“Los loros están comiendo y no controlan”. La frase pertenece a un presunto integrante de una banda narco liderada por un salteño. El mensaje está encriptado, pero no tanto: le avisa a otro miembro que los gendarmes del control en el norte estaban almorzando. El dato, en ese momento preciso, abría una posibilidad de ingresar ladrillos de cocaína a través de varios vehículos. 

Es, apenas, una escena cotidiana en el territorio nacional que consta en uno de los expedientes que Rosario3 repasó para este informe sobre las distintas mecánicas del narcotráfico. Pero hay una particularidad con esa organización detectada: se caracterizaba por llevar pequeños cargamentos, de a 5 o 10 kilos, en distintas partes de motos de alta cilindrada.

Ni camiones, ni camionetas, ni autos: escondían la droga debajo del asiento, en el chasis o en el tanque de combustible de las motos. Usaban esos vehículos para hacer viajes desde Salta hasta Rosario y el norte de Buenos Aires.

El sube y baja de la droga en la región

 

Por la ubicación geográfica de la ciudad, que entre otras cuestiones está atravesada por las rutas nacionales 33, 34 y autopistas, la zona es tanto un lugar de tránsito como de llegada de estupefacientes. No obstante, un caso como el de Delfín Zacarías demuestra que acá también se hizo producción de droga. 

Existe una gran cantidad de causas judiciales que demuestran que los narcos se las ingenian para “acondicionar” distintos vehículos que llevan los ladrillos con droga, o cómo se insertan en las mercaderías que son llevadas en camiones desde otras provincias. 

En la investigación contra Fabián Gustavo Pelozo, un sindicado ladero del jefe Esteban Lindor Alvarado, se detectó que traía cargamentos de estupefacientes en camiones. Para eso, había contratado el know how del clan Loza de Salta, que sabía por dónde hacer el ingreso y posteriormente el tránsito hacia el sur de Santa Fe. 

En la misma causa de Pelozo y Loza, los investigadores federales también pudieron constatar que la presunta organización pagaba fletes aéreos que arrojaban los bultos de droga en distintos campos de la región, que después eran buscados por los miembros de la banda en sus vehículos para después transportarlos hasta un galpón de Ibarlucea, donde se “enfriaba” el cargamento antes de comenzar con la distribución en la región.

En otro expediente, que tiene la Justicia federal de Rosario –Fiscalía Federal Nº 3 de Adriana Saccone y Matías Scilabra de la Procunar– contra el presunto capo Leonardo Saravia, alias “Leo Rey”, se observó una situación llamativa. Parte de su presunta banda cayó en la autopista, camino de Buenos Aires a Rosario con más de 20 kilos de cocaína que estaban en un auto que fue interceptado por Policía Federal en la YPF a la altura de Ramallo. 

Lo que se supone es que una vez en Rosario, la presunta estructura abastecía los puntos de venta de Los Monos en la zona sudoeste de la ciudad con droga que transportaba desde el territorio bonaerense. Es decir, un camino inverso a lo visto en la mayoría de las causas, donde la droga primero pasa por Rosario y luego sigue su tránsito hacia Buenos Aires. 

Otro dato curioso del expediente de “Leo Rey” es que la Policía Federal le encontró en Pérez una suerte de laboratorio donde se cree que estiraba la cocaína para después proveer a los puntos situados en Vía Honda, Villa Banana y los barrios Moderno y Urquiza, relacionados con las presuntas estructuras lideradas por Máximo Ariel “El Viejo” Cantero y Nelson “Pandu” Aguirre, su presunto “brazo armado” en el distrito sudoeste.

Pero la manera más novedosa de los últimos tiempos de transportar los ladrillos con los estupefacientes se dio a conocer en abril pasado, cuando la Justicia federal de Rosario participó en procedimientos conjuntos con la Justicia federal Salta contra la presunta banda de Héctor Javier Quispe, un salteño que hacía pasar bultos de droga de a 5 o 10 kilos a través de pasos fronterizos con Bolivia, los acopiaba en un lugar seguro y posteriormente los trasladaba en moto hasta el sur santafesino y territorio bonaerense

En Rosario se hicieron más de 15 allanamientos –por orden de la Fiscalía Federal Nº 2 de Matías Scilabra y el fiscal coadyuvante Franco Benetti–, y tal vez el más “ruidoso” fue el desarrollado en el cruce de las peatonales, dirigido a un famoso arbolito que opera hace años en esa zona, sospechado de haber vendido dólares blue a uno de los presuntos miembros de la organización investigada.