Empieza a mermar la caza mediática a Milton Leyendeker, de a poquito se va apagando la hoguera en la que fue quemado el ex jugador de Newell’s. Le vinieron bien las piñas entre Benedetto y Zambrano. El foco se corrió al vestuario de Boca, que siempre le da un respiro al resto de los escándalos. Boca se supera permanentemente. Pareciera que apuesta a estar peor. Aunque sea campeón y de tres torneos gane dos, siempre puede estar peor. Fabrica escándalos como si fuera un defecto genético. Muchas veces de eso se alimenta para fortalecerse.

Pero aquí el tema es Leyendeker. El zaguero central de Agropecuario que fracturó a Exequiel Zeballos con una patada difícil de comprender.

¿Qué hacer con Milton? ¿Cuál es la sanción que debe cumplir?

Hay quienes piensan que Leyendeker debe estar afuera de las canchas el mismo tiempo que Zeballos. Y esa idea, que hace años da vueltas en el mundo del fútbol para este tipo de lesiones, es cuanto menos polémica.

“Jugadores que le pegan a sus mujeres, rompen otros jugadores (Tevez y Capaldo) y que juegan con sus propias reglas (Rojo). Pero claro al pibito de ascenso lo suspendemos si total no puede quejarse… Fue una patada fuera de lugar, pero nunca hacen esto, justo ahora lo hacen…”, escribió Tomás Massa, el hijo del Ministro de Economía, fanático de Tigre y anti Boca empedernido.

Con Boca es así: se es de Boca, o se es anti Boca, no hay término medio.

El endurecimiento de las sanciones tiene que comenzar en algún momento, pero no parece ésta la ocasión ideal. El Tribunal de Disciplina de la AFA no sólo tiene que serlo, sino parecerlo. Tiene que legislar a partir de ahora y hacia adelante. Y castigar a Leyendeker con un puñado de fechas de suspensión. Que no sea Boca el disparador.

Leyendeker, el futbolista oriundo de Maciel que se formó en Newell's

Milton fue sancionado para todas las competencias en las que participa, un recurso que el Tribunal puede utilizar pero nunca había usado hasta aquí.

“Ya tomamos la decisión de suspenderlo de todas las competencias. Es la primera vez que esto sucede, por lo menos con esta gravedad, en la Copa Argentina”, dijo Fernando Mitjans, presidente del Tribunal de Disciplina y hombre vinculado a Boca.

Inmediatamente Claypole, equipo de Primera C que el año pasado enfrentó a Boca por la Copa Argentina, recordó un episodio de aquel partido.

“Parece chiste, pero no lo es”, le contestó a Mitjans en su cuenta oficial el club del partido de Almirante Brown, en el sur del Gran Buenos Aires. 

Aquella vez, Nicolás Capaldo golpeó a Lucas Carballo provocándole la rotura de los ligamentos cruzados de su rodilla derecha y no recibió ninguna sanción.

Apartado: vincular la jugada de la expulsión a las apuestas y abrir una investigación al respecto parece tan ridículo que apenas vale la pena mencionarlo.

De regreso a la hipótesis de máxima, sancionar al infractor con el mismo tiempo que le demande al lesionado la recuperación, supone una fuerte convicción de que la infracción fue deliberada.

¿Y cómo determinarlo sin caer en una injusticia? ¿Alguien puede asegurar que Leyendeker lesionó con conocimiento de lo que hacía a Zeballos?

Dejar a Leyendeker seis meses sin jugar también es atentar contra su libertad de trabajo.

Una parte de la biblioteca puede sostener que una infracción de esas características pone en riesgo la salud de la víctima y a partir de ahí legislar.

Pero el fútbol es un deporte de contacto y en cualquier momento puede producir una lesión.

Parece muy injusto que un futbolista sea suspendido por el mismo tiempo que demande la recuperación del lesionado.

La culpabilidad es casi imposible de demostrar en un deporte de roce permanente. Está incluido en los riesgos que conlleva la profesión.

“Soy un pibe humilde, no gano fortunas. Necesito trabajar”, pide Leyendeker.

“Nunca me había pasado algo así. Es más, nunca me habían expulsado, ni siquiera en Inferiores. Creo que sólo una vez me comí una suspensión por cinco amarillas. Y en la Primera Nacional tenía dos amarillas en 20 fechas”, argumenta.

“En la jugada, te soy sincero, nunca pensé que me iban a expulsar. Cuando hice el foul, ni pensé que lo había lastimado. Por eso me fui, pensé que con amarilla estaba bien. El pasó, me punteó justo la pelota. Lo que le protesté al árbitro fue el cambio de tarjeta. Y cuando vi la jugada en el vestuario, más tranquilo, me di cuenta de que fue más fuerte que lo que sentí en la cancha. Lo mismo cuando lo sacaron de la cancha y lo vi entre lágrimas”, relata una y otra vez Leyendeker, que de a poco se va curando las quemaduras mediáticas a las que fue sometido.