Rosario Ortega cierra el coro, devuelve el micrófono al pie y camina, llevando su hipnótica belleza, hacia Charly. Lo besa en la frente, toma su mano y juntos, mientras la banda toca "Shisyastawuman", se alejan del escenario saludando a un público que hace casi dos horas vive un estado de euforia inquebrantable. 

El final del recital resume la vida de Charly García hoy: contención. Atrás quedaron los hoteles destrozados, las peleas periodísticas, los recitales que nunca comenzaban y la sensación de danza con la muerte. Hoy está contenido, abrazado por una banda que va a su ritmo, lo cuida y lo ayuda a brillar, aún cuando todo el mundo pensaba que jamás volvería a hacerlo.

El setlist fue sorpresivo desde el comienzo. Telón cerrado. Luces prendidas. El Gran Rex, expectante. Suena el riff de una guitarra en soledad, se abre el telón y Charly, sentado en un sillón digno de un rey del rock and roll, arranca "El Aguante". Todo una declaración: el que no podía cantar ni tocar más empieza su concierto haciéndose cargo de la orquesta y gritando “este es el aguante, decímelo a mi”. 

El más grande ��

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Pasan “Instituciones”, “No soy un extraño”, y “Cerca de la revolución” como una tormenta de clásicos. Y llega la primera interacción con el público: “Thank you Argentina, jajaja, peor sería que fuese los Guns And Roses... hay que parar esta invasión tipo Trump pero al revés”. 

No sería la última interacción con los miles de fans (de todas las edades) que colmaron el teatro. También pidió ovaciones para Spinetta (tras emocionar con “Rezo por vos”) y la Negra Sosa (“yo no me arrodillo ante nadie, sólo ante ella”). Esta vez, evitó la política.

El humor y la música se entremezclaron toda la noche, como una demostración de lo feliz y cómodo que se siente hoy en el escenario: “Esta canción se llama King Kong porque... no se, yo miro cosas en la TV y después escribo y ustedes cantan”. 

Una de las sorpresas fue “In the city that never sleeps”, una canción en inglés que él mismo reconoció componer para “entrar al mercado anglosajón”. Entre risas aclaró: “No me salió y es un desastre, perdón”.

Imaginar a Charly en comunión con su público era impensado hace 10 años. Ayer hasta bromeó con un fan sobre su look y ¡la serie de Luis Miguel!: “Che, estoy tocando y veo un doble mío con el bigote pintado... esto es raro... ¿te queres parecer a mi o al papá de Luismi?”

El punto más alto musical fue David Lebón, el invitado de la noche. El ex Serú Giran tomó la guitarra, besó a Charly y juntos cantaron “No llores por mi, Argentina” y “Peperina”.

Los años dorados resucitaron e invadieron el teatro. Adolescentes de la generación Z con tan sólo 15 años gritando “Te amo, te odio, dame más”. Emocionante. Inoxidable.

Tras un prolongado intervalo de casi diez minutos y tres canciones en los bises, el show llegó a su fin. El teatro de a poco se vacía y todos salen tarareando la canción del recital que les quedó en el “bocho”. Charly está en un gran momento personal y musical. Está feliz, contenido y con ganas de tocar.

En tan sólo una semana, cuatro mil rosarinos lo disfrutarán. Garantizado.

El setlist

El aguante, Instituciones, No soy un extraño, Cerca de la revolución, La máquina de ser feliz, King Kong, Lluvia, Believe, Rezo por vos, Fax U, Otro, Reloj de plastilina, Rivalidad, Yendo de la cama al living, In the City That Never Sleeps, Asesíname, Cuchillos, No llores por mí, Argentina, Peperina, Influencia, Promesas sobre el bidet, Demoliendo hoteles. En los bises: Los dinosaurios, Pasajera en trance y Shisyastawuman

Charly en Rosario

Con localidades agotadas, Charly presentará La torre de Tesla el miércoles 5 de septiembre, en la carpa hangar del predio de la ex Rural, Parque de la Independencia.