El nacimiento de Francisco Fernández Yáñez volvió a abrir esta semana el debate por la paternidad “tardía”, tal como antes sucedió con Mick Jagger a sus 73 años y con el doctor Cormillot a los 82, modelos famosos de un universo vasto de hombres que cumplen con su deseo de traer otra persona al mundo en la recta final de sus respectivas existencias. Algo que sólo los varones podemos realizar, ya que a las mujeres la biología les marca un límite más temprano.

Reconociendo que el caso de Alberto Fernández es especial porque además es el primer mandatario de un país como el nuestro, con todas las ocupaciones mentales y presenciales que eso demanda, su paternidad a los 63 años fue disparadora de charlas, intercambios de opiniones y hasta de encendidas polémicas en medios y redes argentinos: ¿Está bien ser padres cuando empezamos a caminar el sendero descendente de la vida? ¿Tienen esos hombres la energía suficiente para hacerse cargo de todo lo que la crianza de un pequeño demanda? ¿Es un acto de egoísmo ser padre aun sabiendo que, en el mejor de los casos, podrá acompañarlo durante los primeros 20 o 30 años de su vida? ¿Lo hacen sólo para satisfacer el deseo de su pareja? Sólo algunas de las preguntas que se tiraron sobre la mesa cuando se habló del tema.

Como primera medida, nadie puede dictar qué está bien y que está mal porque a la vida no llegamos con un manual explicativo ni hay fórmulas que aseguren el éxito en ningún campo y mucho menos en la formación de nuestros hijos. Tener un papá de 6 décadas no necesariamente significará una desventaja en la crianza: seguramente le costará físicamente tirarse a jugar al piso o levantarlo como haría uno de 30, o le pegará en el ego que le digan “abuelo” cuando lo lleve a la calesita, pero tendrá en cambio un bagaje de experiencias y sabiduría (aún más si no es primerizo) que podrá compartir mientras el nuevo ser recorre sus años constitutivos de su personalidad. Así que en ese sentido, hasta puede ser al revés.

La psicóloga Beatriz Goldberg (MN 6235), especializada en asuntos de familia, dijo esta semana en AM/PM por Radio 2 que no se puede tener un único parámetro para analizar lo que significa que un sexagenario sea papá. “Depende de los 60 de cada uno: hay personas de 30 que parecen de 60 y otras de 60 que parecen de 30. Todo depende de la onda y el proyecto de vida que cada uno tenga”, comenzó. Así que por más que sea distinto, no necesariamente significa que sea peor.

Es más: la especialista marcó que nota que muchos padres jóvenes “no tienen paciencia ni están dispuestos a dejar de lado actividades de la juventud, vinculadas al trabajo o a salidas típicas con amigos. Noto que muchas parejas jóvenes, ocupadas con sus rutinas, están apenas un ratito con los chicos y delegan buena parte del tiempo de paternidad en familiares o las niñeras. Y el vínculo y las ganas de vibrar con el bebé son importantes”, tiró.

“En cambio, hay padres con 50 y pico o 60 que tienen una energía vital muy grande y ganas de vivir con el niño experiencias de juego. Todo depende de la vitalidad y de cómo uno sea. Es más, muchos padres grandes me dicen que rejuvenecen con un niño en casa: meterse en su cabeza, hablar como ellos, los obliga a sentirse jóvenes. Quizás a esa edad sea mejor ser abuelo porque uno no tiene la carga horaria de la crianza, pero tiene muchas cosas positivas. Otra vez: no hay una regla general”, añadió Goldberg.

Las familias ensambladas

Por cuestiones naturales, un padre de 60 le llevará no menos de 20 años a la mamá. Y no son pocos los casos de hombres que ya han sido padres previamente y que deciden reincidir sólo para cumplirle el deseo de tener un bebé a su nueva pareja. Para la psicóloga, es importante que exista una decisión conjunta: “No es bueno que uno se suba al proyecto del otro y no haya uno en común. Eso no augura un buen final”.

“Pero si la decisión es de a dos, generalmente veo que el padre ya tiene la experiencia de lo que hizo bien o mal, sabe si se equivocó y en qué. En cambio, cuando uno está en la juventud, estudiando o trabajando, todavía sigue buscando su personalidad. A los 60 ya hay una experiencia de vida que ayuda. Ese es un aspecto positivo. Pero cada uno debe escuchar su propia historia. No siempre hay una cosa para cada edad. Incluso hoy esas sentencias se desdibujan porque el proyecto de vida se extendió y vivimos más tiempo. Y hay mucha gente grande a la que tener un hijo los potencia. Te encuentra más armado y con todas las ganas”, remarcó Beatriz.

También existen casos de hombres que deciden ser padres a esa edad para transitar en compañía sus últimos años. Y ahí la psicóloga disiente: “Lo ideal es no pensar el plan de modo egoísta, de traerlo al mundo para que te ayude a vos en la vejez. Pero si uno lo proyectó con cariño, por el otro y por uno mismo, no habrá nada que reprochar”.

Es solo una cuestión de actitud

Ya sea a los 30 o a los 60, queda claro que ser padre va mucho más allá de prestar las condiciones funcionales para que una mujer quede embarazada. Es infinitamente más que el mero hecho de “poner la semillita”, como nos decían en la infancia, y esperar que el retoño crezca.

Ser padre es una decisión. Es una postura ante la vida que no depende de nuestra edad: es más, hasta ni siquiera tiene que coincidir con el aporte natural. Puede que sí, puede que no. Porque la paternidad es una actitud. Y no está consagrada por ningún acto en particular, sino por una conducta adoptada en el tiempo.

Ver salir a nuestros hijos de las entrañas de su mamá no nos da ningún diploma. El título de “papá” lo vamos tejiendo con el paso del tiempo, como una carrera universitaria, que demanda horas de esfuerzo, de tiempo, de renunciamientos, de aprendizaje constante e infinito. Y es un camino que puede iniciarse en coincidencia con el nacimiento de esa nueva persona o no.

Abundan los ejemplos de padres que llegaron a la vida de un niño o niña algún tiempo después, de los denominados adoptivos o del corazón, y que supieron cumplir ese rol porque así lo desearon o porque siempre lo habían soñado. Y otros que pudieron lograrlo a través del camino natural, pero que no están a la altura porque no lo sienten.

Acá tampoco hay manual que lo explique: la paternidad te corre el eje y te saca de encima el foco de la escena. Ya no estás solo en el centro del mundo. Y te transformás en padre cuando esa idea, que no todos están dispuestos a tolerar, te parece una de las cosas más maravillosas que te hayan podido pasar. Tengas la edad que tengas.