Los líderes supremos que gobernaron China entre el 4 de junio de 1989 y el 4 de junio del 2023, se encargaron de borrar de la memoria colectiva de sus habitantes ese día de masacre popular. Pasaron ya 34 años y luego de Deng Xiaoping transitaron la presidencia varios secretarios generales más. Aunque fue la cúpula del poder liderada por éste, la que decidió que la apertura económica de su país no tenía por qué implicar una apertura política.

China fue una sociedad que durante siglos vivió aislada del resto del planeta. Entonces la decisión política de abrirse económicamente, y por consiguiente al mundo era novedosa, rupturista e impredecible. Es imposible no emparejar este movimiento con lo que entonces ocurría en Europa del Este y que terminó provocando la caída de la cortina hierro. China se mostraba y el mundo se disponía a mirarla. 

A medida que se van escribiendo las historias de los países, ciertos personajes son realzados y a veces endiosados. En cambio, otros desaparecen o van quedando escondidos junto con sus ideas, y es como si nunca hubiesen existido. Esto último ocurrió en China no sólo con las protestas de 1989, sino con uno de sus actores desencadenantes. Un personaje para nada menor. Se trata d. Hu Yaobang quien ejerció el altísimo cargo de Secretario General del Comité Central del Partido Comunista Chino entre 1982 y 1987. Apenas si unos pocos conocen hoy su nombre.

La masacre de la plaza de Tiananmen tiene su embrión unos años antes. Se podría decir entre 1986 y 1987 cuando se produjeron varios y ruidosos movimientos estudiantiles. Estos sucedieron empujados por el malestar social generado por una alta inflación y por la corrupción reinante dentro de la administración central del partido. Entonces se decidió que el encargado de disuadirlas sea Hu Yaobang. Lo cierto es que este histórico líder representaba el ala más amable del liderazgo del partido, con ideas similares de apertura como las que luchaban los estudiantes. No “pudo” frenar las protestas y por ello fue destituido de su cargo. Esto lo convirtió en un símbolo de resistencia que quedo grabado en la memoria colectiva.

Caído en desgracia, el 15 de abril de 1989, Hu Yaobang fallece de un ataque al corazón. Entonces espontáneamente, miles de jóvenes comenzaron a acercarse a la emblemática plaza de Tiananmen de Pekín portando su retrato. El efusivo y espontáneo duelo público pronto se convirtió en una gran manifestación ciudadana que pedía la restauración de su imagen y que su legado fuera honrado con amplias reformas políticas y sociales. Las fuerzas profundas, seguían ansiando cambios inspirados en lo que estaba ocurriendo en el mundo en plena caída del comunismo soviético. Pero éste era el gran temor de la cúpula gobernante: que se disuelva lo que hacía décadas Mao Zedong con tanta purga y represión había construido.

Una semana más tarde, a raíz del funeral de estado que se celebró en su nombre, le siguieron más protestas incentivadas por un gobierno que las condenaba y las que interpretaron como un ataque. Esto no hizo más que acrecentar el enojo popular y los estudiantes comenzaron a ser apoyados por otros sectores sociales. Mientras unos se quejaban de la inflación, los salarios y los problemas de vivienda, otros empezaron a exigir más libertades democráticas o el fin de la corrupción.

En abril de 1989 se podría decir que en la plaza de Tiananmen cubierta de banderas y pancartas se vivía un ambiente festivo. Se convirtió en la mayor movilización en la historia de la China comunista. Pero ya entrado mayo el clima se enrareció. Empezaron las primeras huelgas de hambre y tanto el apoyo a los manifestantes como la tensión con el gobierno aumentaron notablemente. Éstas se extendieron a otras ciudades y universidades de todo el país prolongándose por casi siete semanas. Se juntaron personas de todos los ámbitos de la sociedad que aprovecharon la visita de Mijail Gorbachov para mostrar su descontento. La presencia del líder soviético había convocado en Beijing a decenas de medios internacionales. China empezaba a ser vista y contada por el mundo.

Esto supuso una presión sin precedentes para el Partido Comunista, cuyos líderes se mostraron divididos en relación a cómo responder. Finalmente prevalecieron aquellos de línea dura. Deng Xiaoping y otros altos funcionarios declararon la ley marcial y fue cuestión de días para que ocurra la “Masacre de Tiananmen”. La democracia y la libertad quedarían para otra oportunidad que aún en 2023 se vislumbra muy lejana. 

Nunca se supo cuántas personas fueron asesinadas ese día. Se habla de cientos o miles. El número oficial no existe. Para el gobierno ni siquiera hubo masacre. Simplemente se logró acallar una "rebelión" que ponía en peligro el orden vigente. El ciudadano común chino hoy desconoce qué ocurrió el 4 de junio de 1989. Y aquellos que saben eligen callar.

En estas semanas previas a la masacre, el aparato de censura del gobierno d. Xi Jinping entra en alerta máxima. El supremo controla que no exista ningún tipo de actividad social relacionada con esta fecha y se encarga de eliminar de las redes sociales e internet cualquier mención a Tiananmen. Las conmemoraciones de este día están prohibidas bajo pena de cárcel. Por supuesto que los hechos ocurridos no aparecen en los libros de historia chinos. Sin embargo, el régimen no puede borrar los libros de historia del mundo.