Garibaldi es una pequeña localidad santafesina que pertenece al departamento Castellanos, justo donde la salud pública y la educación sexual integral siguen siendo deudas pendientes. Allí, según el Censo del año 2010, viven menos de 500 personas, entre ellas una niña de 12 años que fue abusada en reiteradas oportunidades por su padre y que en las últimas horas trascendió que al enterarse de estar gestando, pidió abortar. 

“No lo quiero tener”, fueron las palabras que pronunció cuando los profesionales de la salud le explicaron las opciones que tenía. Su madre, víctima de violencia de género por parte del mismo hombre, apoyó la decisión de la pequeña e incluso dejó firmada la petición de la interrupción legal del embarazo (ILE). 

La cita sería este martes en el Hospital Iturraspe de Santa Fe. Sin embargo, la pequeña y su mamá, que estaban siendo monitoreadas por distintos organismos gubernamentales de Provincia, no asistieron porque durante el fin de semana un sacerdote se acercó a ellas, las invitó a una misa y comenzó la intervención de Grávida, la organización que se define como “servicio de acompañamiento para el fortalecimiento de la maternidad vulnerable en Argentina”. 

La niña que está atravesando una gestación no deseada fue intensamente buscada por todos los hospitales y sanatorios de la ciudad, hasta que la hallaron, y no de forma casual, en una sede de dicha organización para evitar que la interrupción se llevara adelante. 

En su web oficial, Grávida asegura que se enfocan en la “revinculación, estimulando y fortaleciendo” la relación entre la madre y el embrión “desde la gestación, a fin de educar en la ternura y erradicar toda forma de violencia”. ¿No es violento ir contra el deseo y la decisión de una menor de edad? 

A la hora de definir su accionar, desde Grávida dicen que se caracterizan por amar y respetar la persona humana; reconocer y respetar su libertad; sencillez y gratuidad en su modo de acompañar con prudencia y sigilo… todas acciones que fueron invisibles en su accionar con la menor en cuestión. Una doble moral que hace daño.

Además, en un video donde promocionan que su actividad detallan: “Muchos embarazos se confirman en el peor momento. En medio de la pobreza, la violencia o el desamparo. Hay mujeres que se sienten desesperadas. Necesitan ayuda y contención. Estamos con vos”, mientras muestran cómo acuden con una caja llena de ropa y cosas para el bebé. ¿Alcanza el asistencialismo cristiano para inyectar deseos maternales en una pequeña menor de edad violada por su progenitor? 

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En 2016, una psicóloga que forma parte de Grávida se hizo pasar por trabajadora de Niñez para intervenir en otro caso similar. En 2018, mientras se llevaba adelante en Diputados las audiencias por la ley 27.610 que garantiza la interrupción voluntaria del embarazo, Diana Flórez del Castillo, Directora Fundacional de la organización, se manifestó orgullosa de los 30 años de activismo y puso de ejemplo un caso de embarazo de otra niña menor de edad en el que ellos intervinieron. “Lo dejó nacer, le puso nombre, dejó que una familia lo amara y protegiera. Y hoy empezó a planificar su fiesta de 15”, promulgó ligeramente sobre la vida de otra persona. Como si parir a los 12 años no fuera un acto que ocasione traumas, como si las infancias no existieran. 

Finalmente, a pesar de un sistema débil de protección al menor y un rápido accionar de una organización siniestra, la pequeña de Garibaldi está siendo atendida por profesionales de la salud. Pero, ¿qué le dijeron desde Grávida a la pequeña? ¿Y a la madre? ¿Quién se hará responsable de agrandar el daño de una niña? ¿Es gratis vulnerar conciencias y revictimizar a las infancias?