El auditorio en el cuarto piso de la Biblioteca Argentina de Rosario parecía un territorio neutral, una sala donde se discutían temas densos entre botellitas de agua mineral, pero una frase filosa cortó en dos la charla y sumergió a todos en un experimento sociológico. “Es fácil pegarle a Los Monos porque son débiles”, soltó Esteban Rodríguez Alzueta.

El profesor e investigador de la Universidad de Quilmes y de La Plata abrió el panel "Ética y responsabilidad social en tiempos de algoritmos", el primero del cuarto Seminario de Fundéu Argentina sobre "Violencias urbanas, comunicación e imaginarios colectivos".

Rodríguez Alzueta argumentó sobre el peso de las palabras y como en la prensa se pueden utilizar para describir las violencias de una forma que "aplanan y simplifican la realidad, le quitan complejidad".

El abogado y doctor en Ciencias Sociales habló sobre la capacidad de producir efectos concretos, de llenar de rabia u odio a una audiencia o incluso generar “sentimientos químicos que movilizan”. "Las palabras que usamos no son inocentes, están cargadas de ideología", dijo y afirmó que "cambiar el lenguaje es cambiar la realidad".

Esas reacciones, siguió, pueden ser utilizadas para crear consensos de determinadas prácticas o discursos políticos. Por eso, dijo que es “conveniente no desestimar” el impacto al usar la palabra violencia como “un comodín” para graficar todo tipo de episodios disímiles y que pueden servir más “para encubrir algo que no entiendo o que no quiero entender”.

Otro ejemplo de frases utilizadas con “ligereza” en los medios de comunicación es “la guerra contra las drogas”. Palabras que buscan “captar la atención sin medir el impacto” y que “nos distancian de la realidad”. Usar “pibe chorro” para encasillar a una persona o “ajuste de cuentas” para resumir o achatar una dinámica criminal compleja.

Una narconarrativa que transforma conflictos sociales en judiciales o policiales”, señaló (y que legitiman la militarización de los territorios).

En el marco de esa exposición, Rodríguez Alzueta retomó un concepto que desarrolló en una nota del Cohete a la luna sobre la violencia en Rosario y habló de “prejuicios raciales” y como el mundo del tráfico de drogas puede separarse entre los “pobres o negros” (que matan y mueren en los barrios) y los empresarios, abogados, contadores y lavadores del dinero que se mueven en otros círculos sociales y logran “volverse invisibles” por sus contactos.

Fue en ese contexto que soltó la frase (una forma de provocar el debate también): “Pegarle a Los Monos es fácil”. Entre el auditorio había periodistas que fueron intimidados o amenazados por su trabajo vinculado a las bandas narco criminales de la ciudad y que sintieron en sus cuerpos la estocada. Fue notorio como el académico logró poner en práctica lo que acababa de plantear: que las palabras llegan, que generan reacciones químicas y sentimientos en quienes las escuchan (sobre todo si achatan una complejidad) y que incluso pueden volverse “un bumerang social”.

Desorientados y extrañados

 

La profesora y directora del seminario Elizabeth Martínez destacó en su introducción a ese primer panel, del jueves a la tarde, el desafío que supone la “digitalización de la cultura” y trazó un escenario de “desorientación y extrañamiento” en las y los periodistas y medios.

Sobre ese punto, el director ejecutivo de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), Andrés D'Alessandro, mencionó los cambios en la industria que van de los medios tradicionales a las plataformas o aplicaciones, y apuntó a un dato revelador: una de cada tres personas evitan entrar en contacto con las noticias y optan por otros consumos.

La docente, periodista y secretaria adjunta del Sindicato de Prensa Rosario (SPR), Alicia Simeoni, diferenció la libertad de prensa, más esgrimida por el sector empresario, de la libertad de expresión que garantiza el derecho a la comunicación de toda la sociedad. Lo aclaró para advertir sobre “la propagación de discursos de odio en los medios en nombre de la libertad de prensa” y otros abusos de quienes concentran poder mediático.

Frente a las amenazas o episodios de censura, afirmó que “la ética es algo que se defiende colectivamente” y recordó los trabajos en ese sentido que realizó el Sindicato junto con las y los trabajadores de la ciudad.

La presidenta de la agencia de noticias Télam, Bernarda Llorente, retomó la relación de la tecnología con la tarea periodística pero la fijó en "una sociedad marcada por una profunda desigualdad". Calificó a esos discursos de odio y su retroalimentación en las redes sociales como expresiones de "un alto nivel de frustración de estas sociedades".

“Aplicale mafia”

 

El seminario de Fundéu Argentina, el programa para el español urgente de la Fundación de la Lengua de Rosario, coordinado a nivel local por el periodista Juan Mascardi, continuó con otras charlas y debates el viernes.

En el panel "Palabra, imágenes y estigmatización social", el periodista y escritor Osvaldo Aguirre repasó el uso del término “mafia” como algo negativo pero también que produce “identidad y prestigio”. Citó mensajes y escuchas judiciales en donde integrantes de bandas o extorsionadores indican a sus pares “aplicale mafia y que pague” o variantes de uso del “con la mafia no se jode”, como un copyright en disputa.

Así, “la mafia” o “Los Monos” o el clan Cantero, surge como un origen de la violencia en sí mismo, algo que puede clausurar el debate, como si ya supiéramos de qué se trata el problema, en lugar de analizarlo. Otra vez surgió el diagnóstico de una simplificación de un fenómeno complejo. Incluso enumeró la cantidad de supuestas “mafias” que proliferan en titulares con cierta facilidad para hablar de determinados delitos o grupos delictivos, lo que calificó de una “inflación discursiva”.

Más aún, consideró que hay “un devenir mafioso” que se estira a toda la sociedad, casi como una forma de relacionarse y dialogar con la vida cotidiana.

El periodista del diario La Capital y coautor del libro “Los Monos”, Hernán Lascano, se propuso indagar en “visiones críticas de lo que hacemos y que tiene consecuencias”, sobre todo sin olvidar un sustrato social de pobreza e indigencia extendido. Por ejemplo, mencionó a los acusados en un juicio por una banda narco que en realidad eran personas con trabajos precarios que solo buscaban un ingreso extra con la venta de una sustancia sin conocer el resto de la estructura que integraban.

Una proliferación de “don nadies” que los medios no reflejan porque no tienen la relevancia de un Guille o Viejo Cantero y que, a diferencia de los empresarios acusados de lavado, transitan sus procesos judiciales en prisión. “¿Qué otras formas de violencia palpitan en estas historias?”, se preguntó y mencionó como contracara el contexto de precariedad con que se suele trabajar en los medios, en donde se deben “abordar hechos múltiples y contarlos rápido”.

La investigadora del Conicet, docente y escritora Natalia Aruguete criticó la construcción de relatos sobre la delincuencia y la violencia en donde se divide entre víctimas y victimarios como buenos y malos sin matices, o se realizan recortes de los territorios sin conocer su vastedad, en general basados en fuentes policiales (o de Fiscalía).

Soluciones, por favor

 

El tercer espacio, "Periodismo de soluciones: ¿narrar para transformar?", fue encabezado por el editor de comunidad del diario La Nación, Javier Drovetto; y los periodistas rosarinos Juan Chiummiento y Jorgelina Hiba.

Drovetto retomó el dato que un tercio de las personas evita las noticias y profundizó en las causas: el 50% dicen que lo hacen por su “negatividad”. Recordó y cuestionó: “Fuimos formados con mucho cinismo en dónde cuánto peor es (una situación) mejor (la nota)”.

En ese sentido, expuso un periodismo que pone como eje contar “respuestas a un problema social” y que puede exponer con investigación y rigurosidad qué resolvió y qué no determinado plan u acción. No solo se cambia el enfoque de lo noticioso, el resultado de esos trabajos “activa ciudadanía” y no solo la queja o la denuncia.

Hiba sumó ejemplos de distintos programas o desarrollos vinculados al medio ambiente y resumió esa práctica en tres claves: debe ser una acción que ya está en marcha (no un proyecto), novedoso y que puede ser escalable o replicable en otros lugares.

En definitiva, se trata de incorporar nuevas narrativas que hagan interesante lo importante a los lectores, oyentes y audiencias. Un mejor periodismo que contribuya a una mejor sociedad.