Esta semana las instituciones judías de la ciudad amanecieron reforzando sus protocolos de seguridad, a partir de una disposición preventiva nacional tras el ataque aéreo desde la República Islámica de Irán al Estado de Israel. El hecho, que no escaló en gravedad al momento, fue sentido por las comunidades árabes y judías locales como sismo cultural, como cada una de las escaladas de violencia en Medio Oriente. Pero como cada vez, el vínculo de hermandad de buenos vecinos, permanece inalterable.

La pujante calle San Luis es el corazón de esta ciudad mercantil y autónoma. Fue su primer centro comercial, y ya cumplió su centenario de vida. Sus primeros comerciantes de telas fueron los católicos árabes y los judíos sefaradíes que inmigraron en las primeras décadas del 1900. Luego arribaron judíos ashkenazíes y árabes musulmanes, pero también armenios, españoles, italianos, y en los 90 los chinos y coreanos. Y aunque muchas ventas ahora se hagan online para luego despachar, y de que también muchos ofrezcan sus productos minoristas, sigue en pie la esencia mayorista que provee a toda la región y a otras provincias, de aquellos primeros judíos y árabes que jamás tuvieron una pelea. O al menos así lo estableció quien lleva la memoria “sanluisina”, don Elías Soso.

“No hay ni nunca hubo un conflicto entre nosotros.. ¡Si somos iguales! Mirame la cara. Muchas veces los clientes se pensaron que yo era judío”, bromeó el "padrino" de calle San Luis, quien es hijo de Abud Salvador Soso, aquel joven inmigrante que arribó de Aleppo (Siria) a sus 17 para “hacerse la América” y se enamoró de una jovencita libanesa que inmigró también.

En aquellos años, en busca de oportunidades laborales vinieron muchos de ellos, entre los que enumeró: “Gulam, Sauan, Estrella, Abdelmalek, Addoumieh, Harari, Yomal o Mochón. Mi primer negocio que puse con mi hermano fue apadrinado por don David Hanono, el padre de Daniel que hoy continúa en su tienda de ropa”.

En la década del 20 eran dos o tres cuadras de locales, desde Moreno a España. "Fuimos expandiendo varios primos Soso y algunos judíos, hacia el este, hacia la peatonal San Martín en los años 50”, aseveró Soso, quien destacó: "Mirá lo unidos que éramos que mi madre cuando parió a mi hermano menor, dio de amamantar al bebé de una vecina judía".

Soso frente a sus telas muestra la foto de su padre inmigrante, que tiene en su escritorio junto a varias imágenes de San Cayetano y del Papa Francisco. (Alan Monzón/Rosario3)

Se calcula que son 40 mil rosarinos los que comen de la productividad de calle San Luis, ya que entre todos los locales suman unos 10 mil empleados, y de todos los centros comerciales, aseguran ser el principal que tributa al municipio. La de los mercantiles a lo largo de toda San Luis entre Moreno y peatonal San Martín es una convivencia de generaciones de comerciantes que no registra amenaza alguna en sus 100 años. Y esto fue celebrado con una placa en homenaje a la convivencia, colocada con bailes por ambas comunidades en diciembre de 2009 (ver apartado).

El bisabuelo de Miguel Rucco inmigró también desde Aleppo, como el padre de Elías Soso, y ya instalado en Rosario puso la panadería árabe que hasta hoy funciona en calle Dorrego bajo otro nombre pero con las mismas producciones. Es en ese local que sus primos colocaron un mural para que su historia de inmigrantes sea conocida por cada cliente. “Mi abuelo Razuk Gulam era empleado de mis bisabuelos, y se casó con mi abuela, la hija del panadero Miguel Diab, y continuaron con la panadería”, estableció.

El presidente del Centro Comercial en la panadería donde comenzaron sus bisabuelos, con un mural que recuerda su historia. (Alan Monzón/Rosario3)

Rucco es el referente de la asociación civil Centro Comercial Calle San Luis desde hace casi seis años, y es conocedor de sus cuadras desde pequeño, cuando sus padres tenían una juguetería (una infancia de ensueño), y después pasaron a tener ropa de bebés. Ya de grande trabajó en el negocio de su tío, hasta que un día le compró la llave, y hoy regentea “Peni”, una juguetería y librería. En torno a la camaradería judeo-árabe-cristiana, Rucco aseveró: “En la comisión directiva actualmente somos mayoría judíos y árabes, y el resto son solo tres o cuatro por fuera de las comunidades”.

Entonces Soso aseveró: “Yo no recuerdo nunca una confrontación o una discusión entre un árabe y un judío. Por lo menos acá no. Lo que sucede es la preocupación cada vez que hay una escalada o un tiroteo en Oriente. Yo me preocupo por mis parientes que sigo teniendo varios en el Líbano cerca de la frontera, y los judíos claro por los suyos. La relación acá es buena. Hacemos mejores negocios con ellos que con los otros católicos”.

Y Rucco adelantó que en la comisión “se está armando una cena de fin de año, con la intención de traer al cómico judío Moldavsky para que cuente similitudes, porque es la misma idiosincrasia que acá, con los judíos y árabes del Once porteño”.

La rivalidad está en el fútbol

Los comerciantes en esta afamada arteria del centro rosarino coinciden en sentirse "todos argentinos", preocupados por la recesión actual que se percibe en la depresión de ventas. Y como rosarinos, no eluden las únicas chicanas que cada clásico de fútbol se permiten hacerse entre canallas y leprosos.

Mónica Wolman tiene su local en San Luis al 1700, donde vende ropa de bebés y niños. Abrió junto a sus padres en el 2000 en tiempos de devaluacion y luego de saqueos. “Desde entonces estamos en el mismo local, donde vendemos por mayor y por menor. Estamos hace 24 años en el mismo local, nosotros de origen judío y nuestro locador de origen árabe, y puedo decir que siempre tuvimos una excelente relación. Nunca fue la identidad un tema de conversación, sino mas bien nos reímos de la rivalidad futbolera porque yo soy de Rosario Central y él es de Newell's Old Boys”.

La comerciante que es de origen judío aseguró en torno al vínculo: “Jamás me hizo un comentario sobre el conflicto. Siempre que viene para calle San Luis pregunta por nosotros, es un vinculo muy amable, de mucho compañerismo”.

Lo particular, contó la mujer futbolera, es que en su cuadra “son mayoría de árabes y de armenios”, y haciendo memoria en estas más de dos décadas, aseguró: “Cualquier inconveniente que haya sucedido allá, nunca fue un tema de discusión entre los comerciantes. Compartimos como vecinos, como rosarinos. La charla cotidiana es en torno a las ventas, lo que pasa en Argentina, y de cómo están Central y Newell's”.

Si bien el conflicto de Oriente no es un asunto entre los comerciantes, Moni sí destacó la respetuosa consulta que suele surgir desde algunos clientes curiosos: “Cuando fue el ataque del pasado 7 de octubre, muchos clientes nos consultaron, siempre con respeto, porque querían comprender algo de lo que pasa allá, y es tan complejo que es difícil a veces de dimensionar”.

Tras el ataque de misiles de Irán el pasado sábado, varios clientes volvieron a preguntar. Pero “la convivencia en San Luis ni siquiera nos preguntamos tanto, somos vecinos argentinos. Cuando viene el clásico rosarino, escucho entre los hombres cargarse mutuamente, y ahi sí hay guerras campales, y hacen apuestas”.

La imagen de una postal municipal publicada a partir de la inauguración de la placa de coexistencia en diciembre de 2009, donde se observan las letras en árabe y en hebreo.


La celebración de “un lugar en el mundo”



Será por ese arraigo ancestral, de judíos sefaradíes y árabes católicos que vinieron desde Siria, Líbano y Jerusalem, que en 2009 se realizó una celebración a la unión de ambos pueblos. Con danzas hebreas y árabes, se descubrió una placa con la imagen de dos B largas entrecruzadas (letra bet en hebreo y letra ba en árabe), ambas coinciden en dar inicio a la palabra hogar en sus idiomas (bait-bet). La obra fue realizada por el arquitecto León Carpman, ganador de un concurso de la entonces Oficina de Derechos Humanos y la Dirección de Diseño e Imagen Urbana municipal.

Rosario3 se acercó a la esquina emblemática donde nació el comercio bicultural del centro rosarino, pero 15 años después sólo permanece la huella de la placa de bronce con las dos letras. Pero el recuerdo permanece fresco entre los comerciantes sanluisinos, aseguraron.

Sólo las huellas permanecen de las letras "B" en hebreo y en árabe que celebraban la coexistencia de calle San Luis en 2009. (Alan Monzón/Rosario3)


“En torno a estas calles, ambas comunidades dieron origen a una de las historias de convivencia más maravillosas que haya conocido nuestra ciudad. Escuelas, templos, iglesias, sinagogas, comercios de ventas de alimentos al menudeo o de telas y baratijas. Una verdadera Babel que aún exhibe discretamente su esplendor en el nombre de algunas tiendas o en la memoria vacilante de los más ancianos”, reza una postal municipal aun guardada con una fotografía de aquel homenaje.