Declárase por medio del presente decreto al sifón de soda como Objeto Nacional de la Argentina.

Los países tienen su flor nacional, su pájaro nacional, sus colores nacionales, su himno nacional, su plato culinario nacional, su bebida nacional.

Por tanto, hemos de postular para la Argentina el objeto cotidiano nacional: el sifón.

El sifón existe en todo el mundo, se inventó en algún país rico y de vanguardia, pero en ningún lugar alcanza el grado de masividad, omnipresencia y, particularmente, de intimidad que tiene el sifón de soda para nosotros.

Las fotos familiares de varias generaciones son, principalmente, largas mesas de almuerzo con abuelos, tíos y niños sonrientes, la mitad de ellos visibles, la mitad tapados por sifones. En efecto, también por botellas de gaseosa y cerveza; pero eso se da en cualquier mesa del mundo.

El elemento sifón, en cambio, es lo más nuestro, por encima de esa andrajosa lista de supuestos inventos argentinos que se enumeran casi de memoria, encabezada por la birome y el colectivo. Y es de primera necesidad.

En una medida casi absoluta, el sifón debe su popularidad y alta rotación de consumo a la figura del sodero. Despejamos, por tanto, al sifón rellenable de gasificación casera que compartía apellido con el rival ruso de Rocky, al novedoso sifón descartable de 2,25 litros y, por supuesto, a la botella de soda. 

La posta es el sifón de sodero, el que fue primero de vidrio desnudo para convertirse, décadas después y a causa de accidentes domésticos, en caballero medieval revestido en una armadura metálica con miles de batallas, la cual, a su vez, tuvo con el tiempo su restyling, evolucionando hacia el actual entramado plástico, más liviano, limpio y colorido. El último relevamiento de Ibope arrojó que el 55% de la masa sifonera nacional está revestido de anaranjado, con el azul y el rojo muy atrás como escoltas.

La exégesis del sifón de sodero no es una pose nostálgica ni una careteada minimalista. El sifón de sodero es el mejor porque: 1. tiene la potencia de chorro mejor calibrada; 2. es el más económico; 3. tiene el tamaño más decente. Su spinoff menos habitual, el sifón gastronómico de medio litro, también es una verdadera delicia para el consumidor. De estos últimos, afirman los soddeliers degustadores especialistas, se tira la soda de mejor paladar.

SUM (Sifón de Usos Múltiples)

Así como cada civilización ha sabido multiplicar hasta límites inimaginables el uso de su producto base, el pueblo argentino ha hecho lo propio con la soda de sifón.

A lo largo de milenios China y Japón desarrollaron licores de arroz, papel de arroz, champú de arroz, arroz para eliminar humedad y olores, y docenas de otros usos. O acá más cerca, en el Altiplano, la cantidad de cosas que hacen con papa y maíz.

Nuestra gente, con un sutil chorro de soda o sifonazo, ha sabido potenciar el sabor de un café batido (algunos hogares extendieron esa técnica a la chocolatada), estimular el leudado de tortas, aplicar un castigo de baja intensidad a niños díscolos, e improvisar juegos carnavalescos.

También, diversas fuentes registran como exclusivamente argentina la costumbre de tomar del pico del sifón, práctica que en otros países se limita a botellas o sus derivados, como botas asturianas, ánforas o cantimploras. El ritual del trago de soda desde el pico del sifón requiere de experiencia, pericia y respeto por cierta liturgia: se lleva a cabo en medio de la noche, casi dormido (por lo general coincidiendo con que el ejecutante se levantó de la cama para ir al baño) y con la puerta de la heladera abierta, su luz tenue iluminando un rostro semi anestesiado.

The Soda Man

El sodero es el corazón de este sistema fisiológico que bombea soda a nuestros vasos argentinos. Su lugar en la sociedad lo hizo merecedor del protagónico en una novela televisiva prime time líder en rating. Su vínculo íntimo con los hogares le dio un lugar de leyenda donjuanesca con más de un ama de casa. 

Un personaje mitológico de la sociedad británica era el lechero. La leche se consumía en botellas retornables de vidrio de 1 pinta con tapita de lámina metálica plegable como las antiguas de yogur. Esos botellines entrañables no se compraban en un comercio: los traía el lechero en sus camioncitos diseñados específicamente para repartir leche (así como en el mismo país diseñaron autos para uso exclusivo como taxi), para lo cual había que dejar las botellas vacías, y previamente lavadas, en la puerta. El lechero, a su vez, dejaba su fresca provisión reemplazando los envases casa por casa. Todo el sistema era (y lamentablemente en gran medida lo fue) reemplazable por leche comprada en el supermercado, pero sobrevivió por más de un siglo con ese formato que significaba mucha socialización, muchos empleos, mucha producción local.

(En la escena de La Naranja Mecánica en que Alex es traicionado por sus amigos a la salida de la casa de la mujer de los gatos, el gordo Dim lo espera arteramente y le parte un botellazo en la cara a Alex. La botella no era otra cosa que una pinta de leche que, con toda naturalidad, se podía encontrar en la puerta de cualquier casa inglesa).

Probablemente sólo la Argentina, con el reparto de soda, tenga un sistema similar, tan arraigado, simpático y accesible.

Las tendencias urbanísticas dominantes presentan obstáculos: el crecimiento gradual del departamento como unidad de vivienda, en detrimento de la casa, menoscaba la viabilidad de la soda barrial de sifón. Así y todo, el movimiento soderil es resistente. El sodero es de los pocos al que se le habilita la llave de ingreso a los edificios, tras haber tenido que abandonar, un cuarto de siglo atrás, la comodidad de abrir la puerta de calle en forma remota desde el portero eléctrico. 

La soda resiste, también, el desprecio simbólico que conlleva la moda snob y maricona de decirle “agua con gas”. 

Los conocemos muy bien a esos babiecas; van a intentar que “soda” pase a considerarse una palabra mersa; nos van a querer avergonzar de pedir una soda, de que el primer chorro rebote contra la pared anversa del vaso y regrese hacia nuestras caras y camisas como un espumoso spray marítimo.

No lo lograrán.

Himno al Sodero

Fue la soda su vida y su elemento

Su fatiga, la carga y descarga

La niñez, su consumidor dilecto

En reemplazo de la insípida agua

Soda en sifón, agua con gas

Para el grande entre los grandes

Padre de tantos

Sodero Inmortal

Si el vino viene (Horacio Guarany)

Si el vino viene viene la soda

Y con la soda viene el sodero

Con el sodero viene la vida

Con Dady Brieva, Sodero de mi vida