El año empezó con aires de duelo. No sólo la violencia sembró muerte en Rosario, también el río que esconde su propia peligrosidad y fatalidad. Fueron cuatro las personas que perdieron la vida ahogadas en el Paraná en lo que va de 2018. 

Este lunes se conoció que el cuerpo de Pablo Zárate fue rescatado por Prefectura en medio del Paraná, a la altura de Arroyito. Su familia lo reconoció en el Instituto Médico Legal. Había desaparecido el sábado después de meterse al río con amigos. El 10 de enero pasado, una joven de 25 años se ahogó al bañarse en una zona que está prohibida, a la altura del fin de la Rambla Catalunya y antes del inicio de La Florida, en el norte de la ciudad. Un día antes se había encontrado el cuerpo de Ademar Albornoz, de 35 años, que se había arrojado a las aguas del Paraná en una zona muy profunda, en inmediaciones del kilómetro 454, entre Timbúes y Puerto General San Martín. También su mujer falleció ahogada.

Por estos días era buscado un albañil que se cayó en la zona de los silos Davis, lugar de donde también fue rescatado un pescador con graves heridas. Finalmente, el 7 de enero pasado una niña se ahogó en la zona de la Rambla Catalunya y logró ser rescatada.

Rosario3.com consultó al respecto a Leonardo Manino, jefe de guardavidas de la Costanera Rosario, quien advirtió que la cantidad de casos no está vinculada al número de asistentes a las playas rosarinas sino a que “no tomamos medidas de prevención, no medimos el riesgo”. Consideró eventual que se hayan registrado tantos casos y confió que “no es algo común".

Para el guardavidas, los ahogamientos en general tienen relación con el uso de zonas no habilitadas para el baño que son “peligrosas y no aptas para circular”. Por otra parte, planteó que existe un mayor uso de embarcaciones que promueve un crecimiento de la cantidad de personas en el agua.

“Hay que tener preparación en rescate y auto rescate, es necesario que tomemos cursos de primeros auxilios. La Municipalidad de Rosario está brindando cursos importantes, también hay escuelas en las que uno puede adquirir conocimientos previos”, observó.

Otro factor es el río mismo. “Lo que lo hace más riesgoso es que no hay visibilidad, no se puede advertir la profundidad”, indicó y agregó: “La profundidad también varía en pocos metros, cambia el escenario en pocos metros”.

Para Manino, los bañistas se exponen a ingresar al agua en zonas prohibidas y en horarios donde no hay garantía de cuidados de parte de guardavidas. Un ejemplo de lo primero ocurre en la llamada costa central, que por el paso de buques de grandes dimensiones tiene a pocos metros de la costa una gran profundidad que no cualquier nadador puede sortear.

Más allá de los últimos casos, el guardavidas admitió que el trabajo preventivo debe ser constante porque existe una tendencia a no respetar las boyas. Sin embargo, advirtió que desde que se prohibió el consumo de alcohol en la arena y se reforzaron los controles policiales y de la Secretaría de Control y Convivencia, han disminuido las conductas imprudentes en el agua.

Por último, consideró que el chaleco salvavidas es el “ícono de la seguridad” en el río. “Es fundamental para todo tipo de embarcaciones”, remarcó en relación a las personas que suelen cruzar a las islas y que muchas veces se dan chapuzones en medio del río. “Hay que prever que uno puede hacer pie y a los pocos metros no, hay zonas de mayor y menor profundidad y para eso es importante contar con elementos de seguridad”, precisó. Finalmente, llamó a tomar conciencia sobre la necesidad de cuidarse y velar por los más chiquitos a la hora de meterse al río.