La ciudad y buena parte del país se mantuvieron atentas al progreso del trasplante de hígado al que debió ser sometido Pablo, un pequeño de 8 años que sufrió una falla hepática aguda por una hepatitis severa de origen desconocido y que debió ser sometido de emergencia en el Sanatorio de Niños de nuestra ciudad.

Las alarmas nacionales se encendieron en medio de la preocupación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) por el brote de esta enfermedad en niños de más de veinte países. En Argentina hasta ahora no hay signos de contagios masivos, a pesar de que se sigue investigando qué es lo que dejó a este chiquito al borde de la muerte. Una especulación de los médicos es que los pequeños hayan perdido protección natural por los dos años de barbijos y poco contacto con sus pares y el entorno y por eso sean más vulnerables a determinados virus o enfermedades.

Afortunadamente, el trasplante realizado por el equipo médico conformado por los doctores Alejandro Costaguta, Lisandro Biteti y David Biagiola fue exitoso y coronó una serie de maniobras perfectamente calibradas y ejecutadas por el sistema de donación de órganos de nuestro país, que primero detectó al donante, luego procedió a la extracción (el donante cadavérico había fallecido en La Pampa), se encargó de trasladarlo en condiciones y acabó con la implantación en el sanatorio de nuestra ciudad. Ahora, la recuperación de Pablo está en manos de los médicos; pero antes de eso, hubo un mecanismo salvador que funcionó a la perfección.

El papel de Incucai y Cudaio

En nuestro país, la donación de órganos está supervisada por el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (conocido como INCUCAI), que pertenece al Ministerio de Salud de la Nació e impulsa, normatiza, coordina y fiscaliza las actividades de donación y trasplante de órganos, tejidos y células en nuestro país.

En la provincia de Santa Fe, el organismo que trabaja en articulación con y bajo los lineamientos del INCUCAI en la práctica y la regulación de la Ley Nacional de donación y trasplante es el CUDAIO (Centro Único de Donación, Ablación e Implante de Órganos), que tiene a cargo la coordinación de las acciones relacionadas a la procuración y trasplante de órganos, tejidos y células para trasplantar.

Gracias al veloz y certero accionar de estos organismos, se pudo detectar y comunicar que había un hígado en condiciones de ser extirpado y que cumplía con las condiciones para ser trasplantado en el cuerpo de Pablito. Allí se puso en marcha el procedimiento que todos seguimos con expectativa y emoción: la operación de urgencia en La Pampa, el traslado del órgano en avión hasta nuestra ciudad, el vuelo del helicóptero del aeropuerto al helipuerto del sanatorio y el milagroso obrar de los médicos rosarinos. Una coordinación perfecta.

Pablito, el niño de 8 años trasplantado, junto a su mamá.

Cómo fue el proceso de adjudicación

El médico Armando Perichón, director del Cudaio, explicó en el programa AM/PM por Radio 2 cómo surgió la posibilidad de que este hígado llegara al cuerpo del nene rosarino: “El caso empezó cuando le detectaron la patología en el Hospital de Niños Zona Norte y decidieron la derivación a un equipo de trasplante porque se veía que era su única salida”, inició.

“Este chico no tiene cobertura social, por lo tanto el gobierno de la provincia a través del Cudaio hizo los trámites para incorporar los subsidios que prevé la Ley de Trasplante de nuestra provincia. A partir de ahí se decidió trasladarlo al Sanatorio de Niños, donde está el equipo de trasplantes, y fue inscripto en la base de datos que tiene el Incucai”, añadió quien también fuera director del Incucai.

Perichón desmitificó la frase “lista de espera” que se usa en estos casos para definir a la nómina de pacientes que aguardan un trasplante: “Esa frase da una falsa idea de que si me anoto primero, voy a recibir el órgano antes que los demás. Pero en realidad no existen listas de espera: lo que hay son bases de datos de personas inscriptas para recibir un trasplante. El paciente se inscribe con una serie de variables biológicas, que en realidad son las que sí van a generar la lista de espera recién cuando aparezca un posible donante de órganos. O sea, la lista se hará cuando aparezca el órgano”.

“En este caso particular, el donante estaba en La Pampa con determinadas variables genéticas, con un determinado grupo de sangre y una serie de variables antropométricas específicas que marcaron a quién le podía servir ese órgano: por ejemplo, el corazón de un niño de 4 años no serviría para un paciente de 120 kilos porque no llegaría a bombear sangre de manera suficiente y viceversa”, graficó.

El funcionario remarcó que esas determinadas variables genéticas y antropométricas se cargan en la base de datos cuando aparece el donante y se ponen en juego a través de un sistema informático: es ahí cuando “la máquina” emite un ránking, en el que el que está arriba es el más compatible. En este caso, este niño estaba además en emergencia nacional: por lo tanto, tuvo prioridad sobre los que estaban en espera electiva por la gravedad del caso. Así fue como se adjudicó el órgano”.

“El órgano se extrajo a través de una cirugía de alta complejidad, porque ni más ni meno. hay que poner ese hígado en el cuerpo otra persona, por lo que la intervención debe ser muy puntillosa. Una vez extirpado, el órgano se refrigera con una sustancia de preservación biológica, se lo enfría y se lo traslada así para luego desenfriarlo en el lugar donde se hará el trasplante. El proceso de traslado, o sea el período entre que el órgano sale del cuerpo de una persona y se coloca en otra, se llama isquemia fría. Y es clave porque va a marcar el resultado óptimo del trasplante. Por eso la celeridad en los viajes en avión o helicóptero y los operativos de tránsito que vemos: cuanto más corta, mejor”, explicó.

Todos somos donantes. ¿Todos los muertos son donantes?

Desde que el 26 de julio de 2018 se sancionó la ley 27.447 bajo el nombre de “Ley Justina” en homenaje a Justina Lo Cane, la niña de 12 años que falleció el 22 de noviembre de 2017 a la espera de un corazón que nunca llegó, en Argentina toda persona mayor de 18 años es donante de órganos o tejidos salvo que haya dejado constancia expresa de lo contrario. A la inversa de lo que ocurría antes de la ley, las personas que deciden no donar sus órganos están inscriptas en un registro de no donantes. Y bajo la regulación del INCUCAI, los médicos ya no deberán consultarles a los familiares del fallecido/a para realizar una extracción de órganos que vayan al sistema de trasplantes, siempre que el donante sea mayor de edad.

En detalle, su aplicación abarca las ablaciones de corazón, vasos, estructuras valvulares, piel, pulmón, hígado, páncreas, intestino, riñón y uréter, así como tejidos del sistema cardíaco, osteoarticular y musculoesquelético, el sistema nervioso periférico, la membrana amniótica y células progenitoras hematopoyéticas.

Ahora, si ya no hay que expresar voluntad para donar y mueren en el país miles de personas por día: ¿por qué sigue siendo tan difícil conseguir órganos compatibles para las personas que aguardan con urgencia poder reemplazar órganos propios que ya no funcionan y que los tienen al borde de la muerte? El doctor Perichón hace una aclaración esencial: para donar un órgano, hay que morir en determinadas condiciones.

Justina Lo Cane, la niña cuya lucha concibió la nueva ley de donación de órganos.


“Para ser donante debés morir en una unidad de terapia intensiva, conectado a un respirador y tener muerte encefálica. Es decir: si me muero en un accidente en la ruta, ya está parado el corazón y los médicos no podrán sacar nada que le sirva a otra persona. La muerte encefálica debe detectarse antes de que se pare el corazón. Y por medios extraordinarios, respirador o drogas, los médicos debemos mantener el corazón latiendo a pesar de que el cerebro del individuo ya haya fallecido. De ese modo, el órgano será útil en otra persona”, remarcó el director del Cudaio. Ahí ya hay un condicionante fundamental.

La escasez de donantes se explica de este modo: “De todas las personas que están ahora conectadas a un respirador, en su gran mayoría los que fallezcan irán directamente a una parada cardíaca, por lo que no se podrá sacar ningún órgano ya que se acabará la circulación de sangre, que es la que alimenta al órgano, y el órgano ya no servirá (aunque la ciencia está investigando si puede hacerlo). Hay otra porción de los conectados a respiradores que tendrá secuelas, pero sobrevivirá. Y finalmente tenemos una pequeña porción que sí hará la muerte encefálica antes de que se produzca la parada del corazón, que es la condición que debe cumplirse para ser donante. Es aproximadamente un 10% de las muertes con estas condiciones en un año. Por eso no abundan los donantes”.

De todos modos, Perichón opinó que la Ley Justina mejoró el sistema porque, además de reducir los tiempos de intervención de la Justicia y permitir a los emergentólogos, cirujanos y a las fuerzas de seguridad actuar con rapidez, también “facilitó el abordaje familiar, ya que ahora donar o no es una decisión personal que se toma antes de fallecer y ya no está la familia de por medio, como sucedía antes. Si yo no quiero ser donante, puedo expresarme en concreto”. Nada más y nada menos que un nuevo derecho personal, único e intransferible para decidir por nosotros mismos si queremos o no ser donantes y darles otra oportunidad de vida a personas que están esperando un milagro.