Hace exactamente 525 años, el 7 de junio de 1494, en pleno centro de España, en un pequeño pueblo que hoy apenas tiene 9 mil habitantes, hubo un hecho histórico que determinó la configuración política y territorial de América latina, pues definió la lengua y la cultura de millones de personas.

Ese día, en Tordesillas, España y Portugal, llegaron a un acuerdo para repartirse las zonas de navegación del océano Atlántico y los territorios del “nuevo mundo”.

Un año antes Cristóbal Colón había regresado a Castilla con una noticia sorprendente: el viaje que había emprendido el 3 de agosto de 1492 desde el puerto de Palos en busca de una ruta más corta hacia Asia había concluido con el descubrimiento de unas nuevas tierras desconocidas hasta entonces en Europa.

Las disputas por el control de esos territorios entre las dos grandes potencias marítimas de entonces –Castilla y Portugal– comenzaron de inmediato.

Así que, según señala un artículo publicado por la BBC, en marzo de 1494 representantes de Juan II de Portugal y de los Reyes Católicos (Isabel de Castilla y Fernando de Aragón) se reunieron por primera vez en Tordesillas.

El objetivo era establecer un acuerdo que delimitara los ámbitos de actuación de cada reino y restableciera la paz entre las dos coronas.

Las reuniones entre los embajadores de Juan II y de los Reyes Católicos se desarrollaron en un magnífico e imponente palacio de Tordesillas.

De lo que se acordara en Tordesillas dependía el futuro de la política atlántica de ambos reinos, por lo que tanto el rey portugués como los reyes castellanos siguieron muy de cerca el desarrollo de las negociaciones.

Hay que tener en cuenta que al regresar de su primer viaje, Colón ni siquiera era capaz de localizar con certeza las nuevas tierras que había encontrado camino de lo que él pensaba que era la India.

Así que cuando los reyes castellanos le preguntaron cómo pensaba que había que solucionar el conflicto entre España y Portugal, Colón propuso que se trazara una raya divisoria de norte a sur conocida como "raya de Colón", que y según todos los indicios pasaba por Cabo Verde y las Azores.

El pontífice, que era de origen español y que debía favores a los Reyes Católicos, admitió la propuesta pero, como le parecía excesivamente favorable a los intereses de Castilla y descaradamente perjudicial a los de Portugal, en la bula que emitió desplazó la línea divisoria 100 leguas al oeste de las Azores y Cabo Verde.

En ese punto de la negociación, Juan II aceptó ese meridiano que parte el océano Atlántico de polo a polo.

Pero en el proceso de discusiones de Tordesillas los portugueses solicitaron un desplazamiento de la línea divisoria a 370 leguas al oeste de Cabo Verde.

Basaban esa petición en su necesidad de poder regresar de San Jorge de Mina –un puerto de dominio portugués ubicado en África, sobre la costa del golfo de Guinea, en el lugar que ocupa actualmente la ciudad de Elmina en Ghana– sin tener que invadir la costa castellana.

La reclamación de Juan II fue aceptada por los monarcas españoles, considerando que estaban concediendo a Portugal agua y nada más que agua.

De esa manera, el 7 junio de 1494 las dos partes aceptan dividir el Océano Atlántico con una tercera y definitiva raya, la "raya del Tratado de Tordesillas", situada a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde.

Los reyes Isabel y Fernando, así como sus embajadores, se frotaron las manos pensando que habían ganado la partida.

El tratado, pensaban, dejaba todas las tierras del “'nuevo mundo” en manos de la corona castellana, mientras que Portugal se tendría que conformar simplemente con agua.

Sin embargo, se equivocaron. Cometieron un grave error.

Un error gigantesco llamado Brasil, un enorme territorio entonces desconocido y que, al encontrase en extremo este de América, caía de lleno dentro de la zona de dominio portuguesa.

Así que cuando el navegante Pedro Álvares de Cabral llegó en 1500 a la costa del actual estado de Bahía, Brasil pasó a manos portuguesas.