Días antes de la aprobación del protocolo nacional para la vuelta a clases tras la cuarentena, Rosario3 recibió una historia de lucha y amor de parte de la directora de una escuelita rural en Centeno, quien contó sobre el esfuerzo para adaptarse al escenario que impone la pandemia de coronavirus y ahora, el desafío que presenta un regreso a la actividad presencial.

Alejandra Campetella es la directora interina y docente a cargo de los alumnos de nivel primario,  desde hace tres años de la Escuela Rural N° 283  Gral. José de San Martín de  Campo Gaitán, localidad de Centeno. “Yo vivo en San Genaro con mi papá, mi hijo y mi nieto Francesco;  y viajo diariamente a la escuela en mi auto particular recorriendo unos 12 kilómetros. Los caminos a veces suelen estar lindos  y transitables  y en épocas de lluvias suelen convertirse en ríos y quedar intransitables por un tiempo. Obviamente esos días  no asistimos y muchas veces debemos buscar caminos alternativos para llegar cuando se puede”, señaló para situar su propia historia.

No solo ella vive lejos de la escuela. Los otros docentes y los mismos alumnos, también, en los campos aledaños. Los chicos que asisten son 28 en total (20 alumnos de 1 a 5 años, una alumna en nivel inicial y 7 alumnos de nivel primario). “Los alumnos y profes del nivel secundario tienen el remis que los traslada diariamente y el resto llega en auto, en moto o bici acompañados por su familia. La matrícula en zona rural no es constante, por suerte en este último tiempo estamos manteniéndola. Así evitamos que la Escuela Primaria  baje de categoría y en el peor de los casos se cierre”, confió.

Son poquitos pero están muy unidos, según contó Alejandra. “Amamos la ruralidad”, aseguró. Sobre cómo atraviesan la pandemia, indicó: “Con mucho esfuerzo y obligados por la  emergencia quienes nos dedicamos a enseñar estamos teniendo que rediseñar nuestras clases a distancia y en ese proceso nos estamos animando a ensayar nuevas maneras de hacer las cosas. Esta pandemia está haciendo más visible que nunca las diferencias entre los hogares.  Los niños están aprendiendo otras cosas, están ganando en valores y recuperando la capacidad lúdica. Están aprendiendo a convivir, el concepto de enfermedad y de cuidarse, están aprendiendo a ayudar en casa. La casa de pronto se volvió una tarea para todos y eso es un aprendizaje genial”, destacó.

“Solamente, voy a la escuela a entregar la copa de leche y  los trabajos que sugiero a  mis alumnos en formato papel, ya que no cuentan con  buena conectividad  ni con los dispositivos necesarios. Nuestras familias son empleados rurales. Lo único que dispone la mayoría  es de un teléfono celular con WhatsApp, que permite el acceso a internet pero a través del consumo de datos móviles, es decir si el teléfono celular tiene saldo”, observó.

La vuelta a clases preocupa a la directora, quien confió que el mantenimiento del edificio es una tarea ardua en la que tanto la comuna como los mismos vecinos colaboran. Sin embargo, sufrieron robos y destrozos y la pandemia también hizo lo suyo. “Es de imperiosa necesidad arreglar el sector de los baños, ya que tenemos los techos dañados por donde se filtra el agua cuando llueve, las paredes con los revoques caídos, la pintura descascarada y encima las puertas rotas por lo que cuento a continuación”, precisó.

Aunque el Ministerio de Educación les otorgó una partida específica del "Fondo para Atención de Necesidades Inmediatas" para desarrollar obras que estaban  pendientes de aprobación no es suficiente. Hay otras cuestiones que se deben mejorar y para eso solicitaron colaboración de la población: precisan mejorar la conectividad de la escuela, colocar un sistema de alarmas y un cerco perimetral y hacer realidad el sueño de los chicos de poder contar con una placita de juegos debajo del ceibo enraizado en medio del patio escolar.