En el marco de las decenas de evocaciones y homenajes por los 40 años de la guerra de Malvinas, hubo una situación colateral sobre la que vale ahora la pena poner el foco: los silbidos a funcionarios y legisladores que subieron al escenario montado frente al Monumento a la Bandera por invitación de los veteranos, en el cierre de la vigilia previa al 2 de abril.

El presidente de la Federación de Veteranos de la provincia de Santa Fe fue quien los hizo subir y les pidió que, a la hora de cantar el Himno, se pararan delante de los propios ex combatientes. “Que pase acá adelante la democracia, que es claramente el mejor sistema posible”, dijo.

El gobernador Omar Perotti, la vicegobernadora Alejandrea Rodenas, el intendente Pablo Javkin, las legisladores nacionales Carolina Losada y Mónica Fein, el diputado Roberto Mirabella, el senador Marcelo Lewandowsky, entre otros, quedaron entonces en esa primera fila, lo que generó abucheos de parte del público y también gritos entre simpatizantes de unos y de otros.

Rubén Rada pedía calma, unidad. Hasta que perdió la paciencia: “Yo también vivo en Rosario y hay cosas que no me banco”, gritó. Y luego fijó un límite: “Pero tenemos que defender las instituciones de la democracia”. Llegaron las 12 de la noche y el Himno cantado desde arriba y desde abajo cortó la discusión: después todos se fueron a sus casas. ¿Tranquilos?

La política vive un momento delicado por su dificultad para dar respuesta a los problemas cotidianos que afectan a una población que ve que su calidad de vida se deteriora día a día. La crisis es sistémica: unos y otros se suceden en la conducción del Estado sin lograr mejorar lo que se hizo antes y eso genera desesperanza. Se abre así otra grieta, peligrosa al extremo: separa a gobernantes y gobernados. En ese marco, que bajo el lema “Malvinas nos une” el presidente y la vice hayan continuado su interna a cielo abierto durante los actos conmemorativos resulta absolutamente obsceno.

Hace 40 años la dictadura más terrorífica que conoció la Argentina embarcó al país en una guerra que tenía una causa justa, la recuperación de la soberanía sobre Malvinas, pero que se convirtió en una aventura irresponsable y delirante. 

En pos de continuar en el poder, los generales mandaron al sacrificio a miles de pibes que lucharon con entrega y patriotismo por un país que luego, durante largo tiempo, les dio la espalda.

Incluso durante la democracia, que se recuperó justamente luego de que ellos pusieran el cuerpo en el campo de batalla.

Qué paradoja que Rubén Rada, uno de esos ex soldados que vio morir a sus compañeros en el frente, sea hoy la voz que alerte sobre la necesidad de cuidar esa democracia. 

El rechazo a los políticos es un problema para todos. Su fracaso en resolver los problemas más acuciantes que afectan a la población lo es. Que la palabra democracia no se vacíe de sentido es un desafío clave de la hora. Escuchemos a los ex combatientes.