En Casilda y Teniente Agneta, corazón del barrio Ludueña, hay algo más que un cruce de dos calles. Allí se mantiene latente, viva y vibrante la posibilidad de que los pibes y pibas de una zona humilde, en los últimos años cruzada por la violencia de las bandas narco, encuentren a través del deporte una comunidad, una merienda y un abrazo.
Esa posibilidad germina en la cancha del Club Social y Deportivo Padre Montaldo, en ese césped que anhela lluvia y el rectángulo de ladrillos huecos que no se pudo terminar de construir aún, entre otras cosas porque faltan una puerta y una ventana. Una institución que desde su nombre pero también su espíritu toma el ejemplo solidario del sacerdote salesiano que falleció el mismo año de creación del club: 2016.
Allí se encontraba, a las 16.30 del jueves, Haydé Molina, quién con esfuerzo y a pulmón hoy preside el club. No estaba sola. No está sola. Pero dice que no alcanza.
Cinco policías en el ingreso y cuatro gendarmes que paraban motos en la esquina mostraban una escena que marca un nuevo tiempo en el barrio de la ciudad que en los primeros meses del año acumuló más balaceras y homicidios: la política de saturación de fuerzas de seguridad.
Adentro, fuerza femenina y materna que acompañaba este jueves a Haydé, como todos los días.
Nueve mujeres y niños que jugaban en las canchitas bajo el rayo de un sol de octubre pero con tinte veraniego. Esperaban que llegaran más madres y más chicos porque, como cada jueves de octubre y noviembre, se realizaba una jornada organizada por el Banco de Alimentos de Rosario (BAR) que puso en marcha allí una prueba piloto de un plan de nutrición y deporte recreativo que se propone extender a toda la ciudad.
"Juegos que integran, incluyen y apropian", dijo Ariel Báez, profesor de Educación Física que integra el BAR y coordina el programa.
"El barrio se tranquilizó. Ahora podemos caminar", explicaba Haydé. Sí, caminar.
Se acercaban las 17 del jueves y cada vez llegaban más pibes y pibas. Y mujeres, claro. Todos los chicos llegaban con madres. Algunas en moto, otras a pie, y otras amamantando o con cochecitos.
Mientras tanto los voluntarios del BAR armaban los juegos, los pibes parecían ansiosos, sobre todo los más chiquitos.
"¿Cuando arrancamos seño?", se sintió al unísono.
Arcos de básquet. Palos de hockey. Pelotas. Muchas pelotas. Y cerca de 60 pibes y pibas.
"Nueve mujeres y tres hombres estamos a cargo del club Padre Montaldo". Sin cobrar cuota y sin ningún ingreso ni ayuda económica, actualmente acuden 280 socios. Niños, adolescentes, jóvenes y adultos. 280 historias.
"Cada vez viene más gente. De Sorrento, de Empalme. Hay hambre. Nunca se vio lo que se ve ahora", sostuvo Haydé.
De fondo se escuchaban los gritos de los chicos y la conversación de las madres con un mate bien dulce de por medio.
¿Qué necesitan para el club con urgencia?, es la pregunta. "Una puerta y una ventana", responde Haydé casi sin pensarlo, como en automático. "Una puerta y una ventana".
El club Padre Montaldo cuenta con 8 divisiones de varones y 6 de mujeres que compiten en la Asociación Rosarino de Fútbol Infantil (Arfi). Pero necesitan ayuda, porque en el Ludueña hay hambre, hay necesidades y hay vulnerabilidad.
"No alcanza", remarcó Haydé. "Nuestra idea es poder darles un plato de comida a los chicos dos o tres veces por semana pero no alcanza. No podemos asegurarles un día y después no tener".
Pasadas las 18 todavía hacía mucho calor. Los policías seguían en el mismo lugar. Los chicos, algunos más agitados que otros, no paraban de jugar. Pero había sonrisas generalizadas. En algunos, casi imborrable.
Con Haydé a la cabeza las mujeres comenzaron a esa hora a montar con cuatro bancos "una mesa larga". Bananas. Chocolatada fría. Barritas de arroz. Una marea de chicos corrieron en cuestión de segundos y se acercaron a merendar.
"¿Seño, me puedo llevar una barrita de más?", fue una pregunta redundante.
"Mirá, mirá allá", señaló a unos cien metros Haydé. "Vieron que estamos dando comida y mirá cómo vienen. Ni siquiera estaban acá. Eso es lo que pasa. Esta es la realidad".
Haydé no está sola. Casi "a cuatro manos" las mujeres, las mismas que empujan todas las actividades del club, repartieron la merienda entre todos los chicos.
Haydé no está sola. Por eso recibe donaciones de ropa y todos los miércoles en la puerta de su casa organiza "el roperito" para darle a los pibes y pibas del Ludueña.
Haydé no está sola, pero no alcanza.
Haydé no está sola, y lo urgente, a tan sólo 20 minutos del centro de la ciudad, es una puerta y una ventana.
Haydé no está sola.
Quien quiera colaborar con el Club Social y Deportivo Padre Montaldo puede comunicarse con el número 3416202837.