Es un desafío hablar o al menos poner en la agenda pública el tema educativo cuando no hay paros docentes. De esa encerrona propone salir la especialista y ex secretaria de Cultura municipal, Carina Cabo, quien presentó su último libro Escuelas Ondulantes: enseñar y aprender para aprender a enseñar acerca de la escuela pospandemia y los desafíos que se presentan en ese sentido. La doctora en Educación sostiene que “día de clase que se pierde, no se recupera” –una advertencia que cobra sentido después de tantos días de paro en las escuelas públicas santafesinas– y que hay que buscar “otras estrategias” para desarrollar contenidos que no se den en el aula y lograr que la experiencia educativa incluye un disfrute, sobre todo en una Rosario atravesada por la narcocriminalidad donde la escuela no resulta tan seductora como la calle. Cabo propone cambios profundos "porque hoy la escuela no prepara como antes"  y fundamentalmente más decisión política de los estamentos estatales para avanzar en una educación que provoque un verdadero cambio social.

Cabo fue la primera secretaria de Cultura del intendente Pablo Javkin y a fines del año pasado se fue en silencio de la gestión. Dijo no haber podido alcanzar los objetivos que se propuso y que se fue con frustración ya que la cultura no estaba entre las prioridades.

Con un lenguaje claro y medido, la ex funcionaria habló con Rosario3 después de la presentación de su última obra junto al filósofo Dario Sztajnsrajber

–¿Qué son o a qué le llamás escuelas ondulantes?

–Ondulante como una palabra para superar la palabra híbrido. Ir más allá de lo presencial o virtual. Hay chicos que no tuvieron ni una ni otra en pandemia. Escuelas ondulantes comparadas con las olas del mar que son ondas que tienen movimientos periódicos que van cambiando, que son altas y bajas. Creo que así debería ser una nueva educación que ondule según el docente, según los alumnos, según el barrio. Que no plantee en términos de sincrónico o asincrónico, lo virtual o presencial, sino que vaya buscando formatos distintos que cada docente elija según las necesidades.

–¿Cómo es la escuela después de la pandemia?

–Es muy parecida a la de marzo de 2020. Debería ser distinta porque como comunidad educativa estuvimos atravesados por la pandemia que nos afectó claramente. Por un lado, algo está haciendo el ministerio (de Educación) al plantear un cambio de estructura y de formato en el nivel secundario y lo celebro. Pero los docentes tenemos que acompañar a los jóvenes, ser un poco más flexibles. Hablo de un vínculo con humor, otra relación más amorosa, un vínculo fraterno, de acercarnos al estudiante, a su historia de vida, sin dejar de dar clases.

Tenemos que lograr que la escuela sea significativa, hoy los chicos se quieren quedar en la esquina y no entrar a la escuela. Necesitamos que hoy la escuela no solo les sirva para encontrar un trabajo o para ingresar a la universidad, sino también para la vida cotidiana o para que puedan cambiarla.

Foto: Alan Monzón / Rosario3

–¿Hay que incorporar los entornos virtuales?

–Es fundamental incorporarlos como así también otras estrategias. La tecnología está en nuestra vida cotidiana, el 97 por ciento de los chicos de Rosario tiene teléfonos inteligentes aunque después no tengamos conexión. En definitiva, los adolescentes y adultos pasamos mucho tiempo con el teléfono en la mano por eso hay que utilizar el teléfono pedagógicamente. Para ello hay que capacitarnos para usar la tecnología con un fin pedagógico y no por si solo, que sirva para enseñar y aprender. También defiendo el uso de las redes sociales, a veces, para enseñar algo en especial.

–En ese sentido la capacitación a los docentes es clave...

–Es fundamental. Muchos docentes nos formamos hace décadas y generalmente nos seguimos formando en disciplinas y somos muy eficientes en la nuestra. Entonces nos cuesta mirarnos trabajando con los otros. Hay que empezar a trabajar en la interdisciplina, o en la transdisciplina que es la formación de un nuevo saber. Que un docente de Matemática trabaje con el de Educación Física, o el de Lengua con el de Música o el de Plástica. Hay que romper con el narcisismo docente y con esa formación tan disciplinar. Para eso hay que capacitarnos.

–¿De quién es la responsabilidad de la capacitación?

–Debe trabajarla el Estado o el gobierno de turno porque un docente está por debajo de la línea de la pobreza o cobra muy poco y hoy la capacitación privada –un libro, un seminario, un congreso– es muy cara. Tenemos que garantizar que todos los docentes estén capacitados. Hacerlo en horarios de servicio, eso me hace ruido porque deberíamos dejar de dar clases. Se debería trabajar en capacitaciones los sábados pagando un extra presentando la certificación respectiva. Hay cursos gratis, el Instituto Nacional de Formación Docente da cursos gratis, pero hoy los docentes no tienen tiempo, trabajan a doble turno.

Con un lenguaje claro y medido, la ex funcionaria habló con Rosario3 después de la presentación de su última obra junto al filósofo Dario Sztajnsrajber. Foto: Alan Monzón / Rosario3

–¿Día de clase que se pierde, se recupera? Se perdieron días por paros docentes, paros de colectivos, también se pierden por plenarias o jornadas institucionales...

Día de clase que se pierde no se recupera, excepto que pongan días adicionales de clases. Frente a esta situación el docente tendrá que elegir contenidos mínimos para enseñar.

Estamos en una encerrona porque dejamos de dar clase para que el Estado reaccione y claramente el gobierno reacciona cuando se deja de dar clases o cuando los docentes están en los medios o en la calle porque a los gobiernos les molesta que los docentes estén en esos lugares. Hay que salir de esa encerrona, soy partidaria de buscar otras alternativas. Solamente el gobierno de turno reacciona cuando se cierran las puertas de las escuelas.

Parece que hubiese un juego entre los sindicatos y el gobierno, por eso hay resolverlo de alguna manera para que no terminemos perjudicando a los chicos y también a los docentes porque después tenemos que resolver todo en una semana.

–¿Se pueden dar contenidos que no se desarrollan en el aula?

–Hay formas de trabajar distintas estrategias. Pero a veces los docentes dejamos que los padres les enseñen y ahí vienen los problemas. Es muy difícil dejar solo al alumno. Hay que buscar estrategias para que el estudiante aprenda algo solo y reforzarlo cuando el estudiante vuelve al aula, aunque corremos el riesgo de que no todos lo hagan y allí ahondamos mucho más las diferencias individuales.

El docente debe elegir muy bien las estrategias. Mandar un PDF no es una estrategia, es un ejercicio que algunos podrán hacer y otros no. Siempre deben tener la guía del docente, incluso en la universidad.

–¿El paso de año en el secundario sin acreditar todas las materias, es una buena estrategia?

–Siempre y cuando esté enmarcada en un cambio estructural o más profundo. Estoy de acuerdo con que los alumnos sigan yendo a clases en diciembre, van aprobando esos objetivos o aprendizajes y si no lo aprobó, en marzo esa materia le quedará. Ahora, ¿qué pasa después? Debería haber un tutor para las materias que no se aprobaron. Hay que copiar formatos de nivel superior pero con cambios profundos. El estudiante tiene que saber contenidos que estén imbricados en la materia, comprender para qué o por qué estudió lo que estudió y no aprender de memoria tres hojitas.

–En tu último libro vos te preguntás "¿por qué no entusiasma la escuela?"

–La escuela tiene que entusiasmar, no sé si divertir. Hay que tener ganas de ir para aprender. Un buen docente es el que explica bien, el que no aburre, donde el alumno la pasa bien aprendiendo. La escuela tiene que enseñar y aprender desde un lugar de entretenimiento pero no como un divertimiento vacío. Que la escuela sea un pasatiempo fructífero y divertido. Que enseñe y aprenda. Y tengamos ganas de seguir aprendiendo.

La educación, hoy

 

–¿Qué evaluación hacés de la educación hoy?

El Estado deber invertir más si queremos provocar un cambio social y la educación es la que puede hacerlo. Pero una educación escolar y ciudadana, con una cultura que atraviese los barrios mediante espacios de ludotecas para niños de sectores vulnerados, que alguien acompañe a los niños en los tres primeros años de vida.

–¿Cómo enseñar en el marco de un contexto de violencia por la narcocriminalidad que tiene Rosario?

–Es un escenario complejo que tiene que tener proyectos focalizados donde deben intervenir distintos ministerios (Educación, Cultura, Vivienda, Seguridad) acompañando y trabajando para que el chico prefiera estar en la escuela y no en la calle. Y fundamentalmente elevar los objetivos para la escuela secundaria. Hoy no prepara para la universidad o el trabajo como antes, no alcanza.

Necesitamos muchos contenidos mínimos que deben aprendidos, no solo saberes, habilidades cognitivas para que el joven pueda seguir estudiando o trabajando. Sabemos que 7 de cada 10 jóvenes van a trabajar en tareas que hoy no conocemos, hay que enseñarles habilidades para seguir aprendiendo después de haber terminado quinto año. Y trabajar en los docentes recién recibidos quienes deberán estar acompañados por otros con más experiencia que les den el espaldarazo para trabajar en contextos complejos.

–Da la sensación que frente a este contexto la escuela está sola…

–Sí, parece que en los barrios la escuela está aislada. La escuela quiere enseñar algo, pero no se entera nadie. No es valorizada. Los docentes invierten mucho esfuerzo y nadie los valora. No hay reconocimiento ni siquiera simbólico al menos para que la escuela no esté sola. Faltan políticas que la atraviesen para mejorar la sociedad. Y eso tiene que ser ya.

La gestión pública

 

–¿Cómo fue tu paso por la gestión pública?

–Estuve 10 años con un cargo de asistente técnico con la ex ministra de Cultura Chiqui González y la pasé muy bien. Chiqui es muy abierta, si el proyecto se podía hacer, lo fomentaba y eso lo valoro porque daba lugar a la imaginación.

Cuando estuve al frente de la secretaría de Cultura municipal –durante la primera etapa de la actual gestión del intendente Pablo Javkin– pensé que iba a ser lo mismo pero no pudo ser por diversas razones. Primero por la pandemia y por prioridades que tenía el gobierno donde Cultura no estaba. Elegí correrme porque no se pudo, pese a que habíamos hablado de hacer cambios en la cultura ciudadana y en las infancias.

Elegí correrme porque si no iba a ser contradictorio con lo que vengo sosteniendo en mi discurso de defensa de la cultura ciudadana y la educación, quise ser coherente entre el decir y el hacer, con gran dolor y frustración decidí dar un paso al costado y quedarme sin nada porque no me fui a otro puesto y volví a mis horas cátedras. No fue una experiencia negativa, en Cultura hay muchos creativos y aprendí mucho.

–¿Es posible un cambio en materia de educación así como están las prioridades en los Estados?

Es posible un cambio si hay voluntad política. Si cualquier estamento del Estado decide que va a hacia un objetivo, claramente se puede lograr y en poco tiempo. Te cuento una experiencia breve, hace ya un tiempo el cine Lumiere tenía un bunker enfrente y empezó a hacer eventos todos los fines de semana en la calle y el bunker se corrió. Es posible si hay decisión política hacia dónde vamos. Dante Taparelli  –su sucesor en Cultura municipal–dijo que la cultura no puede depender del humor político y tiene razón, necesitamos decisiones más allá del presupuesto.

–¿Hoy hay voluntad política de hacerlo?

–No lo sé porque estoy afuera y lo desconozco.