Así como la construcción se transformó en uno de los motores de la economía rosarina, lo que también se consolidó es la irregularidad a la hora de ejecutar las obras. Según cifras oficiales, casi la mitad de los permisos otorgados en la última década no obtuvo su final de obra, reafirmando una tendencia que tiene larga data en la ciudad: desde hospitales hasta grandes edificios, las construcciones flojas de papeles se cuentan de a miles.

Entre 2010 y 2019, la Municipalidad concedió 41.113 permisos de edificación, de los cuales 6.252 (44%) no tuvieron su correspondiente final de obra. Puede que alguna de las obras lo termine obteniendo en el futuro, pero los datos de los años anteriores corroboran la tendencia: de los 8.488 permisos generados entre 2005 y 2009, aún persisten 2.674 (32%) sin regularizar.

Aunque su nombre es bastante claro, vale la aclaración: el final de obra es el paso necesario para verificar que lo realizado corresponde a lo indicado al inicio del trámite. Requiere presentar una serie de documentos relacionados con la vivienda, pero también constancias de pago de tributos municipales y aportes profesionales, entre otros. Como desde el comienzo de los trabajos hasta su culminación suceden un sinnúmero de modificaciones, es habitual que muchos desistan de realizar la última gestión, lo que termina generando complicaciones a futuro.

En el caso de inmuebles nuevos, el principal problema es que los propietarios no pueden obtener su escritura, único documento que le otorga su carácter de legítimo dueño. Tal es el caso de un edificio inaugurado hace varios años en la zona de Avenida de la Libertad al 300, en el que se transgredieron normas urbanísticas que impiden otorgar el final de obra.

También es importante para las viviendas ya habitadas, pero reformadas con el paso del tiempo. El final de obra es lo que acredita tales modificaciones, lo que permite que, por ejemplo, una casa sea tasada -y luego vendida- a un valor acorde al estado actual de la propiedad.

La que suele ser caja de resonancia de todas estas dificultades es la comisión de Planeamiento, que funciona los lunes en el Palacio Vasallo. Allí llegan los más variados pedidos, desde vecinos de barrios periféricos hasta grandes empresarios, buscando excepciones que permitan de una buena vez lograr el final de obra.

Algunos pedidos son históricos y se remontan a reformas realizadas varias décadas atrás. Por ejemplo, un edificio de cocheras ubicado en Mitre al 900, que se construyó en 1970 per. que -según los técnicos del municipio- presenta "transgresiones significativas" al Código Urbano.

Entre los finales de obra que la Intendencia va generando todos los meses, hay algunos que corresponden a permisos otorgados hace más de medio siglo. En mayo de 2018, la oficina de Obras Particulares del distrito centro le otorgó un final de obra a un trámite iniciado en 1964.

De los finales de obra producidos entre 2010 y 2019, 14 correspondieron a permisos otorgados originalmente en la década de 1960, 113 a la de 1970, 362 a la de 1980, 386 a la de 1990, 3.695 a la del 2000 y 19.608 a la última.

Más vale tarde que nunca, como reza el dicho. Hay otros casos emblemáticos que ni siquiera se verifican esfuerzos del privado para acercarse al municipio y regularizar las obras, como el de un edificio que pretende convertirse en hotel en la zona norte, o el de un hospital del macrocentro que por estas semanas registró nuevamente movimiento de albañiles.