“La mejor manera de combatir la violencia en Rosario es desplazando al Ejército y a las Fuerzas armadas, y retirar a la policía provincial y federal que no sirve para nada”, escribe Bulrrichista un vecino, oyente de Radio2 en el Weekend de Radiopolis.

Pasan testimonios sobre las crónicas de la semana y el vecino iracundo e indefenso tiene sus recetas bravas.

Le cambiamos sus datos para no comprometer su identidad, pero si un juez quiere avanzar hay una linda historia narrada en primera persona y que puede describir la sordidez del barrio. Al vecino que tiene un tallercito de herrería en su casa lo llamamos Martín, de Mendoza y Perú. En esta selva todo relato es verosímil. 

Mensaje 1. “La semana pasada me amenazaron con una nota en mi negocio. Pagá 1.150.000 pesos o balas, tenés una semana. Yo a ese le contesto, que venga, que dispare y que se asegure de matarme. Que venga y que cumpla con lo que amenazó, porque yo tuve que armarme para defender lo mío y mi vida. Y si tengo que matar, lo voy a matar; total es autodefensa. Esto ya se parece al lejano oeste”.

Mensaje 2. “Tengo un miserable taller de herrería. Lo construí de apoco. Lo tengo en mi casa porque con estos gobiernos nada es seguro. Nunca toqué un arma de fuego en mi vida. El viernes pasado fui a la villa a comprar un arma larga en el mismo lugar donde compran los chorros para delinquir. Conclusión, armate y autodefendete y mandá al agresor (quien sea) a una caja de madera. 762 × 51 mm no voy a fallar”.

Mensaje 3. Valparaíso XXXX. Búnker activo. Drogas y armas. Allanado miles de veces y, una semana después, activo nuevamente. Zona oeste. Y nadie hace nada. Que no se metan conmigo o les voy a descargar 21 tiros en ráfaga con el FAL (fusil automático liviano)”.

El oyente de la radio se entusiasma con un dialogo. Tiene su foto de perfil, su número de teléfono y sigue el relato. ¿Puede un vecino comprar un fusil del Ejército en una villa de Rosario? 

“El mecanismo está óptimo, solo un poco oxidado por fuera y el número limado. Por 30 mil pesos lo tengo acá en casa con balas blindadas. Yo no subo fotos pero te digo: culata rebatible, parece de un soldado paracaidista. Lo usaron mucho”.

El vecino cuenta en carne propia lo que pasa. Si hay un mercado negro para compra y venta de armas para el delito, puede haberlo para el que quiere defenderse. Y el herrero sabe que con 30 mil pesos apenas uno puede poner unos pocos barrotes en una ventana estándar. 

Mucho ruido, pocas nueces. O mejor dicho, Luz, cámara, acción. Sin duda, en este lugar sobran guionistas. Las “operaciones” (así llama la jerga política a los movimientos simulados o construidos para embellecer o ensuciar momentos de nuestro Truman Show) necesitan de escribas y sus actores. 

Esta semana: la policía bonaerense en operativo antidrogas, el regreso de Saín para defenderse del “espionaje ilegal” y la confesión del zar del juego Leonardo Peitti sobre los sobres de dólares financiando a la política. 

Los operativos antidrogas en nuestra comarca siempre estuvieron rodeados de ese gesto ficcional. Una carnada para pescar a los giles que buscan ver a las instituciones funcionando en ese combate contra el delito. Agarran uno, pasan mil. Siempre habrá fotos, fotitos, cámaras, camaritas. Un despliegue de paquetes en avenida Francia (en junio de 2021) o los históricos voceros de otros tiempos que con lentes negros y aspectos de actores clase B, describían como era “triunfar” en la persecución antidrogas mientras acumulaban un patrimonio obsceno e inexplicable. Un pase de comedia dramático con un guión que hace años se desmadró.

La lucha “militar” contra el narcotráfico siempre tuvo el fino aroma de la mentira. Siempre. 

La mercancía comercial es un éxito en el mundo. Y en este barrio también. Cada uno elige como martillarse la cabeza y la sustancia parece haber dado en el clavo. Pero lamentablemente la metáfora no es carpintería. Al Estado como institución ordenadora le importa un comino la demanda. Sediento de participar de la rentabilidad de esa “oferta”, los personajes del mundo narco institucional abrevaron la idea de regular su rentabilidad. 

Un juez federal ordena allanamientos en pleno corazón del downtown rosarino. En departamentos céntricos, en lugares muy iluminados, con placares muy oscuros y con falopa entre los cajones. ¿Por qué los operativos fueron ordenados por un juez “bonaerense” y lo concretó personal de la policía de la provincia de Buenos Aires que llegó a Rosario con vehículos viejos sin patentes?

En ese mismo momento, ante la pirotecnia de los operativos se ofrecía la defensa publica de Marcelo Sain a los medios de comunicación (“Saín quiere hablar”) o el famoso reentré de Peitti señalando la distribución de la guita sucia del juego clandestino a la política de Santa Fe. Un enredo lleno de mugre donde los actores se esfuerzan en escribir un guion sobre la piel de los que caminan están calles. 

La historia del margen brotado de explosiones reales llegará limpito a las oficinas del Centro. El perfume del free shop podrá distraer un poco pero las uñas del lavado de esa plata seguirán sucias.