Los Acosta son tres generaciones de maestros. Don Fidel Acosta, ya fallecido, era profesor de Taller y su esposa Marcela Carrasco (83) maestra de grado. Dos de sus hijos, Fernando y Florencia, también fueron maestros como sus padres y la tía Marta, hermana de Marcela. Fernando (58) se casó con Griselda, profesora de Lengua y Literatura que a su vez tiene una hermana (Graciela) que es docente de Plástica, y ambos ya están jubilados, pero esa tradición de dar clases siguió con dos de sus hijas: Eugenia, profesora de Educación Física, y Victoria, docente de nivel primario.

Es, sin dudas, una familia de docentes. Son de zona sur; es más, varios de ellos dieron clases en escuelas como la de Pueblo Nuevo, la Técnica del barrio Las Flores o la Marcelino Champagnat de Villa Banana donde Victoria (33) hoy trabaja. Ellos llevan con orgullo la profesión y cuentan que eligieron por convencimiento y no por tradición estudiar Magisterio, pero claro creen sin dudas que la docencia también viene en la sangre.

Victoria toma la palabra a la hora de contar la historia familiar que se remonta a Fidel quien vino de Santa Fe a formar su familia a Rosario y aquí se afincaron siempre con la idea de vivir de y para la educación. Es así que eligieron un proyecto de vida que se fue transmitiendo de generación en generación y que se basa en valores como la educación popular como garantía de derechos, el compromiso por la realidad social de los barrios y para con los alumnos, ya sean niños o adolescentes o adultos.

“Para el 11 de septiembre nos saludamos a través del grupo de WhatsApp familiar, pero nos juntamos otro día para festejar en familia. Las reuniones familiares parecen ser una plenaria docente”, relata con humor la más chica de los Acosta.

Cuenta además que hubo oportunidades de trabajar de otra cosa o de ejercer la docencia en otras escuelas, pero eligieron hacerla en esos establecimientos a los que siempre vuelven. Quizás haya sido ese espíritu educativo que supieron forjarse en el Normal 3 tanto Florencia como sus hijas. “No podemos ser otra cosa que docentes”, coinciden.

A los discursos que demonizan a los maestros por parte de ciertos sectores de la sociedad, Victoria contrapone “el compromiso que tienen muchos de mis compañeros y compañeras por la docencia” que se traduce en hacerse cargo del reparto de los bolsones de comida dentro de la escuela o dar clases a través de un programa de radio durante la última pandemia. Eso sí, sabe que hoy los maestros tienen más derechos que antes y eso fue fruto de la lucha durante años para conseguir licencias por maternidad, jubilaciones y concursos para ascensos en los cargos, entre otros beneficios, algo que su mamá o su abuela no tuvieron.

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Reuniones familiares que parecen plenarias, también en casa de los Bryndum-Rivero.

Hugo Bryndum (65) y María del Carmen Rivero (68) decidieron estudiar para ser docentes a fines de los ochenta, entre otras cosas, porque ya la fábrica de bloques de cemento que tenían en la zona de Uriburu y Oroño no alcanzaba para vivir. Y así fue que se graduaron como maestros y educadores para adultos y una vez recibidos empezaron a dar clases. Así pasaron por la Crucero Ara General Belgrano del barrio Las Flores Sur y las escuelas del barrio de la carne y la de Puente Gallego. Y la familia se multiplicó de maestros. Cuatro de los cinco hermanos que tienen Hugo y María del Carmen son docentes. Y a la profesión la heredaron los hijos de ambos también.

El matrimonio tuvo dos varones y dos mujeres. La educación atravesó la vida familiar, hasta llegaron a vivir un año en una escuela rural de Colonia Escribano. Y como no podía ser de otra manera, se convirtieron en maestros. La más grande de las hijas, Hilda (47), es maestra y profesora de teatro y títeres y hoy es la vicedirectora de la primaria de la Vigil. La más chica, Mercedes (38), es maestra de grado y profesora en la escuela de Danzas Isabel Taboga. Mientras tanto, Sebastián, el segundo, se recibió de maestro y educador de adultos en el Normal 3. Hoy tiene una función gremial como responsable del área de Asuntos Sociales en la comisión directiva de Amsafe provincial. El cuarto, Simón (42), no es docente, tiene un transporte para personas con discapacidad y es murguero.

Quizás el punto de partida de esta familia de docentes haya sido la abuela paterna Elena, ya fallecida, quien tenía el título de Maestra Normal pero nunca ejerció. Crió a sus cinco hijos, se jubiló como agente de policía y siempre demostró sus conocimientos y saberes como maestra particular. Hasta enseñaba a jugar al ajedrez a sus nietos.

Sebastián (44) relata un sinfín de anécdotas y emociones a la hora de hablar de su familia y la docencia. Sus principales recuerdos son cuando coincidieron junto a su padre en la escuela Sargento Cabral, en Puente Gallego. “Compartíamos el trabajo y miradas comunes sobre nuestra tarea. Siempre defendimos la escuela pública en contexto de comunidades con necesidades insatisfechas y de gente trabajadora”, comienza. Y a la hora de los recuerdos trae a la memoria los actos por las efemérides patrias o los viajes a Córdoba de séptimo grado que lograban hacer a puro esfuerzo y trabajo para conseguir los fondos. “Me acuerdo de ver a mi viejo haciendo la vertical a los 50 años para enseñarle a los pibes como se hacía”, cuenta emocionado.

Mercedes y Sebastián también compartieron tareas en la nocturna 26. Su hermana además trabajó junto a su mamá en la escuela del Bajo Hondo.

Este domingo seguramente se saludarán y compartirán un momento especial que pocos tienen: festejar todos el día de la profesión que abrazaron y nunca van a soltar.

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Paula Busnadiego y su mamá Ana María Cocetti, ambas docentes.

Otra historia de familia de docentes es de la Paula Busnadiego (46). Egresada en Ciencia Política, trabajó durante varios años como docente de Ciencias Sociales, Filosofía, Historia, y Formación Etica y Ciudadana en escuelas secundarias como Nuestra Señora de la Merced, La Salle y Santa Margarita de barrio Tablada, entre otras. Si bien no llegó a tener un cargo titular, esta profesión que abrazó con pasión siente que es una materia pendiente en su vida aunque hoy su presente pase por el periodismo.

Paula estuvo al frente del área educativa y el programa El Diario en el Aula del Museo del Diario La Capital y desde febrero de 2020 es redactora del suplemento Educación del matutino donde escribe sobre temas como la ESI (educación sexual integral), la pedagogía de la memoria y sobre experiencias educativas innovadoras.

Su mamá, Ana María Concetti (68), fue docente desde los 18 años y trabajó en doble turno hasta que se jubiló. Era de las maestras de la antigua Ley 1.420, se recibió como Docente Normal Nacional, y estudió Bellas Artes. Dictó materias como Actividades Prácticas, luego Tecnología, y Plástica. Pese a que comenzó en un jardín de infantes y pasó por una escuela pública, su trayectoria al frente del aula la hizo en el colegio primario parroquial Nuestra Señora de la Merced, de la zona sur.

La tía de Paula, Guadalupe, hermana de su papá, también fue profesora de Geografía, se jubiló como directora de escuela, y antes dio clases en el instituto terciario número 16 de formación docente e integró la junta de calificaciones del Ministerio de Educación de la provincia. Las hijas de Guadalupe, y primas hermanas de Paula, María Cecilia (47) y María Eva (42), son profesoras de nivel inicial y de Matemática respectivamente y están en plena actividad.

“El que es verdaderamente docente es docente toda la vida. Mi mamá sigue dando clases en casa, reconozco a mi madre en mi casa como a una docente en el aula. Yo también me reconozco como docente, lo hago con mis hijas, lo hice de manera particular hasta casi como un disfrute. El que siente la docencia como profesión lo lleva toda la vida”, reflexiona Paula.

Sobre el gen de la docencia que puede transmitirse de una generación a otra, responde no saber si realmente se hereda o viene en la sangre. “Es una cuestión vivencial, se trata de vivir la experiencia, de disfrutarlo y eso queda como una marca” a lo que agrega que “muchas personas tienen el gen de la docencia y nunca estuvieron frente a un aula”.

Busnadiego se siente hoy más periodista que docente aunque reconoce que “la docencia me ayudó muchísimo, me enseñó, el docente también aprende, enseña y aprende al mismo tiempo, es una relación dialógica con los alumnos, un ida y vuelta permanente, obedece a un modelo pedagógico que uno asume y se compromete”.