“Son unos revoltosos”. Leda Bergonzi se ríe desde el escenario, micrófono en mano. Les habla a unas 2000 personas congregadas el martes pasado en el camping del sindicato de Recolectores de residuos de Rosario (San Martín al 7200) que, tras una hora y media de oración y prédica evangélica, quieren tocarla, abrazarla, decirle “Ledi te amo”. Precisan mostrarle a esta mujer a la que le asignan "milagros” las fotos de sus seres queridos ávidos de Dios. Ella intenta ordenar la demanda y evitar roces con palabras de contención: “Voy a abrazar a todos”.
Pero la revoltosa es ella. Leda volvió a reunir a sus seguidores tal cual hacía antes de que la Iglesia de Rosario emitiera un comunicado en el que tomó distancia de estos encuentros espirituales. “Hasta tanto no se avance en este proceso de purificación y cumplimiento de las indicaciones oportunamente dadas, prudencialmente se suspende cualquier actividad pastoral realizada en nombre de la Iglesia Católica por parte del grupo Soplo de Dios viviente", escribió el arzobispo Eduardo Martin. Y así fue. Desde el 12 de septiembre pasado, los encuentros del grupo Soplo de Dios Viviente fundado por Bergonzi, no cuentan con el acompañamiento de sacerdotes, quienes solían celebrar misa y confesar. Por un tiempo, las reuniones fueron suspendidas, pero retornaron enseguida, con una impronta muy parecida de invocación divina a través de canciones de alabanza y la demanda de bendiciones, a veces desesperada, de quienes creen que las manos de Leda pueden torcer un cruel destino.
Todavía no es mediodía en Rosario. Bien al sur, el predio gigante del gremio que comanda Marcelo Pipi Andrada, es una isla de arbolitos y parrilleros que abre sus portones para Leda y su soplo espiritual que, en el marco de un cupo limitado de entradas, junta a personas de todo el país. Una docena de colectivos de larga distancia queda estacionada en medio del verde extenso. Abajo, se mezclan reposeras con termos, mochilas, carpas, calentadores. Son los mismos colores y olores de las eternas filas en la ex Rural. Todo tipo de bártulos que arrastran los feligreses bajo el sol implacable de diciembre. Muchos durmieron en el camping la noche anterior y desde muy temprano acomodaron sus sillones de playa en el edificio principal que, todavía en proceso de construcción, tiene su piso de portland y plásticos por ventanas.
Leda sube al escenario de jean ajustados y zapatillas. Una remera de breteles blanca le resalta la figura pequeña, recortada por la cabellera azabache. “Leda no le hagas caso a los que hablan mal de vos”, le grita una mujer y todos aplauden. Está por comenzar la reunión en su nueva modalidad, sin mediación eclesiástica y nadie parece darse cuenta de la diferencia. La fe de los presentes desconoce autoridades y protocolos, va más allá de la religión y sus consignas y se radicaliza desde una profunda necesidad de contención espiritual. Están convencidos de que Leda es el puente a una mejor existencia, que a través de ella pueden encontrarle sentido a la vida.
La líder espiritual les habla durante más de media hora. Es una Leda distinta a la que encabeza musicales en teatros o aparece “producida” en videos de Youtube. Los instruye como si fuese una clase de catequesis masiva, apoyándose en placas y acompañada por una colaboradora estrecha. Les asegura que forman parte del plan de Dios que los ama como nadie, los invita a confiar y descansar en eso, y les propone una renovación, les garantiza que pueden empezar de nuevo. Sorprendentemente, la gente atiende silenciosa y solo se escucha el paso vibrante y altivo de un dron que registra la escena: una instancia novedosa que parece un guiño de buena voluntad a las exigencias de “purificación” del Arzobispado.
Alrededor del escenario se despliegan colaboradores, quienes asisten a la gente y atienden también las requisitorias de Leda. Más allá de algunos varones que suelen acompañar de cerca su movimiento por el lugar, la mayoría son mujeres. La ceremonia, sin curas ni predicadores, tiene esencia femenina y popular, visceralmente expresiva y desatada pero sumida en un aire pacífico y emotivo al mismo tiempo. Al fondo, un puesto improvisado expende desde panchos hasta tortas y bebidas, y al costado, sobre un tablón se ofrecen pilusos, remeras y llaveros con el rostro de la “sanadora”. Afuera, se venden los mismos productos, junto a rosaritos de colores y almanaques.
Leda se dirige a la multitud con frases contundentes y enfrenta la ausencia de representantes de la Iglesia. “Fui cuestionada pero me siento sostenida. Necesité mucho la soledad pero había una esperanza sin fin, sabía que Dios está detrás de todo. Estamos garantizados en Cristo”, manifiesta. “Se nos dio un tiempo de descanso, un recreo, no lo entendemos pero no importa. El plan de Dios es que de alguna manera estemos unidos”, agrega.
Luego, inicia una oración cantada en la que, como solía hacer primero en templos y luego en la ex Rural y en el salón Metropolitano, intercala súplicas y exclamaciones apasionadas con palabras en una lengua ininteligible. Algunos seguidores entran en trance, se caen o gritan. “Nadie toca a nadie”, lanza Leda a modo de advertencia. ¿El paso del Espíritu Santo y su poder de transformación? El misterio de la fe vuelve a mostrarse inasequible para la razón que busca entender.
A las 13.15 Leda convoca a hacer una pausa para comer o beber algo fresco. Los treinta grados reinantes se aprietan contra el techo de chapa. Un grupo de mujeres con remeras con la foto de Leda le gritan frases de amor, ellas les responde entre risas: “¿Y el asado para cuándo?”. Fuera de la oración, Leda es más artista que sanadora, más locuaz que introspectiva, se funde en abrazos y posa para cada selfie requerida. “Amo a la gente”, repite mientras recibe a Radio2 y a Rosario3 en un salón aparte, acompañada por Federico Arias, uno de los colaboradores más cercanos. El ex jugador se sienta enfrente y sus labios en movimiento delatan que está orando en silencio mientras transcurre la entrevista.
“Si me detengo, empiezo a sentir que me falta la vida”
“Yo digo que el propósito de Dios es este. Nos envía a evangelizar, nos da los modos. Al principio, no sabía cómo se iba a desarrollar, pero aceptando este tiempo decidimos acompañar a los hermanos que nos siguen hablando porque la comunidad sigue activa. Yo no podía hacerlo en mi casa. Entonces pensamos en un cierre de año con cantos y alabanzas a Dios. Nada es ajeno, tratamos de que sea todo transparente como siempre fue más allá de que fuimos muy cuestionados”, señala Leda sobre la convocatoria.
“El Espíritu Santo infinito nos demuestra que también da los modos para poder seguir realizando su obra y hoy es hacerlo de esta manera, recibiendo con tanto amor a tanta gente que nos da la pauta de poder seguir adelante, no con encuentros tan seguidos, respetando un este proceso que se nos pide, pero sin descuidar la comunidad”, advierte sobre la disposición de la Iglesia aunque, tal como confirmó, recibe el asesoramiento de sacerdotes en materia espiritual, una especie de guía para encauzar sus capacidades.
“Nosotros somos de la Iglesia. Seguimos caminando con una multitud de gente que sigue llegando. Con la inspiración de Dios vamos a seguir adelante”, considera y explica que Soplo de Dios Viviente sigue colaborando en numerosos comedores y organizaciones civiles en distintos barrios de Rosario y a la par, Leda continúa su carrera como cantante religiosa. “Si vas a un recital te vas a encontrar que esto también lo hacemos con la gente, que tiene que pagar una entrada porque es un teatro y acá (en el camping) es gratuito”, destaca.
¿Y cómo se siente Leda tras el comunicado del arzobispado que supo apoyarla y asistirla y en medio de denuncias judiciales y rumores de enriquecimiento? “A Leda no le da a la mañana cuando se levanta –habla en tercera persona- pero Leda con el Espíritu Santo sale a amar, salta al escenario, va a abrazar a las personas. Es lo que a mí me suscita desde siempre. Esta circunstancia que atravesamos como cristianos católicos no es algo ajeno, ya lo vivimos”, remarca.
“Todo el mundo cree que yo me estoy llenando de plata con la música y no es así. Hay lugares a los que fui y no me han pagado. Y son bastantes. Pero creo que Dios pone todo en su lugar y a su debido tiempo todo se esclarece. No me no me desespera que me crean, sí me encanta que la gente pueda creer en Dios. Yo humanamente sé que no le puedo dar nada a nadie, así que no me frustra el hecho de que me critiquen porque siempre fui clara: no me sigan a mí, sigan a Dios. Si el día de mañana me equivoco, y cometo alguna falencia, siempre dije que no era perfecta”, completa la respuesta, mientras enrosca un rosario chiquito en una de sus manos.
“No soy el ideal de señora, pero no desobedecí en nada. En el comunicado hablan de purificación, dicen que un árbol se poda para que dé muchos más frutos, que todos los santos fueron apartados, purificados y después volvieron. Cada uno saca sus propias conclusiones. Yo no lo siento una ofensa”, asegura.
Leda cuenta que muchos le aconsejaron tomarse un tiempo de introspección luego de recibir el comunicado de la Iglesia. Pero no. “Siento que soy inspirada y no me detengo. El celo apostólico, el llamado de Dios es el que no para, es un llamado irrevocable, es un envío del Espíritu Santo. Si me detengo, empiezo a sentir que me falta la vida, que no estoy haciendo la voluntad de Dios. Y no lo vivo como como una carga sino como un celo apostólico que se acrecienta y no se detiene porque no se detiene el llamado. Es la voluntad de Dios que sigue convocando a su gente”, manifiesta totalmente convenida de que tiene un don divino y debe ejecutarlo.
Cerca de las dos de la tarde, Leda regresa al pabellón donde la aguardan mil corazones agitados. Vinieron a experimentar este preciso momento, el de fundirse en un abrazo con esta mujer a la que creen posible de canalizar lo bueno. La banda musical sigue interpretando canciones religiosas, mientras uno a uno, los participantes del encuentro le depositan sus más íntimas tribulaciones en las manos.