Cuando el reloj marca las 21, comienza A la vuelta. Algunos oyentes se ponen los auriculares, se estiran en los apretados asientos del colectivo urbano y mientras escuchan Radio 2 piensan en llegar a casa después de una larga jornada laboral. Otros suben el volumen mientras conducen para tapar los bocinazos de algún embotellamiento, o para sobrevivir a una guardia nocturna. También están aquellos que prenden la radio mientras cocinan o cenan para amigarse con la soledad. Como sea, del otro lado del micrófono la voz de Claudia Bonato abraza y acompaña.

Claudia Bonato, que además es periodista en Rosario3, intenta que durante la hora que el programa permanece al aire, sus oyentes encuentren un momento para olvidarse de la vorágine del día. “A la Vuelta” invita a dejarse llevar, bajar un cambio y encontrarse con uno mismo usando la música y la lectura como puente.

La pasión y el amor que siente Bonato por la radio comenzó desde chiquita, cuando repetía avisos comerciales frente a un espejo, y quedó rubricada en los dos libros que llevan su nombre: “Vivir por la radio: historias de la radio rosarina” y “Con la luz apagada (Historias de la radio rosarina II)”, donde reunió a grandes exponentes de emisoras que contaron sus experiencias con un único objetivo: que no queden enterradas en el olvido las voces que dieron vida al fenómeno radial.

-¿Qué lugar ocupa la radio en tu vida?


-Crecí escuchando radio, porque en mi casa era una costumbre diaria levantarse y encender la radio para saber qué estaba pasando, mientras desayunábamos. Amé una mini radio que me regalaron cuando tenía once años y vivía repitiendo avisos comerciales y jingles frente al espejo. Estudiaba de noche y dejaba la radio de fondo, como compañía. Fui muy oyente de radio antes de empezar a trabajar en los medios de comunicación.

Hoy, la radio es uno de mis trabajos y uno de mis placeres, porque disfruto de hacer radio. Siempre me entusiasma la idea de comunicarme a través de la palabra hablada, que difiere mucho de la palabra escrita porque pone en común estados de ánimo, tonos, matices e intenciones que no logra transmitir el texto escrito. Y cuando alguien del otro lado se engancha porque le llega algo de todo eso, además del contenido de lo que decimos, salgo de la radio feliz. Voy manejando de vuelta a casa pensando en eso y en cómo será el día siguiente. Y le encuentro sentido a lo que hago.


-¿Cuál fue tu primera experiencia en radio? ¿Qué cambió desde entonces?


-Empecé a trabajar profesionalmente en radio en los finales de LT2, cuando estaba pasando a ser la Radio 2 que hoy conocemos. Fui parte de ese proceso de cambio y transformación que también significó la mudanza desde Dorrego 1042, donde estaba entonces, hasta el lugar que ocupa hoy. Lejos de lo que tenía como expectativa, mi primera experiencia en la radio al micrófono no fue demasiado buena, porque me costó un tiempo encontrar mi propio perfil y que eso coincidiera o se acercara a lo que el medio esperaba de mí. Eso fue llegando de a poco, se fue construyendo en el día a día con los oyentes y escuchándome a mí misma, después de salir al aire, en las grabaciones, algo que también me costaba hacer.

La radio era, en aquel momento –década del 90– más rigurosa que la actual: existía, por ejemplo, el puesto de “control de aire” (alguien que controlaba qué se decía al aire y qué extensión tenía cada contenido, detrás del vidrio) y la persona que lo ejercía tenía autoridad sobre el resto (incluído el conductor) porque escuchaba el programa completo desde el control, algo que los productores con los teléfonos y la vorágine de la próxima nota, lógicamente no podían hacer. La mirada de conjunto funcionaba a veces como un contrapeso interesante, pero no estaba exenta de discusiones y de resistencias.

Hoy, la radio es más espontánea y descontracturada, y eso me gusta. Aunque la espontaneidad por sí misma, no garantice que lo que sale al aire sea maravilloso. En lo personal, me permite trabajar más cómoda, con más libertad para expresar.

Todos los días al comenzar se lee Eduardo Galeano.

Desde sus orígenes, A la vuelta se emitió en Radio 2 en distintos horarios, pero siempre a la tardecita, al final del día de trabajo de la mayoría de las personas. Por eso, el objetivo fue siempre el de acompañar a las y los oyentes en el regreso a casa, o cuando (aún estando en casa) las obligaciones empiezan a aflojar y ponemos la pausa, porque ya estamos de vuelta y el día está prácticamente jugado. Por eso, el leit motiv, durante años, fue: “¿mate o café?” en la idea de que empezaba el momento de ponernos cómodos y tomar, junto con ese mate o café, un momento de calma para nosotros mismos.


-¿Cómo armás A la vuelta? ¿Cuál es el objetivo del programa? Teniendo en cuenta el horario en que es trasmitido y el contexto social... 


-Hoy, A la Vuelta sale al aire de 21 a 22, más en el momento del aperitivo y la cena que del mate o café, y allí apuntamos. Tratamos temas actuales, con un poquito menos de coyuntura salvo que la realidad cotidiana nos imponga lo contrario y dedicamos un lugar especial a los placeres gastronómicos, los deportes, los oficios curiosos, los libros nuevos, el Eduardo Galeano nuestro de cada día y las historias de vida que se despliegan mejor en esa hora algo más serena de la noche, que invita a la intimidad y la calidez, sin apuros. Ese momento de respiro es lo más apreciado por nuestros oyentes y nos lo dicen de muchas formas.

También tenemos un espacio para el resumen de la jornada, con los audios más destacados, que nos brinda el servicio informativo de Radio 2, para no perdernos nada. Y nuestra joya más preciada: la música. Pensada, elegida, sugerida por las y los entrevistados. La música como tema. Con referencias, con apuntes, con historias del cine. La música como puente que nos une para hacermos compañía, algo que antes era considerado propio de la radio FM. Si las FM tienen programas de noticias, ¿por qué no pueden las AM romper con el formato/mandato que las encorseta en una estructura tan desgastada? En esa búsqueda andamos. Y lo exploramos en equipo, con Carolina Palandri en la locución y Sebastián Milano, operando controles.

Dicen las neurociencias, que hoy están tan en auge, que “somos una gota de razón en un mar de emociones” y en A la vuelta, apuntamos a jugar con ese mar de emociones tan postergadas, a veces, por la locura del día; tan escondidas, otras, porque estamos educados en la convicción de que lo racional es más serio y por ende, más valioso.

-¿Por qué creés que la gente elige radio 2?

 

-Con Radio 2, en Rosario, se da un fenómeno particular; pero no sé si es muy distinto a lo que pasa con las audiencias de Buenos Aires y las radios que los oyentes adoptan como propias. Hay personas que nos cuentan, a través de los mensajes de Whatsapp, que escuchan Radio 2 todo el día. Que el selector del dial está siempre en Radio 2 y se identifican como “oyentes fieles” de nuestra radio, aunque eso no signifique estar de acuerdo siempre con lo que decimos y hacemos al aire. A veces te escuchan para felicitarte; otras, para oponerse y otras, para soltar toda la bronca. Y mientras sea dicho con respeto, es bienvenido todo. Disenso incluído. Lo que importa es que al día siguiente de la bronca, de la risa y de la emoción compartida, la radio se vuelva a encender en AM 1230 (o a través de la FM 90.1, la aplicación de Radio 2 o Rosario3). Con las mismas ganas. Con la misma magia.