Juan Fernando Quintero y Darío Benedetto ponen la vara tan alta como la diferencia, cada vez más grande, que existe entre River y Boca con el resto. Mientras 26 instituciones se las ingenian para potenciar sus planteles como pueden, a veces con terceras o cuartas opciones, a ellos los grandes nombres, al menos potencialmente, se les caen de los bolsillos.

Nadie puede asegurar que Juanfer y Pipa van a hacer la diferencia que marcan sus antecedentes, pero sí achican el margen de error al punto de transformar en experimentos muchos de los movimientos del libro de pases que cerrará el 19 de febrero.

Los pases de Cardona a Racing y Centurión a San Lorenzo marcan un golpe de efecto que los ubican en un segundo escalón de jerarquía del mercado, pero en la previa se parecen más a transacciones marketineras que futbolísticas de trascendencia.

La diferencia de recursos económicos es tan enorme que los clubes del segundo pelotón, entre los que están los dos rosarinos, deben buscar los mil y un motivos para seducir a jugadores

No obstante, “esto es fútbol”, dice Miguel Angel Russo, y las predicciones no tienen nada que ver con la realidad. Y muchas veces eso pasa en la máxima competencia argentina en la que el esfuerzo de los futbolistas y el ingenio de los entrenadores suelen emparejar lo que antes de empezar parece un resultado cantado.

Muestras de las grandes diferencias que existen entre los poderosos y el resto sobran. 

Central reniega para reforzar la zaga central mientras River resolvió casi telefónicamente los regresos de Leandro González Pirez y Emanuel Mammana para que sean suplentes de Paulo Díaz y Héctor David Martínez. No está de más marcar que tanto uno como otro podría ser titular en cualquiera de los otros equipos de la Liga Profesional.

La diferencia de recursos económicos es tan enorme que los clubes del segundo pelotón, entre los que están los dos rosarinos, deben buscar los mil y un motivos para seducir a profesionales difíciles de convencer sin billetera.

Salvo que los futbolistas estén decididos a renunciar a parte de sus ingresos para jugar en los clubes de los que son hinchas (Montoya y Vangioni en este mercado, por ejemplo) no hay forma de atraerlos a una ciudad que vive fútbol, respira por las camisetas de Newell’s y Central, pero también padece una realidad social compleja que a veces frena a algunos. Como sucedió con Agustín Fontana, que eligió Defensa y Justicia por encima de Newell’s.

Pero hay otro dato que no se debe soslayar. Los equipos que disputan competencias internacionales tienen un plus. Es un argumento más para convencer a un futbolista. 

Ni Central, ni Newell’s jugarán este año torneos de la Conmebol. Y esa carencia complica aún mucho más el operativo seducción.

Por supuesto que la situación del país, la devaluación de la moneda, la inestabilidad del dólar y todo lo que se quiera agregar, transforma al mercado argentino en uno de los menos atractivos desde lo económico.

Hoy es mucho más probable que un jugador de trayectoria elija jugar en Paraguay o Uruguay, por ejemplo, y no en Argentina.

Emmanuel Gigliotti, otrora goleador de Independiente y de vasta trayectoria en clubes importantes de aquí, eligió a Nacional de Montevideo por encima del Rojo.

Futbolísticamente no hay comparación entre el torneo argentino y el uruguayo, pero económicamente tampoco.

Hoy es mucho más probable que un jugador de trayectoria elija jugar en Paraguay o Uruguay, por ejemplo, y no en Argentina

Y otro dato: Nacional jugará la Copa Libertadores e Independiente la Sudamericana.

La Libertadores tiene reservados para el ganador 16 millones de dólares más todo lo que haya obtenido en las fases previas y la Sudamericana otorgará al campeón sólo 5 millones de la moneda americana. Vaya si influyen los números a la hora de elegir club. 

Al fútbol argentino lo mantienen en pie su prestigio, la calidad de sus jugadores, que surgen permanentemente, y la competitividad de sus protagonistas, incluídos los entrenadores.

Sólo eso permite imaginar un torneo local disputado y chances a nivel internacional, ámbito en el que los equipos brasileños sacan más ventajas económicas que las que ostentan Boca y River en los torneos de entrecasa.