Pasó mucho tiempo desde que Hernán Casciari escribió "Messi es un perro". Ese texto entrañable ofrecía la faceta más pura e idílica del fútbol: la del pibe que sólo tiene en su cabeza tomar una pelota y llevarla hasta el arco contrario. Sin obstáculos legales, cláusulas reglamentarias ni publicidades fastuosas. Ese pibe que asombraba al pueblo catalán, ese perro que tenía como único propósito llevar hasta su escondite su esponja amarilla, fue absorbido por lo accesorio.

Ese "hombre-perro" que no se anima a hablar en catalán en público, después de 20 años de vivir en Barcelona, tuvo que aprender de legislación y de regímenes impositivos. Ese pibe de Grandoli que se come las "s" y dice "fulbofax", cuando el mundo entero habla del burofax de la discordia, tuvo que aprender a sentarse delante de una cámara y lidiar con su timidez ante ese mundo que tanto espera de él. Porque si Messi gana es natural, es Messi. No se espera otra cosa. El problema es que Messi también pierde. Como todos. Todos pierden. Y ahí empieza el lío. 

"Me dolió que se dijera siempre lo de los amigos de Messi, lo del dinero. Siempre antepuse el club a cualquier otra cosa. Tuve posibilidad de irme del Barsa muchas veces", dijo el rosarino en la entrevista más vista de los últimos tiempos que le dio a Goal.

Otra vez ese fantasma. Messi, acusado de conducir a un grupo de amigos que transitan hacia el fracaso. El de las tres finales perdidas con la selección, el de Roma, el de Liverpool, el de Lisboa. Los "amigos" cambian, pero el argumento que castiga es el mismo ¿Cuál sería el beneficio de Messi de convocar a un grupo de amigos con los que sabe que va a perder? ¿Las veces que ganó lo hizo sin sus amigos?

Muchas veces se lo acusó de falta de conducción, de poca rebeldía, de no ser Maradona. Y es cierto, no es rebelde, no está en su ADN el impulso de romper a cualquier precio. Las dos veces que decidió irse del lugar en el que no se sentía bien, no se fue. ¿Y si el problema fuera que se le pide a Messi que no sea Messi, que sea otro? 

Las referencias sobre la presunta injerencia de Messi en las decisiones de su club, Barcelona, y la selección argentina son innumerables: “Lo del club de amigos se viene escuchando desde hace años, que yo ponía jugadores o técnicos, que hacíamos lo que yo decía y que manejaba prácticamente toda la AFA. El club de amigos es el Pipa, el Kun, Mascherano, Di María, todos los de ese momento eran los mejores en el mundo. Te da bronca", dijo en otra ocasión, cuando los objetivos no cumplidos se daban en la selección.

Si su influencia era tal, quizá podría haber retenido a su amigo Neymar o evitar que Dani Alves -tal vez su mejor socio-, fuera tan destratado en su salida; por qué no logró nunca que su compadre Agüero jugara con él en Barcelona. Tal vez podría haber asesorado a la directiva para que no pagaran lo que pagaron por Yerri Mina o Braithwaite, por poner sólo dos nombres.

Entonces, ¿quién tiene el poder? ¿La multinacional Barcelona, la empresa Messi, el marketing, la corporación jurídica del deporte que fija las reglas y condena a discreción? Hay una frase muy utilizada por los periodistas que dice "el jugador juega donde quiere". Esa idea de que nadie se queda donde no quiere estar es un reduccionismo, no sólo en el caso Messi. Manda la necesidad y rigen las obligaciones.

Se queda.

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Cuenta el periodista Ezequiel Scher en Cenital que el presidente de Barcelona Josep María Bartomeu fue acusado de haber contratado a I3 Venture –una empresa vinculada con Google Analtyics– para dañar la imagen de las figuras que desgastaban su línea política: Piqué, Guardiola y el propio Messi, entre otros. "Las fake news sobre Antonella circulaban por Facebook y eso se sentía como guerra", explica.

"Todos los años pude irme y ganar más dinero que en el Barcelona. Siempre dije que esta era mi casa y era lo que sentía y siento. Sentía que necesitaba un cambio y nuevos objetivos, cosas nuevas", explicó el argentino en la nota de Goal que vio el mundo entero.

Agrega Scher que Sergio Busquets, Sergi Roberto y Piqué le plantearon al presidente que ya no querían a Ernesto Valverde, el DT que dejó su cargo en enero de este 2020. "Al 10, nadie le consultó. Él estaba bien con Valverde. Se agrietó con sus compañeros. Se cansó. Trajeron a Quique Setién, a quien los más jóvenes le atribuyeron maltratos", dice el periodista que acompañó a Jorge Sampaoli en el departamento de prensa del seleccionado argentino durante el Mundial de Rusia 2018.

"La familia es la que sufre. Porque yo de última no escucho, no miro televisión. Cualquiera dice cualquier cosa y a la gente le queda eso. La gente compra todo lo que le dicen y después yo soy el hijo de puta, que mi viejo maneja la AFA, que hace lo que nosotros queremos. Son todas mentiras", decía Messi después de la traumática primera fase en el Mundial, que redundó en la eliminación posterior ante Francia.

Por estos días, en plena bomba del burofax, una cadena de hoteles puso en un diario español a página completa un llamativo anuncio publicitario: "Querido Leo, no necesitas unas horas de relax para pensarlo mejor? Por si acaso ponemos a tu disposición más de 3 mil hoteles por horas de las mejores cadenas. Aunque esta vez no te incluiremos las de Madrid". Una descripción gráfica de la onda expansiva de la bomba que detonó "la empresa Messi" con la idea de salir de Barcelona. En Google, en esas horas, la palabra Messi fue más buscada que el término "coronavirus" en plena pandemia. 

El anuncio apareció en el diario La Vanguardia el día después del burofax

Ya se fueron otros: Xavi, Iniesta, también se fue Guardiola. Hasta se fue Cruyff, el arquitecto, el padre de la criatura. Pero esto es distinto. Acá el que se quería ir era el hijo, el que casi vieron nacer, el que formaron, al que ayudaron porque le costaba desarrollarse. Y no es un hijo cualquiera. Es el más querido. El que más hizo para que creciera la familia. El que hacía las cosas bien y lindo. Entonces, el desencanto es mayor.

Hace algunas horas, el diario el país reprodujo una entrevista que Diego Maradona le dio al diario L'Equipe en julio 1989: "Mi marcha depende del presidente del Nápoles porque yo tengo contrato hasta 1993. Pero quiero jugar en Marsella porque la vida es más tranquila y el fútbol también. Actualmente me siento preso", decía Diego. La respuesta de Corrado Ferlaino dicen que fue: "Si yo te vendo me matan".

Bartomeu pagará un precio muy alto por este escándalo. Muchos aseguran que no se presentará en las próximas elecciones en el club. Sabe que a pesar de haber ganado esta batalla, perderá la guerra. De todos modos, Messi también perdió. Su vínculo inmaculado con la gente de Barcelona ya no es el mismo, aunque tenga a muchos de su lado. Las peleas desgastan y queda claro que el rosarino hoy está en un lugar en el que no quiere estar, al menos en un contexto en el que no está bien.

"Qué insignificantes son los futbolistas en este negocio del fútbol. Si Messi, con todo el poder simbólico que tiene y la admiración que ha generado no logra torcerle el brazo a la burocracia... imaginen lo que pueden hacer los ejecutivos con los jugadores terrenales", escribió Diego Latorre.

Hace unas horas, en la cola del supermercado, en la distanciada fila y mediados por barbijos, dos hombres, como tantos, hablaban de Messi. Uno de ellos soltó: "Al final, es como cualquiera de nosotros, ni siquiera puede renunciar a su trabajo".