Las donaciones para reconstruir Notre Dame se hacen esperar. Bajo el impacto emocional del incendio, hace dos meses, hubo un alud de promesas de ayuda, por un valor de 1.000 millones de euros. De esa cantidad, sólo 80 millones –menos del 10% del total–, procedentes en su mayor parte de ciudadanos particulares, han sido transferidos hasta el momento.

La polémica se suma, además, a los interrogantes por quién y cuándo se hacen las reparaciones. Por ahora hay 130 obreros trabajando para asegurar la estructura. Y sucede que grandes mecenas como las familias Arnault y Pinault, empresarios franceses del sector del lujo, que prometieron 200 y 100 millones de euros, quieren entregar el dinero poco a poco, a medida que avancen las obras y en virtud de las necesidades.

Los donantes no parecen dispuestos a dar al Estado, por adelantado, estas fuertes sumas. Algunos que donaron tempranamente, entre ellos ayuntamientos y también personas privadas, se han retractado tras ver que las perspectivas de recaudación eran muy altas, superiores probablemente a los gastos para rehacer la catedral.

Sin embargo, se cree que esa marcha atrás no implica sino una suma residual, de alrededor de un millón de euros. Las diversas fundaciones que canalizan los fondos confían en que, al final, el grueso del dinero terminará por llegar.

La atención pública sobre el destino de Notre Dame se visualizó con la primera misa, el sábado pasado, presidida por el arzobispo de París, monseñor Michel Petit.

El Senado francés maneja un proyecto de ley para abrir una suscripción nacional para manejar las donaciones de particulares y empresas.