Cuando el reloj marque las 20.46 de este lunes se cumplirán 4.380 días, 144 meses y 12 años sin noticias certeras de Paula Perassi, la joven sanlorecina que desapareció en 2011 y cuya búsqueda se ha convertido en una bandera de lucha. Sus hijos tienen hoy 15 y 18 años, uno es arquero de Rosario Central, el otro estudia en la universidad para algún día convertirse en profesor de Educación Física. Cuando les surge una pregunta sobre su mamá es Alicia, su abuela, quien a pesar del nudo de dolor que le presiona la garganta, les responde.
Alberto Perassi, en cambio, no puede mirar los ojos de sus nietos y nombrar a Paula porque ese hombre que se encadenó a Tribunales, usó chaleco antibalas, presenció cada excavación en búsqueda de rastros y le habló a la prensa de todo el país sobre su hija para que la memoria no quede en cuatro paredes y un puñado de familiares, quiebra en llanto.
El dolor se profundiza cuando el silencio perdura en el tiempo. Los cuerpos sienten la ausencia de esa persona que aman, se enferman, piden reparo, pero Alicia y Alberto siguen de pie. Caminan la vida con la foto de su Paula y le preguntan al mundo lo que hasta entonces nadie quiso responder: ¿Dónde está Paula Perassi?
La desaparición
El domingo 18 de septiembre de 2011 a las 20.46, Paula Perassi, de 34 años, oriunda de la localidad de San Lorenzo, atendió una llamada telefónica. Al cortar, le dijo a Rodolfo Daniel Ortiz de Elguea, el padre de sus dos hijos -Lucas de 6 años y Agustín de 2 - que se iba a buscar la tarea del más grande a la casa de una vecina. Vestía jeans, campera, chaleco negro y zapatillas blancas, llevaba puestos los aritos de oro que le había regalado su mamá Alicia y una cartera de mano cuando cerró la puerta de su casa, ubicada en un primer piso de Entre Ríos 799 de la localidad industrial.
Fue la última vez que vieron a Paula con vida. Su desaparición es aún un misterio, un secreto sin revelar, a pesar de un prolongado proceso judicial que concluyó con algunas detenciones.
La mirada policías e investigadores, en primera instancia, estuvo dirigida hacia Ortiz de Elguea, concubino y ex marido de Paula. Fue el primero en ser interrogado y quien confirmó que la pareja llevaba meses mal, que su mujer dormía en otra habitación y solía usar mucho Facebook. Por medio de esa red social confirmaron lo que nadie sabía: una relación extra matrimonial de Paula con Gabriel Strumia- empresario sanlorencino y amigo de la familia Perassi- un embarazo de semanas y una intensa búsqueda en Google de clínicas para abortar. También, largas conversaciones de la mujer con José Luis Freijomil, un hombre cercano a Strumia, en las que ella dejó explícito que su deseo era continuar con la gestación.
Paula no conocía en persona a Freijomil, pero él era amigo del empresario y el único que sabía de la historia de amor entre ambos. Esa virtualidad le permitió a la sanlorencina explayarse y desahogarse. En esa amistad a distancia, Paula encontró refugio y confianza.
“Amigo llegó el día, si no me ves más por Face es porque pasó lo peor, quiero que sepas que te quiero mucho. Nos vamos a Rosario a hablar con el médico, no sabés el miedo que tengo, amiguis”, escribió Paula un día antes de desaparecer y agregó: “Rezá para que no me pase nada”.
Desde entonces, los principales sospechosos de la causa fueron Gabriel Strumia- hoy condenado a 17 años de prisión, como autor del delito de privación ilegítima de la libertad coactiva agravada por tratarse la víctima de una mujer embarazada- y su esposa Roxana Michl- partícipe secundario del mismo delito- condenada a 6 años, actualmente en libertad. El chofer de Strumia, Antonio Díaz, Mirtha Rusñisky, señalada como la encargada de practicar el aborto clandestino, y los policías Jorge Krenz, Adolfo Puyol, Gabriel Godoy, María José Galtelli y Adolfo Gómez, involucrados por supuesto encubrimiento, fueron absueltos por la Justicia.
¿Qué pasó con Paula?
Doce años después de aquel trágico septiembre, la familia Perassi continúa sin saber qué hicieron con el cuerpo de Paula. La buscaron debajo de la tierra, en ríos profundos, cunetas, cementerios y cavas. Saltearon obstáculos, recibieron amenazas, escucharon una y otra vez hablar mal de su hija, y realizaron ciento de manifestaciones bajo una pregunta que se instaló en el colectivo social y que se convirtió en bandera: ¿Qué pasó con esa mujer de pelo castaño y lacio, flequillo que se planchaba a diario y le rozaba los ojos pardos, madre comprometida e hija compinche? ¿Dónde está?
Cuando el tiempo pasa y las respuestas del paradero de una persona no llegan o se demoran porque no hay rastros de llamadas o movimientos recientes, el juez de la causa debe pedir la intervención del Equipo argentino de antropología forense (EAAF) para que realicen la ardua tarea de investigar y recuperar restos. En la causa Perassi, ese contacto entre el magistrado y los profesionales forenses demoró cuatro años y tuvo lugar luego de que Juan Nóbile, antropólogo, docente de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) e integrante de ese organismo, le acercara a Alberto y Alicia Perassi la posibilidad de comenzar otro camino: una búsqueda más dolorosa porque requería aceptar que su hija estuviese muerta.
Desde el 2015, el equipo recibió más de 20 denuncias y realizó cuatro excavaciones con resultados negativos. No hubo rastros de Paula en las más de cien mil bolsas con residuos tóxicos que abrieron en la cava de 100 x 100 metros y otros 14 de profundidad donde trabajaron durante diez horas por día, ocho meses. Tampoco hubo rastros de Paula en el cementerio donde un hombre soñó que estaba enterrada la joven, tampoco en el monte de eucaliptos, al costado de un camino que corre paralelo a la ruta nacional A012, ni en la cuneta de la autopista Rosario-Santa Fe, a la altura de Capitán Bermúdez, donde también buscaron.
“Aquí, lo que hay es un silencio total”, confió Nóbile a Rosario3. A pesar de haber iniciado el trabajo de búsqueda 4 años después de lo indicado, de los intentos fallidos de dar con los restos de la joven tras una docena de años desaparecida y de carecer de pistas certeras o datos útiles, no pierde las esperanzas. Según señaló, seguirá junto a sus colegas removiendo tierra porque “lo humanitario termina cuando se encuentra el cuerpo”.
Nóbile, por su experiencia en búsqueda de restos y reconstrucción de historias, no duda que para un caso como el de Paula “si o si se necesita de una estructura porque no puede desaparecer una chica de clase media, que vivía en el centro de San Lorenzo sin dejar rastros”.
La inacción de la Justicia, la violencia institucional, los distintos poderes involucrados en el encubrimiento- hubo cuatro policías imputados- y un componente más -poner en duda a la víctima por ser mujer y tener un amante- son los elementos que componen a la “estructura desaparecedora”, un concepto que mencionó Nóbile y que fue usado durante las instancias judiciales por la defensa de la familia Perassi, a cargo del abogado Adrián Ruiz, quien consideró que la pareja Strumia - Michl no es la única responsable de lo ocurrido sino que “hay una red organizada que garantiza que no se encuentre el cuerpo”.
El letrado mencionó que durante los primeros cuatro meses se buscó a Paula en lugares equivocados y apuntó: "La construcción de la desaparición se dio de dos formas, primero un grupo se encargó de sembrar pistas falsas y luego, otro grupo, las siguió”.
La familia Perassi por su parte, sigue a la espera de que algún integrante de esa estructura, esa red, ese conjunto de involucrados, rompa el pacto de complicidad y brinde la ubicación correcta de los restos de la joven.
“No tenemos nada, toda la información está detrás de bambalinas”, señaló Alberto Perassi, quien algunos días se siente “resignado”, pero encuentra en su compañera Alicia y sus nietos las fuerzas para seguir a pesar de las pistas falsas, las excavaciones infructuosas y los aniversarios que abren viejas heridas, año a año.
“Más me pegan, más me levanto”, sentenció y aseguró que mientras viva seguirá en la lucha por conocer la verdad, más allá de la existencia de “un sistema que cuando quiere funciona y cuando no, pasa esto: doce años buscando”.