Aburrimiento y bronca por no poder ver y jugar con amigos, miedo y la ambivalencia de querer volver a la escuela de forma presencial y refugiarse en sus casas. Estas son algunas de las experiencias que atraviesan niños de 6 a 12 años de la Ciudad de Buenos Aires sobre la educación a distancia durante la pandemia.

Niños de 6 a 12 años de escuelas públicas y privadas comentaron cómo vivieron su educación a distancia durante el año pasado en pandemia y qué deseos los acompañan para este nuevo ciclo lectivo, que comenzará con clases presenciales el 17 de febrero en la Ciudad.

Tanto Lupe (7 años), alumna de una escuela pública del barrio de Paternal, como Amadeo (12), de Colegiales, manifestaron haber estado “muchas veces aburridos” con las clases a distancia y “bronca por no poder ver y jugar con amigos”.

“No me gustó porque era muy aburrido, no podías ver a tus amigos y a veces me quedaba dormida”, contó la niña, y agregó: “Yo quería estar de forma presencial porque es más divertido, podes darle la mano a tu amiga, jugar”.

Si bien, según dijo, aprendió también sintió que se olvidaba los contenidos rápidamente “o no recordaba cómo escribir”.

Tras remarcar que solo le gustaron las clases de inglés, manifestó tener bronca “por no hacerlas presencial porque me encantaban”. Y agregó que no siente haber ganado “nada” con la educación a distancia, “solo estar a través de una pantalla, además de que quería estar despegada de mis papás”.

Sus deseos para este 2021 es “volver a ver a mis amigos y que mi cumpleaños se pueda festejar bien”.

Amadeo, por su parte, manifestó que “se aburría bastante por momentos” pero que aprendió a estudiar por su cuenta y “a manejar mis tiempos” frente a las clases a distancia.

“No vimos temas nuevos, fue un repaso profundo”, dijo el niño respecto a los contenidos mientras su deseo para este año es que “algo sea presencial”.

“Yo gané no ver a nadie”, dijo en tanto Juana (8 años), alumna de tercer grado de una escuela pública del barrio porteño de Agronomía, quien manifestó su enojo con algunos compañeros y docentes durante el 2020 a través de la educación a distancia.

“Las docentes me estresaron, salvo cuando me decían que hacía las cosas bien o podía pasar algo, las odiaba”, descargó la niña, respecto a sus clases. Aunque admitió haber aprendido “más que nada cosas de Matemática” y haber recibido la ayuda de sus padres.

Juana dijo haber estado en contacto con dos amigas a través de WhatsApp pero manifestó “tener miedo a que haya cambiado” un par cercano con quien no se habló durante todo el 2020, y desea para este 2021 “seguir adelante y terminar con todo”.

PERDER DESARROLLO DE PERSONALIDADES

Sobre el tema, el médico pediatra Jorge Cabana, presidente de la subcomisión de los Derechos del Niño de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) y ex titular de la institución, respaldó lo dicho por los niños y dijo que el año pasado “perdieron el desarrollo de su personalidad en el encuentro con el otro”.

En ese sentido, Cabana apuntó la importancia de “poner en consideración lo que los chicos necesitan, porque es un elemento decisivo que puede generar salud o enfermedad a futuro”.

“Muchos vivieron la experiencia como interesante al principio y luego aburrida, con dificultades para acceder, pero sobre todo para los más chicos fue complicado que le hablen a una pantalla, cuando lo que necesitan es encontrarse con otros”, admitió y agregó que “generó angustias no habituales en los chicos”.

LA EDUCACIÓN A DISTANCIA, “ALGO COMPLICADO”

En esa línea, la médica pediatra y psicoanalista especialista en niñas y adolescentes, Felisa Lambersky de Widder, miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) coincidió en que la educación a distancia fue “algo complicado”.

“Al principio mandaban tarea pero el tema es el contacto directo con los niños”, dijo y describió que “muchos se escondían en las cámaras, no se levantaban a las clases o ponían la foto y se iban y no había interacción con ellos”.

Además, la especialista refirió que muchos niños y niñas le comentaban que “estaban cansados del Zoom y no querían hacer otra cosa”.

Si bien admitió el “gran trabajo que hicieron los docentes y padres para acompañar a los niños” y los menores, en el esfuerzo de interesarse, Lambersky habló sobre las consecuencias de esa falta de contacto con el otro.

“La escuela es el lugar de pertenencia, contacto con el afuera y algunos niños tuvieron síntomas fóbicos, no quieren reiniciar el colegio, porque tienen miedo, tristeza y aburrimiento y es la consecuencia de lo largo que fue todo el año para ellos”, resaltó.