Cuando los problemas de algunos sólo requieren algo de voluntad y predisposición, no ayudar y brindar soluciones es casi una ironía. En un terreno de Avellaneda al 4800 hace dos años quedó demolido un puesto de venta de drogas. Fue la época en que fuerzas nacionales irrumpían en la ciudad en busca de estos lugares conocidos como búnker.

En aquel momento todos hablaban del tema, no sólo porque Rosario había quedado en el ojo de la tormenta del narcotráfico, sino también porque hasta parecía el tema de moda. Campañas políticas por delante y un contundente reclamo de la sociedad hacia quienes debían velar por la seguridad de todos fue el puntapié de muchas promesas incumplidas o cumplidas a medias, tal como el caso de la plaza en cuestión. Si no fuera por los vecinos, humildes por cierto, el lugar que supo ser un kiosco de drogas hoy sería un baldío con algunos pocos juegos. No cuenta con luz, se acumula basura, crecen los pastos, los juegos ya deslucidos suman a una postal que estremece, más al ver a muchos niños de la zona que solo cuentan con ese lugar como espacio de juego.

Atrás quedó la promesa de que lugares como ese serían un “símbolo” del cambio que se buscaba. Hoy si no fuera por unos pocos padres, el lugar despintado, sin arena y carente de todo estaría peor. Es bueno que ya no se comercialice droga al menos en ese espacio, pero sería mucho mejor si todo lo que se dijo alguna vez se concretara y dejara de caer en saco roto. En el mientras tanto estos vecinos como muchos otros en la ciudad, parece que deberán "esperar a las próximas elecciones para ser escuchados" y eso no lo digo yo, lo dicen ellos y como argentina, duele.