Hace pocos años un grupo de emprendores fundó Bioheuris, una empresa de agrobiotecnología con laboratorios dentro del Centro Científico Tecnológico CONICET Rosario. Su trabajo se enfoca en la combinación de líneas elite de semillas y tecnologías de resistencia a herbicidas con el objetivo de desarrollar sistemas de control de malezas.

Considerando que las malezas causan pérdidas de rendimiento en los cultivos de alrededor del 50% y que su control implica el gasto de cientos de millones de dólares, el control de las mismas constituye un mercado de enormes posibilidades.

Carlos Pérez, uno de los integrantes del equipo directivo de la empresa, nos comenta sobre el nacimiento y desarrollo de Bioheuris, así como acerca de las oportunidades y ventajas luego de abrir laboratorios en los EE.UU.

 

Inicios de la empresa

¿Cuándo comenzaron?

Comenzamos hace poco más de tres años, a principios del 2016, con el objetivo de desarrollar sistemas de control de malezas. En este momento lo hacemos combinando biología sintética y edición génica. Sin embargo no queremos limitarnos a esto, y estamos buscando interactuar con otras empresas y actores del sistema agro para hacer un manejo integrado de malezas. Seguramente hay otras tecnologías, además de edición génica y resistencia a herbicidas, que nos pueden dar visiones complementarias y nos van a permitir desarrollar sistemas más sustentables y eficientes.

¿Cómo fueron los inicios?

Cuando empezamos a trabajar teníamos las ideas fundacionales y poco espacio de laboratorio. Estuvimos un año en Bio R, la aceleradora del CONICET en un momento en que el equipo era más chico y teníamos otro equipamiento y estructura. En esa etapa tuvimos un gran crecimiento y vimos que necesitábamos más espacio, que conseguimos en el edificio de INDEAR. Ahora tenemos dos laboratorios de uso exclusivo y acceso a cámaras de cultivo e invernáculos para el manejo de plantas en espacios compartidos.

¿Quiénes fueron los fundadores?

Entre los fundadores originales estamos Lucas Lieber, Rinaldo Gosparini y yo. Con Lucas habíamos trabajado juntos en otras empresas (Bioceres, INDEAR). Lucas después hizo un doctorado y un pos-doc en el Imperial College de Londres, mientras que yo trabajé en Bayer Cropscience . Pero siempre con la idea de hacer una empresa de biotecnología juntos y así fue que armamos Bioheuris, sumando la visión del negocio de semillas de Rinaldo y mas adelante la científica de Hugo Permingeat. A lo largo del tiempo sumamos a Santa Rosa Semillas (empresa con un programa propio de mejoramiento de soja), a la empresa de químicos ”Alltec” y recientemente se sumó Aceleradora Litoral que es una aceleradora de proyectos de biotecnología de Santa Fe.

¿Cómo se distribuye el equipo de trabajo?

El crecimiento también podemos verlo desde los recursos humanos. Empezamos siendo dos personas full time y hoy somos 14. Hay ingenieros agrónomos, biotecnólogos, microbiólogos y licenciados en Ciencias Biológicas. 

 

Trabajo experimental y cuestiones relacionadas

¿Cómo es el esquema general de trabajo?

Siempre pensamos al sistema de control de malezas con tres partes: el provedor de germoplasma, el de tecnología y el de herbicidas. Nosotros somos el de tecnología, articulando el germoplasma (semilla) al herbicida de la empresa química. Trabajamos con germoplasma elite, lo cual hace que la tecnología esté más cerca del mercado. Esto es distinto de los transgénicos, donde se trabaja, en general,con líneas ancestrales.

¿Cuál es la forma de trabajo experimental?

Tenemos dos plataformas de trabajo: HEURIS y SWAP. HEURIS identifica mutaciones que confieren resitencia a herbicidas en los genes de las mismas plantas, Mientras que SWAP las introduce en el cultivo mediante edición génica. Lo que nosotros hacemos ya ocurre en la naturaleza, solo que en forma no controlada y a velocidades mucho menores. En Bioheuris acortamos los tiempos utilizando microorganismos como plataforma de trabajo y estrategias de evolución dirigida y biología sintética que permiten identificar los cambios que deben ocurrir para que las plantas no se vean afectadas por el herbicida.

Swap introduce estos cambios por edición génica. Hay muchas formas de trabajo distintas para aplicar esta tecnología, pero nosotros nos concentramos en una determinada.

¿Cuál es?

Nosotros estamos tomando una alternativa que es más difícil pero puede ser más directa. Estamos bombardeando directamente con proteínas (las nucleasas, enzimas usadas para cortar el ADN). De esta manera en ningún momento estamos usando un transgénico intermediario. Es un camino más directo, sobre todo desde el punto de vista regulatorio.

¿Qué ventajas tiene la edición génica?

La gran ventaja que vemos utilizando edición génica es el costo y tiempo de desarrollo de los productos. Mientras producir un transgénico tiene un costo de alrededor de 100 millones de dólares a lo largoo de 12-15 años de desarrollo, la edición génica puede tener un costo de alrededor de unos 10 millones (estimativo ya que no tenemos aún un producto terminado) y 8 años de desarrollo. La ventaja en costo y tiempo es enorme. Parte de la ventaja es porque no son regulados, por lo cual los estudios para la llegada al mercado son más cortos y baratos. También tiene a favor la precisión en la generación de un producto y la posibilidad de trabajar sobre líneas elite.

 

Articulación con semilleros y empresas químicas

¿De qué manera logran la articulación que mencionaste?

Nos asociamos desde el principio con los profesionales químicos que son los que nos proveen los herbicidas y participan en seleccionar qué químicos están en el mercado y podrían usarse para controlar las malezas. Pero está el problema de que el cultivo es sensible a ese herbicida. Por ejemplo: hay herbicidas que podrían aplicarse en soja para controlar el yuyo colorado, pero con una gran pérdida de rendimiento para la soja. Pero si la soja fuera resistente a ese herbicida, podríamos utilizar ese compuesto que ya está registrado y siendo utilizado, ampliando su mercado. Entonces, nuestro aporte para el productor de semillas es un factor de diferenciación y para el productor de herbicidas es una expansión del mercado.

¿Se puede producir sin herbicidas?

Es un momento muy controvertido para los herbicidas. Sin embargo, los que estamos en el segmento de la agricultura sabemos que es prácticamente imposible producir a escala industrial sin la ayuda de los químicos. Se puede hacer en una huerta e, o en cultivos orgánicos a pequeña escalaen un invernáculo. Pero producir cientos de millones de hectáreas para la producción de alimentos y energía a nivel industrial sin herbicidas es prácticamente imposible. Pero aún usando químicos se puede hacer mejor, o sea poniendo menos herbicidas.

Ahora se ha dado una escalada: se aplica un herbicida, aparecen malezas resistentes, le aplico más, vuelven a aparecer malezas, entonces aplico más. Esto no termina nunca. Pero si uno pudiera aplicar combinaciones de dos o tres herbicidas al mismo tiempo en vez de uno solo, en esa combinación podríamos tener sinergias y, por otro, la suma de las tres dosis debería ser menor que la que se usa con un solo producto. Esta es nuestra propuesta de valor, o sea hacer un control sustentable de las malezas bajando la carga de herbicidas en el ambiente.

Ahí nuestra interacción con las empresas químicas es muy importante, porque los que tienen el “know how” de cómo formular combinaciones de herbicidas son ellas.

 

Bioheuris en los EE.UU.

¿Cómo surge la idea de abrir un espacio en EE.UU.?

En parte fue como resultado de un viaje exploratorio para ver qué avances había en la tecnología que estábamos usando. Los contactos con la gente de EE.Uu. fueron un incentivo para ese primer viaje. Y nos preguntamos “¿por qué no hacer cosas allá?, luego surgió la posibilidad de colaborar con una empresa norteamericana y a raíz de esto tenemos contrato con Benson Hill, la cual desarrolla sistemas de edición génica y también con el Danforth Center. O sea que se van tejiendo acuerdos que nos llevaron a preguntarnos por qué no aprovechar estas interacciones estando en el lugar. Y es lo que estamos explorando. 

¿Cuándo comenzaron?

El laboratorio comenzó allá en agosto de 2019, dentro del Helix Center, que es una incubadora para empresas. Tenemos mesadas de uso exclusivo y acceso a equipos compartidos. Esto facilita mucho todo el proceso, uno llega con su proyecto y los equipos pesados ya están por lo cual es mucho más fácil empezar.

¿Con qué personal cuentan?

Estamos contratando gente local (el tema de la visa puede ser complicado) pero no descartamos que gente de nuestro equipo actual pueda ir y volver. La idea es interactuar con el ecosistema de Saint Louis y con la gente del entorno.

¿Qué encontraron?

En EE.UU. hay un ecosistema muy dispuesto para que se instalen startups, con facilidades impresionantes. El acceso a insumos y servicios es muy fácil. Para ejemplificar lo que sucede en nuestro país: si pedimos reactivos de laboratorio importados (la mayoría) se lo paga hoy en dólares y se lo recibe en 90 días. En EE.UU. comprando el mismo reactivo, lo podemos recibir en una semana y se paga en 90 días. Lo mismo pasa con los servicios. Estamos un poco lejos de este tipo de proveedores y en biología molecular esto tiene un impacto importante. Estar allá cambia esto.

Imagino que la interacción con empresas del sector debe ser más fluida.

Esa es una cuestión muy interesante. En el caso de Saint Louis, hay varios centros que estimulan el desarrollo de las nuevas empresas: Helix Center, que es donde tenemos nuestro laboratorio, Cortex, Danforth Center. Son lugares donde conviven empresas y grupos académicos, por lo cual hay una gran interacción entre ambos. Esto también lo tenemos en la Argentina, pero allá lo tienen más “aceitado”.

¿Cómo es el acceso a fondos?

Cuando uno presenta allá un proyecto que tiene un impacto global la cuestión de participar en rondas de inversión, esperamos, puede ser más fácil. O sea que nuestra expectativa es crecer también en los EE.UU.

Por otra parte, hay una cuestión de masa crítica: donde hay muchas empresas y grupos de investigación hay mucha gente interesante dando vueltas, lo cual lo vuelve muy atractivo.

¿La idea es trabajar en ambos países?

Así es, Todo el trabajo de biotecnología de plantas lo vamos a seguir desarrollando acá. Lo que vamos a hacer en EE.UU. es parte del trabajo de biología sintética y biología molecular. Nos parece que nos da un perfil más atractivo para las empresas tanto de EE.UU. como para las de acá. Hoy no podemos pensar a ninguna industria compartamentalizada solo en la Argentina, en Brasil o en EE.UU.

¿Dónde se ven dentro de cinco años?

Nos vemos como una empresa global con presencia en todos los mercados de tecnologías de resistencia a herbicidas, proveyendo herramientas para el control de malezas. Y no solo trabajando en este tema sino con otras tecnologías complementarias. Haciendo un esfuerzo importante de trabajo y financiación para llegar a tener los primeros productos en cuatro años. Ese es el desafío de una startup. Nuestro desafío es hacer ciencia y tecnología para desarrollar productos de calidad.

En resumen, nos interesa integrarnos con lo que sucede afuera. Complementar lo que se puede hacer mejor acá con lo que se puede hacer mejor allá.

 

Claudio Pairoba es miembro de la Escuela de Comunicación Estratégica de Rosario y la Red Argentina de Periodismo Científico. Acreditado con la American Association for the Advancement of Science (Science) y la revista Nature.