Periodista, poeta, gestor cultural, creador del Borgespalooza y del Centro de Atención al Lector, Daniel Mecca presentó hace poco en Rosario con el Club de Lectura su último libro donde reversiona La Odisea, pero esta vez le da el protagonismo a Telémaco, hijo de Ulises y Penélope en la mitología griega, un personaje deslucido por la sombra del padre.

Homero, “si es que existió”, y Jorge Luis Borges fueron los grandes temas de conversación con Rosario3, atravesada por la música.

En el video y en el podcast la nota entera, y acá algunos fragmentos destacados. ¡A leer!

–¿Cómo ingresar al mundo Borges?

 

En Borges hay una circunstancia muy particular que hay un prejuicio positivo. ¿Qué quiero decir con esto? En general prejuicio tiene un carácter peyorativo, en el caso de Borges es un prejuicio positivo. Es decir, es un extraordinario escritor, es un genio pero “como tal no me acerco a leerlo porque me voy a sentir descalificado, me voy a sentir disminuido, me voy a sentir que no estoy a la altura, etcétera”.

Entonces, es un prejuicio en el cual me expulso sobre la base de de ese imaginario, por lo tanto la primera idea que yo propondría es leerlo. Estar más allá de esa idea de es bueno, es malo, es difícil y demás. Y tener tu propia idea de tus propias conclusiones. Por supuesto hay caminos más amables pero entrar en Borges, pero de lo que se trata, me parece que lo más importante es desde donde nos paramos para leer a Borges. Porque si nosotros nos paramos desde un lugar que Borges es un escritor para eruditos, solamente para seleccionados del mundo de la literatura y demás, va contra la propia naturaleza de la narrativa de Borges que no es una narrativa para eruditos, donde el propio Borges, para que se tome dimensión, dirigía el suplemento de Cultura del diario más popular de la Argentina que era el diario Crítica.

Entonces yo creo que hay que poner las cosas en su lugar para entender el lugar de Borges.

Dicho todo, la pleitesía que se le rinde forma parte un poco del imaginario que hay en torno a Borges: es un escritor sagrado, es un acto de fe, que es casi un aspecto religioso, y por lo tanto no puedo decir no me gusta o no puedo decir lo leí y no me gustó. No hay ningún problema en decir lo leí y no me gustó. ¿Cuál es el problema? Hay que bajar un poco toda esa pleitesía que hay en torno a Borges.

Superados esos dos aspectos uno puede, sí, entrar sobre la base de una guía de textos de Borges. Por ejemplo, “El sur” es un cuento muy amable para empezar a leer a Borges. Digo es muy amable en el sentido que tiene una prosa bastante poco interrumpida –porque Borges hace mucho de interrumpir su prosa–, pero a la vez es muy flashero.

Con lo cual, como última reflexión, es un escritor que no debería tener distancia con los centennials. Y los centennials parece que lo a Borges en blanco y negro, como si fuese un escritor del siglo pasado. Lo cual literalmente lo es, de hace dos siglos, pero la gran diferencia es que como le hace decir (Julio) Cortázar a un personaje en El perseguidor, que es el alter ego de Charlie Parker dice esto lo estoy tocando mañana, en Borges está esta idea de “esto lo estoy escribiendo mañana”.

Entonces textos de él como “El sur”, “Pierre Menard, autor del Quijote”, “El jardín de senderos que se bifurcan” no son solo textos que decimos no son en blanco y negro, sino que son en colores muy lisérgicos. Por eso digo que el álbum Blanco de Borges, el álbum Blanco de los Beatles, es “Ficciones” y “El aleph”. Ahí lo hace todo, ahí lo está escribiendo mañana, es decir, lo está escribiendo todavía.

–¿Qué género musical es Borges? ¿Es rock?

 

–Yo creo que es rock, por supuesto. De hecho, en 1970 para tomar un poco la dimensión de Borges hay una película en pleno “london swinging” –también conocidos como “swinging sixties” fue un movimiento cultural juvenil británico a fines de la década del 60 que se aplica a la escena de la moda y la cultura– que se llama Performance, que la protagoniza Mick Jagger, tenemos sexo, drogas, rock and roll y Borges. Hay una escena en la cual Mick Jagger está leyendo el final del cuento “El Sur”.

Entonces vemos que, de repente, la imagen icónica que tenemos de Borges, este viejito caminando ahí por la calle Florida y demás, que lo paraban en la calle, decían Borges “Yo soy escritor”. Y él decía “Caramba, yo también”. Es un personaje que de repente te aparece en escenas, en una película con escenas de sexo con Mick Jagger, en plenos años 70, lo cual nos hace tomar la dimensión del gesto rockero que tiene Borges. Borges es un gran rockero en ese sentido.

Borges es jazz

Ahora bien, yo creo que el género que mejor le cabría Borges es el jazz. Es un escritor profundamente jazzero porque Borges se bifurca y la gran condición del jazz es la bifurcación. Cada interpretación de un tema de jazz es una interpretación nueva. Por lo tanto, asume la naturaleza de su estética sobre la base de la bifurcación. De repente, no sé, un trompetista sale a tocar y más o menos conoce las escalas y demás, pero no sabe lo que va a tocar. Todo el tiempo se va bifurcando.

Beatriz Sarlo tiene una idea muy interesante sobre Borges, dice: “Borges nunca está donde lo vamos a buscar”. De repente, lo vas a buscar en un cuento como “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” y aparece en “El sur”. Lo vas a buscar a “El sur” y te aparece en la Biblioteca de Babel lo vas a buscar en “Emma Zunz”, te aparece en “Hombre de la esquina rosada” es cuántico, se va moviendo, al igual que el jazz.

–Al margen de los múltiples Borges que hay, su pluma es muy característica y muchos lo han intentado copiar. Incluso el propio Borges tenía esa preocupación, que tienen muchos escritores: la tensión entre querer ser reconocido y el miedo a serlo, porque en algún punto es repetirse a uno mismo. ¿Cómo crees que Borges lo resolvió, si es que lo hizo; y cómo se resuelve, en general?


Borges tenía un programa de literatura, lo cual es un montón. Es decir, sabía lo que quería tenía una estrategia: no sólo controlar el modo de escribir, sino también controlar el modo de ser leído, por eso él interviene permanentemente en la manera en quiere que se lo lea.

Por ejemplo, en el año 1925, 26 modifica en algunas antologías la fecha de nacimiento: pone que nace en 1900 y el había, efectivamente nacido en 1899. Lo hacen tres lugares. Un lugar vos decís bueno, es un error, tres lugares ya no es un error, es un patrón. ¿Por qué ese movimiento? Porque lo convertía en un escritor del siglo XX. Le permitía construir una pérdida. ¿Cuál? La pérdida del siglo XIX. Entonces, él que efectivamente era un escritor nacido en el siglo XIX, creaba una ficción tal de construir una nostalgia, que es el siglo XIX. Pero no es una nostalgia desde el punto de vista melancólico. Borges no es tipo (Alejandra) Pizarnik. A a mí me encanta Pizarnik, no es un juicio de valor en sentido que algo es mejor o peor, son diferentes estéticas. Lo que quiero decir es que no es es un escritor que tiene una estética desdichada. Él construye nostalgia para construir un país futuro, una estética futura.

Digo país no en el sentido nacionalista del término, sino estético del término. Como un mundo, como una imaginación particular. Él siempre va para atrás para construir hacia adelante y en ese movimiento genera permanentemente un péndulo.

Borges se mueve permanentemente en la tensión y el no resolver es lo que lo convierte en Borges. No es una idea novedosa lo que digo, lo decía un poco Beatriz Sarlo en su ensayo Borges es un escritor en las orillas, porque está en las orillas entre lo rioplatense y lo europeo. De repete tenés textos donde aparece un compadrito en duelo y el otro tenés un escritor francés que escribe un texto invisible como Pierre Menard sobre el Quijote. Esa condición de no resolver le permite la irreverencia. Si fuese solamente un escritor que escribe sobre compadritos, o si fuese un escritor que solamente escribe sobre la metafísica como condición de la literatura fantástica, no sería quién es. Es la unión entre ambos.

Ahora bien, las estéticas de Borges son diferentes y hay que tener mucho cuidado con lo que dice el propio Borges de sí mismo porque era muy astuto. Decía básicamente lo que tenía ganas de decir y cómo quería ser registrado. Por ejemplo, él dice en su autobiografía en 1970 que después de un golpe que lo deja prácticamente al borde de la muerte en 1938 escribe su primera ficción que es Pierre Mennard, autor del Quijote, en 1939. Entonces él le da un punto de origen a esa ficción, a la ficción borgiana. Pero si nosotros leemos con cuidado, en realidad la primera ficción borgiana como tal es de 1936 que es un texto que se llama “El acercamiento a Almotásim”. Es decir, Borges hace un movimiento donde oculta una parte para crear un punto de origen a su ficción, entonces hay que ir viendo con detalle dónde está la astucia de Borges. No porque mintiera, sino porque selecciona aquello que quiere efectivamente mostrar.

¿Cómo escribir literatura después de Borges? Lo mismo les habrá pasado a los italianos después de Dante o, a los británicos después de Shakespeare o al propio... ¿Cómo hacer un libro después de El Quijote?.

Yo creo que la estética de Borges, en tanto idea, no en tanto temática sigue presente, sigue vigente. Por ejemplo, Las aventuras de la China Iron, de Gaby Cabezón Cámara, es un movimiento típicamente borgiano: la idea de rescatar un personaje que estaba en los márgenes de otro texto como es la mujer de Fierro que ni siquiera (José) Hernández se gastó en ponerle un nombre porque es “La China”.

Ahora bien, Borges lo había hecho con Tadeo Isidoro Cruz, de hecho hay un cuento que se llama “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”. Es decir, agarra un personaje en los márgenes si se quiere de el Martín Fierro y le da una biografía. La biografía de Borges tiene tres páginas, la de Gaby es una novela. No importa cuál es el espacio o la cantidad de caracteres, lo que prevalece es la idea.

La gran estética de Borges es la idea.

–Creaste el Centro de Atención al Lector. ¿Cómo surgió esa idea?

 

–Es una idea que yo venía pensando hace mucho y que parte de la base que noto, sobre todo en las en las redes sociales, y sobre todo en Instagram, que hay mucha avidez de lectura. Muchísima avidez de lectura y de recomendar y de recibir recomendaciones.

El Club de Lectura expresa un poco estas grandes inquietudes, lo cual es algo extraordinariamente positivo, que siga habiendo tanta avidez por la literatura, por la escritura, por las nuevas producciones, etcétera. Y algo que noto como un rasgo de época que a la vez que hay una avidez por leer, en general hay poca cercanía con el lector.

Es decir, no hay una atención personalizada con el lector, es casi como una especie de estética del call center, donde tenés mucha demanda porque hay mucha producción –incluso diría demasiada producción de literatura–, pero no sabes bien por dónde ir. Más o menos circulan los mismos libros y demás, pero quizás vos tenés una pregunta específica, tenés una nieta de siete años que le gusta la ciencia ficción: ¿por dónde empezar? Y ese lugar, en general vas a una librería, a una gran cadena y más o menos te atienden, te dicen y demás, pero no hay una atención personalizada.

Creo que yo lo que intenté hacer es trasladar esa idea que me parece que es una época que necesita la atención personalizada a la literatura. Y lo hice sobre la base de crear una idea comunitaria: compartamos conocimiento porque no solamente respondo yo la pregunta es todo todo quien participa en esa comunidad puede responder esa pregunta, lo cual va la idea general que para mí es importante: que es que el lector sabe. 

El lector sabe muchísimo. No es necesario tener un título tal, estar egresado, tener la maestría. El lector sabe. Hay que dejar de deslegitimar a los lectores porque tienen mucho conocimiento, no importa como lo expresen.

Para mí es el centro de atención al lector es justamente un gran elogio al lector, no es un intento de descalificación en sentido paternalista no es “vos preguntas, yo te enseño” porque finalmente nadie sabe nada.

Aquellos que dicen saber... siempre hay que desconfiar; o por lo menos yo desconfío demasiado. El conocimiento se basa en el hecho colectivo y si el conocimiento no se comparte, no es.

–¿Cuál es la pregunta recurrente que te llega siempre al Centro?

 

–“¿Por dónde empiezo?”. Sobre todo con escritores o escritoras que tienen quizás una obra importantem puede ser el caso de Borges. “Es tanta la oferta que tiene que no sé por dónde empezar. Sé que tengo que leerlo pero no sé por dónde empezar”. O, “quiero empezar sobre mitología griega, ¿empiezo por La ilíada o La odisea?”.

No hay preguntas equivocadas. No está mal preguntar. Otra idea que está muy instalada que preguntar te pone el lugar de ignorante. No, en absoluto: preguntar te pone en el lugar de una persona inquieta, de una persona que quiere saber, que quiere conocer, que quiere enriquecerse no una persona que es ignorante. ¿Qué significa la ignorancia en todo caso? Porque tener más información o estar informado no te hace más inteligente, lo que te hace en todo caso más inteligente es tener una idea propia sobre la base de esa información que tenés o poder conectar aquello que tenés sobre la base de esa información.

Cuantas más preguntas hacemos para mí es sinónimo de alguien que quiere saber, que quiere enriquecerse, quiere ser mejor lector.

–¿Qué estas leyendo?

 

–Ahora estoy leyendo esta edición preciosa de La odisea que es la traducción al español de la traducción al inglés que sugiere Borges que es la de Samuel Butler porque estoy dando un curso de tres meses de La odisea donde leemos detalladamente los 24 cantos de La odisea.

Antes preguntaban si Borges se podía asociar al rock, Homero, si es que existió, es el gran rockero de la literatura. Lo hizo todo. La odisea que, de nuevo, parece un libro en blanco y negro están todos flipadísimo, si me permiten la expresión.

Lo que pasa en La odisea es extraordinario, desde el canto uno al canto 24, lo tiene todo. En La Ilíada también están todos re locos, pero La odisea que empieza justamente con Atenea que le dice –muy brevemente para aquellos que que no conocen la historia o conocen simplemente la trama popular de la historia que es Penélope tejiendo y destejiendo– le dice a Zeus, que es como el Gran Patriarca, le dice “che, Ulises estuvo 10 años en Troya, peleando en Troya, ya tendría que estar volviendo porque el regreso Ulises a Ítaca, a su pueblo son diez años más, en total son 20 años”. Entonces empieza a intervenir a Atenea y va a interpelar al hijo de Ulises, a Telémaco, que es un muchachito bastante frágil, que tiene a su madre colmada de pretendientes, que le saquean la hacienda, le comen todo, etcétera. Y le dice “dale, ponete las pilas que se van a quedar sin poder”.