Así le cantaba el papá a su pequeño hijo en las condiciones más adversas y menos deseables para un ser humano, en lo mejor de la película memorable. También deberíamos cantar en estas circunstancias, para poder convencernos más sentidamente del inmenso valor de nuestra vida.

La vida es bella, sobre todo porque es amable; debería ser siempre querida, esperada y tratada con todo el amor necesario y abundante que ella merece. La vida es bella porque es un bien, un enorme regalo, un don inestimable; ni la pedimos ni tampoco hicimos nada por tenerla, simplemente la hemos recibido. Don precioso que más se valora cuanto más se da, cuando se comparte.

También es verdad, por todo esto, que no somos dueños de la vida, no podemos apropiarnos de ella desconociendo su esencia de don.Y esta verdad se va desenvolviendo y afianzado cuando crecemos en la capacidad de crear y sostener vínculos solidarios y fraternos.

La vida es bella porque es una obra de arte valiosa que vamos plasmando a medida que desarrollamos nuestros talentos y posibilidades. Y también cuando, como artesanos experimentados, tratamos de multiplicar mejores condiciones de vida para todos.

Si es cierto que nuestra vida es el recorrido entre dos gemidos, el del nacimiento y el del último suspiro; no es menos cierto si decimos que la vida transcurre entre la primera chispa imperceptible en el lugar sagrado del Seno Materno y el brillo final del Abrazo Eterno de MADRE-PADRE DIOS.

 .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .