedientes versus fotos. La Casa militar, las cámaras de Olivos, las fotos, los videos, los jueces. Los apodos. El Rosario que usa Cristina, sus gestos ampulosos y divos. Las piedras de la izquierda piquetera en el despacho de Ella. La víctima, la victimaria. De acá no se mueve nadie. La culpa de todo es de Guzmán.

El Presidente desapareció de la escena, agobiado por los golpes bajos que le propinó su propia vicepresidenta. No hay calma ni tampoco ideas de cómo solucionar los problemas de mañana. Será lunes. Francisco Fernández cumplirá tres meses de vida en un país descontrolado. Sin timón, ni timonero donde siempre la culpa será de ese chivo que el poder pinta para lapidar sus propios errores.